500 años de la Reforma (1517-2017)

500 años de la Reforma (1517-2017), una responsabilidad histórica

Por: Antonio Simoni

La Reforma Protestante es uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad, no sólo porque representa el paso de la Edad Media a la Historia Moderna, sino porque la Biblia se convierte en la respuesta a las grandes interrogantes que había producido una época medieval oscura y tenebrosa en lo espiritual. El movimiento renacentista, surgido en Italia en el s. XV, actuó como catalizador, desembocando en el humanismo del norte de Europa con Erasmo de Rotterdam como máximo exponente,  quien con sus postulados estimuló  la curiosidad y el deseo de formar un juicio propio, en contra del control de la iglesia católica, con lo cual el terreno estaba preparado para la Reforma.

La exposición de las 95 tesis contra las indulgencias, escritas por Lutero y expuestas en la puerta de la catedral de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, marca el inicio de La Reforma Protestante. Una Reforma que se vería favorecida en su difusión por el invento de la imprenta, que revolucionó la comunicación y divulgación de toda la literatura que el movimiento reformador generaba. Así pues, la publicación del Nuevo Testamento de Erasmo de Rotterdam en 1516 sitúa La Palabra como eje central de La Reforma.

Todo el norte de Europa adoptó los postulados de la Reforma, que cada país llevó a cabo de forma distinta y por distintos motivos. Como consecuencia, el sur de Europa quedó como bastión de la religión oficial, y en el caso de España a autodenominarse “Reserva espiritual de occidente”. Cabe reseñar el decreto de 1559, por el que todos los estudiantes que estaban instruyéndose en países extranjeros debían regresar a España en el plazo de 4 meses, para que no fueran contaminados por la mentalidad de ellos. Esto desembocó en un aislamiento total de Europa, y que derivarían consecuencias en lo político, social y económico hasta hoy día, que nos privaron de las aportaciones que tuvo La Reforma en otros países como la alfabetización, la literatura y las artes, avances  sociales, dignificación del trabajo y progreso tecnológico, así como del  inicio de las democracias modernas.

La Reforma Protestante en España no se llevó a cabo, aun cuando se daban todos los condicionantes para ello. En primer lugar, el fuerte vínculo con Alemania, ya que España compartía el mismo rey. Además, el deseo de una reforma auspiciada por la corona en la figura de la Reina Isabel y el cardenal Cisneros en el ámbito universitario, unas clases nobles ávidas de las lecturas de Erasmo de Rotterdam, que tanto gustaban en nuestro país, así como el papel de los alumbrados que tan profusamente había calado.

Sin embargo, la monarquía española veía amenazas en la Reforma que ya se estaba dando en el resto de Europa, ya que había propiciado una importante pérdida de territorio español, así como la influencia en Europa, llegando a transmitir el rey Carlos V a su hijo Felipe II que «nunca fuese un rey de herejes», convirtiendo su reinado en una cruzada contra el movimiento reformador. Aún así, surgieron las congregaciones de Valladolid y Sevilla, quizá favorecidas por su ubicación. En una se encontraba la Corte y la otra era la ciudad comercial con el nuevo mundo, lo que facilitaba el tránsito y la circulación de los tratados teológicos que llegaban del norte de Europa. En el caso de Valladolid, la congregación formada por las clases altas se convirtió en la obsesión de Felipe II, llegando a presidir el auto de fe de la Inquisición en el que se ejecutaban a los miembros de esa congregación y en el que por primera vez rio en público.  El surgimiento de la congregación de Sevilla fue más prometedor, por la calidad humana de sus miembros, así como por la solidez y firmeza de sus testimonios, llevándose a cabo la mayor cantidad de arrestos por la Inquisición. También hay que señalar otras congregaciones que surgieron en Barcelona y Granada. Como tampoco podemos dejar de mencionar a esos campeones de la fe que fueron  Juan  de Valdés,   los hermanos Enzinas, Juan Díaz, Constantino Ponce de la Fuente, Juan Pérez de Pineda, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, Antonio del Corro, Julianillo Hernández. Hermanos que, fieles al llamado del Señor y cada uno en su ámbito, fueron protagonistas por sus aportaciones a la Reforma en nuestro país.

Dándose por terminado, hasta donde sabemos, el incipiente movimiento reformador en nuestro país, no sería hasta el s. XVIII que no se vieron atisbos de nuevos cambios. El reinado de Carlos III y su proyecto Ilustrado de crear una sociedad ideal, que trajo a colonos luteranos centroeuropeos, las invasiones napoleónicas del s. XIX, cuyos movimientos de población trajeron también el movimiento de ideas, unido al establecimiento de la misión metodista en Gibraltar, hacían presagiar que una nueva Reforma estaba cerca, aunque a esas alturas todavía seguía vigente el tribunal de la Inquisición, que no se aboliría hasta 1834. La llegada de las compañías mineras, especialmente inglesas, el viaje de Jorge Borrow, agente de la Sociedad Bíblica Británica, y algunas conversiones como Lorenzo Lucena, Manuel Matamoros y Francisco de Paula, fueron clave para los nuevos tiempos que se vislumbraban en nuestro país, propiciando que para el año 1860 se constatara sólo dos comunidades sin testimonio evangélico, Canarias y Extremadura. Sin embargo, no fue hasta septiembre de 1868, con la revolución llamada “La Gloriosa” o la “Septemtrina”, que nos llegaría por primera vez la libertad religiosa a nuestro país, convirtiendo a España en el único país del mundo en el que se dio lo que se llamó «La Segunda Reforma». Esta fecha es aceptada comúnmente como punto de partida de esta Segunda Reforma, a la vez que significaba el inicio de las iglesias protestantes, algunas de las cuales han permanecido hasta la actualidad en España.

La Reforma del s. XVI giró sobre la relectura de la Biblia. Ojalá hoy día podamos seguir redescubriendo las Escrituras y, ante la realidad histórica de que somos producto del pasado pero no prisioneros de él, hoy 500 años después, recojamos el testigo de los que nos precedieron y seamos conscientes de la responsabilidad histórica que tiene la iglesia hoy con esta nueva oportunidad en 2017. Así que, aunemos esfuerzos para que la Palabra sea un verdadero impacto en nuestro país, y de nuevo la respuesta a las interrogantes de nuestra sociedad, como lo fue en el siglo XVI.

 

Sobre el autor:

Antonio Simoni es Pastor en la Federación de Asambleas de Dios de España. Es graduado de INSTE, Coordinador de las Extensiones del CSTAD y  profesor titular en la Facultad de Teología en La Carlota, Córdoba. Su pasión por la historia le llevó a estudiar varios cursos en la UNED y tiene hasta la fecha en su haber más de cincuenta artículos sobre la historia del protestantismo. Antonio Simoni es, además, conferenciante y Secretario del Consejo Evangélico Provincial de Córdoba. Junto a su esposa y sus dos hijos desarrolla un fructífero ministerio para gloria del Señor Jesucristo.

 

 

 

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