Refugiados en Europa

Refugiados en Europa, en busca de la tierra prometida

«Puerta abierta para las misiones transculturales y un desafío para el ministerio pastoral urbano contemporáneo»

Por: Prof. Marco Ogalde 

Introducción

I.- Los extranjeros en el Antiguo Testamento

  1. Definiciones
  2. Bases bíblicas
  3. Leyes prácticas en la Torá
  4. Implicancias contextuales

II.- El extranjero y forastero en el Nuevo Testamento

  1. El caso de Jesús
  2. Los extranjeros en los evangelios
  3. Los extranjeros en las epístolas
  4. Implicancias contextuales

III.- Refugiados musulmanes en Europa

  1. Las rutas de los refugiados
  2. Gráficas de las rutas de los refugiados

IV.- Conclusiones

Introducción

El mundo ha cambiado. La realidad de este cambio la pudimos ver hace algún tiempo en un movimiento conocido como la «primavera árabe»[1]. Países como Egipto, Túnez, Libia y Siria han sentido el poder de las revueltas populares que quieren ver cambios sustanciales y que no solo se vean privilegiado unos pocos.  Esta presión popular ha tenido efectos negativos, el desplazamiento de refugiados y la inmigración de estas personas hacia Europa en busca de estabilidad y paz, también de huir de los horrores de la guerra.

El problema de los refugiados y migratorio se ha vuelto un dolor de cabeza para la Unión Europea, ya mencionamos que muchos de los refugiados que tratan de entrar a Europa lo hacen por diversos motivos entre los cuales se destacan las guerras locales (Irak y Siria), el hambre, la pobreza y gobiernos dictatoriales (África).  En el año 2014 alrededor de 300.000 personas cruzaron irregularmente algún paso fronterizo para llegar a Europa.

Según la ONU unos 218.000 usaron el Mar Mediterráneo para logar ese objetivo y el resto utilizó la vía terrestre desde Oriente  hasta los Balcanes occidentales.

El fenómeno de los refugiados hacia Europa ha venido para quedarse.  Lo novedoso de este fenómeno es que la mayoría de los refugiados son de religión musulmana (también hay refugiados cristianos provenientes de Siria e Irak respectivamente).  El refugiado no solo deja su país, lleva consigo su religión.  La Europa postcristiana está siendo «evangelizada» por refugiados con trasfondo islámico y ya existen datos de proyección de cuándo esos países europeos serán musulmanes en un par de años.

Por cuestiones de espacio en esta monografía abordaremos algunos términos usados en la Biblia para referirse a los extranjeros o forasteros tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.  Repasar brevemente aspectos teológicos y bases bíblicas que apuntan a la realidad de los refugiados en el Israel del Antiguo Testamento, en los primeros años de la era cristiana y sus implicancias contextuales y pastorales para un ministerio más afectivo.   Finalmente repasaremos las rutas que usan los refugiados para llegar a Europa y así cumplir el sueño de la «tierra prometida».

De eso trata esta monografía, refugiados, forasteros en la Biblia y de la labor pastoral que debe llevar a cabo la iglesia en la realidad de nuestras ciudades.

Esperamos llegar a buen puerto en este intento y aproximación de una pastoral urbana.

I.- Los extranjeros en el Antiguo Testamento

  1. Definiciones

Para comprender a cabalidad el concepto que la gente tenía de los extranjeros en el pueblo de Israel es necesario revisar con detención las expresiones hebreas y griegas que contienen información muy valiosa a la hora de entender como se trataba a los extranjeros en mundos tan distintos como lo fueron los de Antiguo y Nuevo Testamento.  Esta información será muy importante a la hora de hacer una correcta hermenéutica en los contextos locales.  Para tal propósito tomaremos como fuentes a Carlo María Martín, Martín Ocaña Flores, André Wénin y  Elsa Támez quienes aportan datos llamativos en relación a la semántica y etimología de la palabra extranjero.

El cardenal Martín, arzobispo emérito de Milán, en el congreso “Integrazione e integralismo. La via del dialogo è posibile?” organizado por el colectivo Decanato di Cesano Maderno el 19 de enero del año 2000 explicaba el concepto de extranjero de la siguiente forma:

Tres son, al menos, los términos principales de la Biblia hebrea para indicar al “extranjero” y “forastero”; tres términos en los que se puede leer algo de la experiencia padecida y dinámica de Israel y del camino de la revelación en el corazón de este pueblo (de alguna manera nos sugieren también a nosotros una dinámica, un camino): el extranjero lejano (zar), el extranjero de paso (nokri), el extranjero residente o integrado (gher o toshav).[2]

Dichas expresiones describen los términos usados en el Antiguo Testamento y cada una de ellas expresaba un concepto más amplio, Carlo María Martín lo dice así:

La palabra hebrea zar significa el extranjero que habita fuera de los confines de Israel, aquel que es totalmente extraño para el pueblo […]  El segundo término, nokri, se utiliza en referencia al extranjero que está de paso, el que no está estable, aquél que se encuentra de momento en medio del pueblo por motivos de viaje, de comercio (un tipo de “ambulante”) […]  La tercera palabra es gher o toshav y se emplea para el extranjero residente, aquél que, siendo extranjero de origen y no perteneciendo al pueblo hebreo por nacimiento, reside en Israel durante más tiempo de manera estable.[3]

Estos conceptos del Antiguo Testamento sobre los extranjeros los iremos desarrollando y complementando a continuación con los aportes de Ocaña y Wénin respectivamente, quiénes van un paso más allá y nos entregan valiosa información respecto al número de veces que aparecen dichas palabras tanto en el Antiguo en hebreo como en el Nuevo en griego.

Por otra parte y como un dato complementario, Martín Ocaña Flores en su ensayo «Los “extranjeros” en la Missio Dei. Apuntes para una misiología con y hacia los emigrantes» desarrolla aún más la idea de extranjero, lo expresa de la siguiente forma:

Los exegetas hacen una importante distinción entre los términos que usa el Antiguo Testamento para referirse a lo que hoy se conoce como “emigrante”. Así, en el hebreo la palabra ger es la que mejor corresponde con nuestros términos “emigrante” e “inmigrante” a diferencia de nokri. Mientras nokri es el extranjero que está de paso y al que se debe hospitalidad, ger es el emigrante residente (Wénin 2007). El término ger aparece 92 veces y tiene diversos significados: forastero, peregrino, emigrante, huésped, foráneo. El ger debía regirse necesariamente por las reglas internas de Israel (Cervantes 2005:227). En términos generales se puede decir que el ger “no posee tierras y está generalmente al servicio de los israelitas quién es su señor y protector (Deut 24:14).  Él es usualmente pobre, pero como residente disfruta de los derechos de asistencia, protección, y participación religiosa».[4]

Volveremos a citar párrafos muy interesantes de Ocaña flores en relación a los extranjeros en el Nuevo Testamento, no solo hace referencia a Jesús sino que también la realidad de la iglesia apostólica, la visión de los apóstoles Pablo y Pedro respecto al tema de los «xenos».

Si tenemos que incluir a alguien que ha aportado en esta área de la pastoral de los extranjeros es a André Wénin, teólogo belga que enseña exégesis del Antiguo Testamento y lenguas bíblicas en la Facultad de Teología Universidad Católica de Lovaina.  Wénin en su ensayo «Israel, extranjero y emigrante.  El tema de la inmigración en la Biblia» se hace la pregunta «¿Quién es extranjero?» y la respuesta ya no puede ser más acertada:

En el AT se distingue el extranjero que está de paso, y al que se debe hospitalidad (nokri), y el extranjero que reside en el país (ger). Aquí nos referimos a este último.

Un residente es una persona que ha abandonado su clan o su patria y pide asilo en otra comunidad humana que vive en otra parte (Gn 23:4; Ex 2:22; 18:3). Su estatuto está ligado al hecho de no poseer tierra en el lugar de residencia. Por esto se pondrá al servicio de un natural del país que dispone de tierra, pero que no tiene derecho de tratarle como a esclavo (Dt 24:14). Sin embargo, al no gozar de autonomía económica, es a menudo pobre y desprotegido. Como tal, está bajo la protección de Dios (Dt 10:17-18). De ahí la exhortación a amar al extranjero, fundamentada en el hecho de haberlo sido: «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto» (Dt 10:19).[5]

Al terminar este punto de las definiciones incluimos el aporte de Elsa Támez, teóloga mexicana que reside en Costa Rica, de cuna presbiteriana quién ha sentido desde el principio inquietudes  en el campo de las injusticias sociales, opresión y los excluidos, ha escrito también temas relacionados con el papel de la mujer no solo dentro de la sociedad sino dentro de la iglesia.  En relación a los extranjeros escribe un interesante artículo «Migración y desarraigo en la Biblia «y en el punto tres «Actitudes del pueblo hebreo frente al extranjero» define las expresiones hebreas que mencionamos a continuación:

Los términos hebreos Nekar y nokri , al igual que zar , connotan lo extraño, lo diferente a lo propio.  Se trata de otros pueblos, los extranjeros en sentido étnico. Por lo general hay rechazo frente a éstos. El rechazo se acentúa cuando éstos son considerados impuros por los escribas por estar fuera de la ley y los rituales de la purificación […]  Pero el término más interesante para nuestro tema es el de ger, extranjero, inmigrante. […]  No es raro que ger aparezca a la par del término toshab , huésped, peregrino. El toshab depende de alguien y está menos asimilado que el ger . Las costumbres veían la hospitalidad como una virtud muy preciada, un deber frente al peregrino. El huésped era totalmente protegido por el anfitrión.

La razón fundamental del buen trato al ger , repite el texto bíblico, es el hecho de que Israel fue inmigrante (ger) en Egipto.[6]

No podemos negar la riqueza que reside en las expresiones hebreas para referirse a los extranjeros, forasteros, inmigrantes o como quiera que se les llame.  Hay riqueza por cuanto necesitamos comprender a que tipo de extranjero se refieren los textos sagrados del Antiguo Testamento, y dependiendo de la expresión entenderemos el texto bíblico.  Algo muy necesario a la hora de hacer una buena exégesis, en especial de los pasajes del Pentateuco, es muy interesante que las leyes relacionadas con los extranjeros estuvieran en el corazón mismo de la legislación del pueblo hebreo, es decir, se presta atención a los extranjeros en el texto jurídico más importante y eso nos debe llamar la atención.  De la misma forma debería ser para nosotros en nuestros contextos locales, no considerar a los extranjeros como algo periférico o secundario, que en algún momento será tratado o revisado.  Una sociedad que mira para el lado y se hace la desentendida y una iglesia que no proclama un mensaje integral que incluya a los extranjeros, viudas y huérfanos no ha comprendido la verdadera religión, en palabras del apóstol Santiago, que menciona a los huérfanos, viudas y por ende a los extranjeros (Stg. 1:27).

  1. Bases bíblicas
  2. Dios quiso que Israel siempre recordara su origen de inmigrante

Deuteronomio 26:5

Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa.

  1. Por eso el inmigrante ha de ser bien tratado:

Éxodo 22:21

Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.

Éxodo 23:9

Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

Levítico 19:33

Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis.

Jeremías 22:3

Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar.

Zacarías 7:10

No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano.. Cf. Malaquías 3,5

  1. La ley debe ser la misma para el nativo que para el inmigrante:

Éxodo 12:49

La misma ley será para el natural, y para el extranjero que habitare entre vosotros.

Números 15:16

Una misma ley y un mismo decreto tendréis, vosotros y el extranjero que con vosotros mora.

  1. La ley obliga a proveer por los inmigrantes

Levítico 19:10

Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios

Levítico 23:22

Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu siega; para el pobre y para el extranjero la dejarás. Yo Jehová vuestro Dios.

  1. La ley exige que se ame al forastero

Levítico 19:34

Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.

Deuteronomio 10:19

Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.

  1. El forastero es incluido en la vida de la comunidad

Deuteronomio 16:14

Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones.

  1. Dios ama al forastero y lo defiende

Deuteronomio 10:18

(Dios) que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido.

Deuteronomio 27:19

Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Salmos 146:9

Jehová guarda a los extranjeros;  Al huérfano y a la viuda sostiene, Y el camino de los impíos trastorna.

  1. El forastero debe también conocer y obedecer a Jehová

Deuteronomio 31:12

Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley;

  1. Leyes prácticas en la Torá

Extranjero es un término con que la RV traduce varias palabras hebreas y griegas que, a su vez, denotan conceptos diferentes de lo que era un extranjero. Advenedizo y forastero son sinónimos del término y se intercambian en el paralelismo hebreo.

El guer o tosab  era el gentil deseoso de relacionarse con el pueblo de Dios. Estaba dispuesto a acatar las leyes judías. Merecía misericordia y justicia, porque también el padre Abraham fue extranjero en Canaán (Gén. 12:1-9) y los israelitas, como pueblo, vivieron como extranjeros en Egipto (Éx. 22:21; Deut. 23:7).

Una vez establecidos en Palestina, los israelitas estaban rodeados de otras razas y adeptos de otras religiones. Para estos guerim Moisés dictó leyes especiales que les protegían y trataban con equidad (Éx. 12:19; Éx. 20:10; Lev. 25:47). Sin embargo, declararon enemistad para siempre con siete pueblos de Canaán (Deut. 7:1-4; véase nokri abajo) y debían mantenerse separados de los moabitas y amonitas hasta la décima generación (Deut. 23:3). Pero los nietos de los egipcios y los edomitas, como los demás guerim, podían recibirse en la comunidad israelita (Deut. 23:7).

Algunos profetas, notablemente Jonás e Isaías (Is. 2:2-4; Is. 19:23; Is. 49:6;), vislumbraron testificar de su fe algún día con las grandes naciones. Sin embargo, imperó la tendencia de aislarse por completo de las corrientes paganas. Aun así muchísimos judíos asimilaron esas corrientes.

Los términos nokri o zar designaban a los extranjeros viajantes o comerciantes. Disfrutaban del derecho de ser bien recibidos, pero no podían entrar en el templo (Eze. 44:7-9), ni ofrecer sacrificios (Lev. 22:25). No participaban en la comida pascual (Éx. 12:43). Políticamente seguían fieles a otros soberanos y en lo religioso celebraban cultos diferentes. Estos eran los incircuncisos, los gentiles, los bárbaros. También se designaba con estos nombres al judío pérfido (Sal. 54:3). En sentido figurado el israelita seguía siendo extranjero sobre la tierra (Lev. 25:23; 1 Cr. 29:15; Sal. 39:12; Sal. 119:19).

  1. Implicancias contextuales

El tema de los refugiados, inmigrantes, extranjeros y forasteros es un tema actual y contingente.  Casi a diario salen tanto en la prensa escrita como en la televisión, noticias e imágenes muy duras de gente que solo quiere huir del horror de la guerra o de anhelar lo más básico que un ser humano pueda aspirar en la vida: pan, techo y abrigo.  

En relación a este tema, Israel como nación experimentó en carne propia este dolor, emigró a Canaán, luego a Egipto y de vuelta a Canaán, convivió en una misma tierra con muchos otros pueblos, sufrió la deportación a Asiria y Babilonia y finalmente la tierra fue ocupada.  ¿Sacó algún provecho la nación de esta experiencia?  La respuesta es un sí rotundo, aprendió mucho, otra cosa es que la nación haya aplicado los mismos principios con otros pueblos.

Lo interesante y notable es que la nación escribió en el corazón de su legislación respecto al extranjero, estableciendo principios de igualdad y prescribiendo toda discriminación. La pregunta lógica es,  ¿No será porque interiormente la nación se sentía extranjera?  La respuesta de nuevo es un sí rotundo.  En Éxodo 13:17-18, 21-22 Dios acompañaba al pueblo. Dios estaba allí, y será el acompañante de los emigrantes que van por el mundo, procurando protegerles y encontrar un cobijo seguro para ellos. Es importante recordar que esta actitud hacia los emigrantes incluye el cuidado de los refugiados. Dios abasteció de maná y agua al pueblo para que pudiera sobrevivir.

Los hebreos finalmente llegaron a la tierra de Canaán y se prepararon a entrar en la Tierra Prometida: entraron y tomaron posesión de la tierra de los cananeos, los cuales quedaron como refugiados y desplazados en su tierra. La alegría de los hebreos provenía de la destrucción y desplazamiento de los cananeos: no puede haber vencedores sin víctimas.

Al mismo tiempo que detalla la entrada en la Tierra Prometida, la Biblia contiene también instrucciones para el pueblo sobre la manera de actuar en el país; una de las primeras se encuentra en Deuteronomio 10: 17-19: «Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto».

El Deuteronomio comprende numerosas enseñanzas sobre la manera en la que debe cuidar el pueblo de Dios al extranjero. En Deuteronomio 14:29  leemos: «Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren».

He aquí otros pasajes del Deuteronomio:

  • 23:7: “No aborrecerás al edomita, porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque forastero fuiste en su tierra».
  • 24:17: “No torcerás el derecho del extranjero ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda».
  • 24:19: «Cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos».

Todo el capítulo 26 del Deuteronomio es importante, porque muestra la relación de cada uno con sus antepasados y la responsabilidad que el pueblo de Dios tiene de cuidar al extranjero. Tenemos un ejemplo en Deuteronomio 26:5b: “Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa…” Esto nos recuerda que somos en la tierra descendientes de nómadas.

En efecto, cuidar al extranjero es tan importante que Deuteronomio 27:19 declara: «Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.»

En Israel había una trilogía típica de los excluidos y marginados: extranjeros, viudas y huérfanos.  Israel mismo como nación experimentó en carne propia esa realidad, lo dice el texto con claridad: «Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto» (Éx. 23:9).  La nación conoció lo duro que fue ser un errante, un forastero en la tierra, el texto de Deut. 26:5 era conocido por todos, como recordatorio en el tiempo: » Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa.» El padre Abraham fue un extranjero constante, su vida fue un peregrinaje continuo, sin sentirse a gusto en un lugar al cual no pertenecía ni tierra donde sepultar a sus muertos (Gn. 23:4).  Su historia podría ser la de alguien que no poseía nada pero en el fondo era alguien que llevaba la bendición a las naciones.

Israel desde el principio experimentó procesos migratorios: Al descender a Egipto (Gn. 42:1-8) y su salida de Egipto en el éxodo a una tierra «buena y espaciosa».  Dios les acompañó siempre.

II.- El extranjero y forastero en el Nuevo Testamento

Tal como vimos en las definiciones del Antiguo Testamento bajo la óptica hebrea, repasemos las definiciones de extranjeros en el mundo griego, para ellos nos apoyaremos en los escritos de Ocaña Flores y Elsa Támez respectivamente. En su ensayo Ocaña Flores nos da una excelente definición de extranjero en el contexto del Nuevo Testamento, él dice:

Cada una de las expresiones tiene su matiz propio que va desde “huésped” o “invitado”, pasando por vecino, prójimo y hasta “enemigo”. Veamos entonces en detalle: xenos. Se refiere en términos más amplio a extranjero. Según la cultura griega era sinónimo de bárbaro. Para los romanos los “politai” (eran) los no ciudadanos que carecían de derechos. Algunas veces (eran) considerados como bandidos o enemigos. Los xenoi también deben de haber aguantado hambre y sed, sufrido enfermedades, cárceles, y toda clase de peligros y dificultades. Socialmente son los más insignificantes (en griego: elaskitos), es decir, los pequeños (Mt 25:40-45). Jesús se identifica con los xenoi. […]  No aparece en el Nuevo Testamento ninguna palabra técnica equiparable a la categoría legal y social del ger (inmigrante o extranjero) de los textos legales del Antiguo Testamento. “En el NT los términos relacionados con el “emigrante” son paroikos y parepidémos. El término paroikos aparece cuatro veces y significa emigrante, extranjero, forastero, peregrino y vecino (Hch 7,6.29; Ef 2,19 y 1 Pe 2,11). El término parepidémos aparece tres veces (Heb 11,13 y 1 Pe 1,1; 2,11) y se suele traducir como advenedizo, extranjero, emigrante, transeúnte o peregrino” (Cervantes 2005:231).[7]

Por su parte Elsa Támez en su artículo «Migración y desarraigo en la Biblia» expone en relación a los extranjeros:

Los términos hebreos Nekar y nokri , al igual que zar , connotan lo extraño, lo diferente a lo propio. En griego corresponden al término allotrios, zenos. No se trata necesariamente del inmigrante […]  Y muy probablemente, las palabras de Jesús en Mt.25,34‐35, en las cuales usa zenos para forastero, tengan en mente el ger veterotestamentario.[8]

Hay algunos términos que tienen su correspondencia tanto en hebreo como en griego, otros no.

  1. El caso de Jesús

Tenemos un registro notable de la vida y obra de Jesús en los evangelios, en especial de Mateo y Lucas quiénes aportan datos relacionados con el tema que estamos tratando.  Veamos cuáles son:

  1. El evangelio de Mateo nos presenta los primeros años de la vida de Jesús donde el niño experimenta una dramática emigración como extranjero (Mateo 2: 14-15).
  2. Lucas nos muestra la realidad del niño que no tiene lugar en la ciudad para nacer, realidad que sufren muchos niños extranjeros, peor si son inmigrantes. (Lucas 2:7)
  3. La vida de Jesús estuvo marcada por el rechazo de los suyos que no le recibieron (Jn. 1:11).
  4. La muerte de Jesús se produjo fuera de la ciudad (Heb. 13:12) como un vívido testimonio e identificación solidaria con los excluidos y rechazados de este mundo.

Es cierto que Jesús le indicó a los discípulos que debían «ir a las ovejas perdidas de Israel» (Mt. 15:24; 10:5-6) pero en los evangelios tenemos registro de varias veces donde Jesús tiene encuentros con extranjeros.  Estos diálogos son muy enriquecedores entre Jesús y los extranjeros, es decir, reciben algo y dan algo.

¿Con quiénes se encontró Jesús?

  1. El centurión romano (Mt. 8:5-13) Jesús se admira de la fe de un extranjero
  2. La mujer cananea (Mt. 15:21-28) Jesús se maravilla de la fe de esta mujer.
  3. La mujer samaritana (Juan 4) Jesús tiene una cita con una extranjera rompiendo prejuicios.

Jesús pasó toda su vida desplazándose. Llamó a sus discípulos y les pidió que dejaran lo que estaban haciendo y le siguieran.  Jesús comprende la situación difícil de los extranjeros y se hace eco del mandato de la Biblia de tratar con justicia a los extranjeros.

  1. Los extranjeros en los evangelios

El razonamiento más convincente que Cristo da para cuidar al extranjero se puede encontrar en Mateo 25: 35-41.  Allí, él da en herencia el Reino a los que han cuidado de él y dice:

» porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme…En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

En Mateo 25:40, Jesús dice abiertamente que todos, comprendidos los que podrían considerarse los “últimos de todos”, son miembros de la familia. Así como nosotros nos consideramos miembros de su familia, es evidente que estemos allí todos juntos para cuidar los unos de otros. A la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús responde con la parábola del Buen Samaritano, Lc 10:33: Este samaritano que iba de camino, vio a un hombre, que sin duda no le hablaría porque no era samaritano, golpeado y que tenía necesidad de ayuda. Al verle tuvo compasión; y acercándose, cuidó de él”. Al samaritano se le consideraba extranjero, “no de los nuestros”, ni ciudadano del país; las gentes del lugar no deseaban su presencia, y sin embargo, él, el extranjero es el que ayuda al hombre caído en manos de los ladrones. Se muestra compasivo y responde con amor al que podría considerar su enemigo. Y por esto en la historia se le conoce por “Buen Samaritano”.

La vida de Jesús es una vida de servicio a los demás, sin tener en cuenta su nacionalidad. Se puede ver este servicio a los extranjeros en Lc 17: 11-19, en la curación de los leprosos. Diez fueron curados, pero uno solo volvió glorificando a Dios. En los versículos 17-18, el extranjero es el único que vuelve “y Jesús dice: “¿No quedaron limpios los diez?” ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?” Jesús ha ofrecido a todos su amor que cura. Y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo.

Jesús no fue sólo un refugiado y un emigrante. Fue también un ‘sin papeles’ desde su infancia hasta el final de su vida. Sabemos que fue crucificado “fuera de las puertas” de la ciudad porque no era ciudadano de allí (Hebreos 13:12). Como cristianos sabemos que murió por los pecados del mundo, pero en aquel tiempo las implicaciones teológicas de su muerte no se tenían en consideración cuando le condenaron. Jesús fue crucificado porque defendía a los oprimidos y marginados de su tiempo, y los poderes religiosos y políticos temían que suscitase levantamientos entre los pobres. Los Romanos creían que Jesús quería derribar a los poderosos. Él estaba junto al extranjero, al residente, al emigrante, al jornalero, al más pequeño, al último, al perdido. No gozaba derechos de ciudadanía (era como un emigrante del mundo, indocumentado). Y porque no tenía este derecho, tuvo que ser crucificado a las puertas de la ciudad. Sufrió para que otros no tuvieran que padecer lo mismo.

Por eso el libro de Hebreos dice que nos convenía un Sumo Sacerdote como Cristo, que se compadeciera en todo con los dolores de la humanidad, y que más dolor que el que experimentan los extranjeros al dejar sus países para buscar un tierra mejor.  Jesús sabía de eso desde su infancia temprano al huir a Egipto y buscar protección de la amenaza de muerte y persecución.

  1. Los extranjeros en las epístolas

Por cuestión de espacio solo mencionaremos aspectos generales relacionados con los extranjeros en las epístolas.  Sin embargo, hay información muy interesante que destacaremos.

Elsa Támez nos aporta información muy interesante relacionada con la diáspora, ella dice:

En el Nuevo Testamento, la primera carta de Pedro es enviada a los extranjeros (parepedemois) de la diáspora (diasporas) de Ponto Galicia, Capadocia, Asia y Bitinia. De acuerdo a John Elliot, se refiere a aquellos cristianos inmigrantes pobres, discriminados, llamados peregrini en el idioma de los romanos, el latín. […]  Esto posiblemente valga también para la carta de Santiago, dirigida “a las doce tribus de las diáspora” (Stg. 1,1). Es importante recordar que la diáspora fue clave para la difusión del evangelio.[9]

Ocaña Flores plantea una pregunta muy esclarecedora respecto a los extranjeros y ésta es su respuesta:

¿Quiénes son los “emigrantes” de 1:1? José Cervantes, siguiendo a Elliott (1995), sugiere que se trata de esclavos, siervos y una gran multitud de extranjeros “sin pertenencia a ninguna clase social y sin patria ni hogar, y que carecían de derechos de ciudadanía en su patria anterior o allí donde residían anteriormente” (Cervantes 2005:233). Esto explicaría la precariedad –y los diversos sufrimientos- de los receptores de la carta de Pedro. Más adelante Pedro habla del “tiempo de vuestra peregrinación” (gr. paroikías humón jrónon, 1:17), e incluso “reconoce la situación y condición política y jurídica y social de los cristianos como extranjeros que residían en las comunidades de Asia Menor mencionadas al comienzo de la carta” (Cervantes 2003:1114) en la expresión “extranjeros y peregrinos” (gr. paroíkous kaí parepidémous, 2:11).[10]

Reforzando la hospitalidad bíblica, el Nuevo Testamento estimula a reconocer oficialmente a cada persona. Hebreos 13, 1-3 insiste: “Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad, gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo.” La palabra griega para la hospitalidad es “philoxenos”, que significa amor por el extranjero; era considerada como la característica fundamental de los primeros discípulos de Cristo. El mandato ya existía, y quedará claro : incluir en su vida la hospitalidad que no excluye a nadie, reconocer que Cristo viene a nosotros bajo forma de extranjero; estar con los presos, los perseguidos, los sin papeles, los refugiados, los emigrantes, los inmigrantes , los extranjeros. A lo largo del Nuevo Testamento, vemos a personas que se desplazan libremente, sin fronteras, y vemos una vida nueva, porque su vida ha cambiado al estar en contacto con Cristo o con sus discípulos. Pablo refuerza esta enseñanza en Romanos 12:13: “…compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”

Para el apóstol Pablo ya no habían distinciones de clases sociales, étnicas ni sexuales, con claridad se lo hace saber a la iglesia en la región de Galacia (Gal. 3:28).

Los primeros discípulos creían que estaban en esta vida como extranjeros en marcha hacia el Reino celestial. En la 1 Pedro 2: 11-13  les recuerda que son extranjeros y forasteros en este mundo. Son el origen de una larga fila de peregrinos y forman parte del ciclo migratorio permanente de la Biblia, como respuesta al mandato de Dios, las enseñanzas de Cristo y la dirección de Espíritu Santo. El Nuevo Testamento termina con el Apocalipsis, escrito por San Juan en el exilio en la isla de Patmos. La historia bíblica que había comenzado con la emigración termina con la emigración y el exilio, y aún continúa porque Dios acompaña a cada emigrante en su camino de esperanza. Y prosigue lejos, hacia el futuro de la nueva Jerusalén, la ciudad de Dios, que llega, viniendo de los cielos a la tierra. Cuando llegue esto, el círculo de la emigración habrá terminado y el mundo será nuevo.

  1. Implicancias contextuales

Llegando casi al final de esta reflexión nos debemos hacer algunas preguntas que quizá queden sin respuestas concretas, pero por lo menos nos hemos atrevido a pensar el papel que le toca desempeñar a la iglesia en un tema de relevancia y contingencia innegable.

¿Cuántas iglesias tienen ministerios para los extranjeros y emigrantes residentes? El mandato de Dios insiste a menudo en la Biblia sobre el cuidado de la viuda, del huérfano, y del extranjero. Y aunque no es muy corriente encontrar en las iglesias ministerios para las viudas y los huérfanos, es todavía más extraño encontrarlos para los extranjeros en el país. Preguntémonos: ¿Cuáles son los tres grupos de personas a las cuales Dios nos pide que atendamos según la Biblia?

Jesús que tenía un hogar en Capernaúm, pero en muchas ocasiones durante sus viajes no tenía un lugar donde reclinar su cabeza. Los emigrantes de hoy, también ellos tienen una casa en su país, pero no tienen un lugar donde reclinar la cabeza en el país donde han emigrado.  Mateo 25:35-41 es una respuesta al mandato de ofrecer hospitalidad al extranjero. Comida a los refugiados  de aquí o de lejos; agua a los emigrantes que atraviesan el desierto; una iglesia abierta al extranjero que no sabe a dónde ir; vestidos a los emigrantes recién llegados al norte o a los refugiados que han sido alojados en tu ciudad; cuidados médicos a los trabajadores emigrantes e inmigrantes, a los  refugiados, a los que piden asilo; visitar las cárceles donde están detenidos los que piden asilo y los inmigrantes. Responder a estas necesidades puede llevarnos a crear en nuestras comunidades y en nuestra región un nuevo ministerio para los extranjeros, lo que sería un medio de practicar la hospitalidad inclusiva.

Si el extranjero es visto como una persona, ya que la iglesia es extranjera y peregrina a la vez, dará un valioso aporte a toda la sociedad.  El extranjero es nuestro prójimo más cercano.

III.- Refugiados  en Europa

El desafío que nos planteó el estratega Luis Bush de ir a los países musulmanes de la Ventana 10/40 sigue en pie.  Aunque tengamos que chocar de frente con  los muros culturales, idiomáticos, políticos y religiosos de los países donde el Islam es la religión mayoritaria.  Ese era el desafío en el año 1990.  Alguien ha dicho que tenemos un Dios que se mueve a través de la historia.  Pues bien, si la Iglesia de Cristo no comprendió ni el mensaje ni el desafío de Luis Bush de ir a la Ventana 10/40 y alcanzar a los musulmanes con el mensaje del Evangelio, entonces Dios está trayendo a los refugiados a Europa para que les podamos compartir las Buenas Nuevas del mensaje del evangelio sin las presiones que existirían en sus países de origen.

Lo que es visto como un problema para los gobiernos de la Unión Europea debe ser visto como un movimiento estratégico de parte de Dios para movilizar a la Iglesia en el cumplimiento de la Gran Comisión.  En otras palabras, Dios está moviendo a diferentes etnias de Oriente Medio, Asia, África y a creyentes de países de Latinoamérica para confluir en Europa en una gran cita de culturas, etnias, idiomas y costumbres en torno al mensaje que puede transformar las vidas de cientos de personas que han dejado su hogar, su tierra, su parentela y pueden encontrar el sentido real de sus vidas a través de Jesucristo, de un auténtico mensaje cristiano desprovisto del ropaje cultural, de costumbres occidentales que los musulmanes no entienden.  Todos estos grupos de personas provenientes de tantos lugares necesitan que les acerquemos el mensaje, por algo han venido, no solo por huir de la guerra, hambre o pobreza.  Tenemos como nunca la oportunidad y desafío de alcanzar a cientos de personas, a los «hijos de Ismael» y a los gentiles con el mensaje de Jesús.  Los refugiados ya están en Europa son parte del paisaje de muchos países de la Unión Europea, los vemos en las calles céntricas, en las paradas de los autobuses, en barrios específicos para inmigrantes, vendiendo gafas y bolsos de dudosa calidad.

¿De qué países vienen y por dónde entran a Europa los refugiados?

  1. Las rutas de los refugiados

Según Frontex[11] las principales rutas de los refugiados son:

La ruta del este del Mediterráneo del Europa

Esta ruta es usada por sirios, afganos y somalíes. En 2014, 50.831 personas trataron de entrar en Europa a través de esta opción. La ruta, que discurre a través de Turquía, se ha convertido en la segunda con mayor número de entradas ilegales.

La ruta de los Balcanes

La ruta de los Balcanes se ha convertido en los últimos meses en una de las entradas terrestres con mayor afluencia de indocumentados. Es la vía que eligen para entrar por Europa aquellos que entra desde Grecia y que escondidos en trenes, cruzan ilegalmente al corazón de la UE. Esta ruta ha experimentado un gran ascenso en el último año. Si en 2013, entraron 19.950 indocumentados, en 2014 lo hicieron 43.360. Kosovo, Afganistán y Siria son las nacionalidades de los inmigrantes.

La ruta Apulia y Calabria

Esta ruta se refiere a la migración irregular procedente de Turquía y Egipto y también incluye los movimientos migratorios entre Grecia e Italia. La mayoría de los migrantes que utilizan esta ruta inicialmente entraron en el espacio Schengen por el cruce de la frontera terrestre entre Turquía y Grecia. Un número creciente de migrantes, por lo general de Asia, afirman que han estado viviendo en Grecia durante varios años pero debido a la crisis están probando suerte en otros países europeos. A diferencia de las otras rutas por el Mediterráneo, los traficantes usan embarcaciones de recreo para no llamar la atención.

La ruta del Mediterráneo Central

La ruta de la muerte por excelencia. Es el trayecto que usan los inmigrantes que huyen de Siria, Libia, Yemen o el cuerno de África. En 2014, entraron 170.757 personas. La gran mayoría, 39.651, procede de Siria, de Eritrea, llegaron 33.559 personas y de África Subsahariana, 23.340.

La ruta del Mediterráneo Occidental

Esta es la ruta que eligen los indocumentados que quieren llegar a Europa a través de la Península Ibérica, y los enclaves de Ceuta y Melilla. Un total de 7.842 inmigrantes llegaron a Europa a través de esta ruta que utilizan personas de Camerún, Argelia y Mali, principalmente.

La ruta de África Occidental

Este trayecto lo utilizan los indocumentados para entrar en Europa, a través de las Islas Canarias. Marroquíes, senegaleses y guineanos utilizan esta ruta. Para ello utilizan cayucos de madera o pequeñas embarcaciones como las pateras. En 2008 se batieron todos los récords de entradas ilegales, al contabilizarse 31.600. En 2014, esta cifra bajó considerablemente y se sitúa en 275 personas. 

  1. Gráficas de las rutas de los refugiados

Gráfico 1: rutas migratorias europeas[12]

Nota: Puede visitar el enlace que se cita a pie de página para información más detallada.

Gráfico 2: El cruce de los inmigrantes hacia Europa vía Mar Mediterráneo.

Gráfico 3: ¿De dónde vienen los inmigrantes?

Gráfico 4: ¿A qué países de Europa van los inmigrantes?

Gráfico 5: Ubicación de inmigrantes muertos y desaparecidos

Gráfico 6: Rutas migratorias generales hacia Europa

 Conclusiones

 Antes de concluir esta breve reflexión en torno a los extranjeros desde la perspectiva bíblica es necesario resumir este pensamiento.  Para tal efecto creo muy acertada la reflexión que hace Jorge Henrique Barro en su artículo: «La misión integral de Dios en la ciudad: perspectivas bíblicos-teológicas» del libro Missao Integral Transformadora, en relación al papel de la iglesia en la ciudad dice:

«Veo que Dios desea que su iglesia sea:

Un centro de hospitalidad para la ciudad.  La visión de Dios en ese contexto es que su iglesia sea un lugar donde todos sean bien recibidos.  Un centro de hospitalidad es un lugar de bienvenidas.  Un lugar donde las personas se puedan sentir en casa, una comunidad que demuestre atención con los extranjeros.

Un centro de refugio donde los de afuera, los extranjeros, los pobres, los débiles, los perseguidos y los no amados puedan encontrar un santuario. ¡Quién fue alcanzado como fruto de la misericordia no puede ofrecer otra cosa que la propia misericordia!

Un centro de misericordia, esperanza y vida.  La iglesia es Betesda.  Una casa de oración es una casa de misericordia.  Una casa de oración es una casa de esperanza.  ¡Una casa de oración es una casa de vida!

Un centro señalizador del Reino.  Esto significa desafiar los valores y normas de este mundo y aportando los valores del Reino de Dios y su justicia.  Una iglesia inclusiva y abierta, unida en la diversidad, una comunidad de la compasión.  Esta iglesia es como un faro que señala el camino, el camino al reino de Dios.[13]

Eso debería ser la iglesia en la ciudad para los extranjeros.  ¿Quién se opondría ante tales propuestas?  Debemos reconocer que nos queda mucho camino por recorrer en este tema.  Lo importante es comenzar con la reflexión, lo que de alguna forma esperamos de paso a la acción concreta de programas de acogida, cuidado y ministerio hacia los extranjeros.

Por su parte Elsa Támez hace una interesante observación con implicancias teológicas, ella dice:

«El inmigrante tiene derecho a guardar los recuerdos de su identidad, a alimentarse de sus propias raíces. Esto se facilita si se une a los demás inmigrantes de su cultura, formando “colonias patrias”, y si mantiene algún contacto con su propia lengua, sin complejo de inferioridad, es indispensable. Todo ello le da al inmigrante sentido de pertenencia y le ayuda a enraizarse, el tiempo que quiera, en el lugar que desee.

El Dios de la Biblia explícitamente se coloca como aquel que defiende al forastero pobre, al inmigrante que no tiene quien le defienda».[14]

Y quisiera terminar esta breve reflexión con las palabras del Reverendo Joan M.Maruskin, en su conferencia de “Church World Service Immigration and Refugee Program Washington Representative», él a modo de declaración expresa:

Trabajando para las personas desplazadas, afirmamos:

  • el carácter sagrado de toda vida humana, sin distinción de edad, competencias, etnias, género, clase, nacionalidad, raza y religión; y el de la creación.
  • Los valores bíblicos de amor, justicia y paz por los marginados y las personas desplazadas, contribuyen a la visión de Dios por un mundo justo, unido y abierto por una comunidad alternativa de comunión donde todos serán hermanos y hermanas.
  • El desafío bíblico de construir una comunidad inclusiva trabajando con personas desplazadas. 
  • La llamada bíblica a la hospitalidad a favor del extranjero compartiendo el pan con él, etc.

Mirando la Biblia desde el punto de vista de Dios y de la persona desplazada, es evidente que Dios está del lado de su pueblo emigrante en su camino de esperanza.

Sobre el autor:

Marco Ogalde Gallardo, Profesor de la Facultad de Teología de Las Asambleas de Dios de España de la cátedra de Angelología, Antropología y Hamartiología.  Profesor del Centro Superior de Teología de Las Asambleas de Dios de España de las cátedras de Angelología, Antropología y Hamartiología, Bibliología e Historia del Nuevo Testamento en su modalidad e-learning.  Sirve como traductor del inglés al español de los materiales de Global University en su programa Berea. Ha servido en las misiones transculturales en India por cuatro años.  Es candidato a Máster en Teología Dogmática por la Facultad Internacional de Estudios Teológicos (Argentina) y por South African Theological Seminary (Sudáfrica).  Actualmente sirve en el pastorado junto a su esposa Marilú y su hijo Rodrigo en la ciudad de Zaragoza en la Iglesia Betel en Aragón.

 

Bibliografía

Bakke Raymond, «Misión integral en la ciudad», Ed. Kairós, 2002, Buenos Aires

Barro Jorge Henrique, «Missao Integral Transformadora, Ed. Descoberta, 2005

Bosch, David. Misión en Transformación, Libros Desafío, 2005

Cate, Robert L. Teología del Antiguo Testamento, Casa Bautista de Publicaciones

Cox, Harvey. La ciudad secular, Ediciones Península. 1973

Martini Carlo María, «El extranjero en la Escritura», Ed. Sal Terrae, Los inmigrantes en España. ¿Qué acogida? ¿Qué integración, mayo 2001, Tomo 89/5 (n.1045), pp. 419-426.

Ocaña Flores Martín, «Los extranjeros en la Missio Dei», Teología y cultura, año 9, vol. 14 (noviembre 2012)

Támez Elsa, «Migración y desarraigo en la Biblia«, PDF

Von Rad, Gerhard. Teología del Antiguo Testamento, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2000

Wénin André, «Israel, extranjero y emigrante: El tema de la inmigración en la Biblia»,  PDF

__________ «Migraciones y vida religiosa», Cuadernos CONFER nº33

Art. «Inmigrantes y refugiados de camino a Europa», extraído de

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Art. «Principales rutas inmigración Europa», extraído de

http://www.teinteresa.es/mundo/Principales-rutas-inmigracion-Europa_0_1342666867.html (recuperado el 4 de Agosto de 2015, 12:46 hs.)

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Art. «Migratory Routes Map», extraído de

http://frontex.europa.eu/trends-and-routes/migratory-routes-map/ (recuperado el 4 de Agosto de 2015, 23:49 hs.)

www.e-sword.net

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www.frontex.europa.eu

www.fmm.org

www.elmundo.com

www.seleccionesdeteologia.net

http://justiciaypaz.dominicos.org/documentos.aspx

_________________________________________

 

Notas:

[1] La Primavera Árabe hace referencia a una serie de alzamientos populares en los países árabes acontecidos desde 2010 hasta la actualidad.

[2] Carlos María Martín, «El extranjero en la Escritura», Ed. Sal Terrae, Los inmigrantes en España. ¿Qué acogida? ¿Qué integración, mayo 2001, Tomo 89/5 (n.1045), pp. 419-426.

[3] Ibid

[4] Martín Ocaña Flores, Los “extranjeros” en la Missio Dei .  Apuntes para una misiología con y hacia los emigrantes.  Teología y cultura, año 9, vol. 14 (noviembre 2012)  ISSN 1668-6233, p. 96

[5] André Wénin, Israel, extranjero y emigrante.  El tema de la inmigración en la Biblia», Israël, étranger et migrant. Réflexions à propos de l’immigré dans la Bible, Mélanges de Science Religieuse 52 (1995) 281-299.

[6] Elsa Támez, Migración y desarraigo en la Bibliahttp://justiciaypaz.dominicos.org/documentos.aspx

[7] Martín Ocaña Flores, Los “extranjeros” en la Missio Dei .  Apuntes para una misiología con y hacia los emigrantes.  Teología y cultura, año 9, vol. 14 (noviembre 2012)  ISSN 1668-6233, p. 103

[8] Elsa Támez, Migración y desarraigo en la Bibliahttp://justiciaypaz.dominicos.org/documentos.aspx

[9] Elsa Támez, Migración y desarraigo en la Bibliahttp://justiciaypaz.dominicos.org/documentos.aspx

[10] Martín Ocaña Flores, Los “extranjeros” en la Missio Dei .  Apuntes para una misiología con y hacia los emigrantes.  Teología y cultura, año 9, vol. 14 (noviembre 2012)  ISSN 1668-6233, p. 106

[11] Agencia especializada en temas de Inmigración en la Unión Europea.  http://www.fontex.europa.eu

[12] http://frontex.europa.eu/trends-and-routes/migratory-routes-map/

[13] Jorge Henrique Barro, » La misión integral de Dios en la ciudad: perspectivas bíblicos-teológicas», «Missao Integral Transformadora, Ed. Descoberta, 200.  pp. 13-14

[14] Elsa Támez, Migración y desarraigo en la Bibliahttp://justiciaypaz.dominicos.org/documentos.aspx

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