Josué Zamora Lobato
Sumario
La sociedad posmoderna grita su vacío en medio de las tendencias, el relativismo moral y el egoísmo hedonista, por ello la iglesia no puede relajarse en su influencia, sino dar respuesta a dicha realidad por medio de la cruz. Una iglesia que viva en la centralidad y experiencia de la cruz, llevará a cabo su propósito y razón de ser de forma saludable y eficaz.
El Nuevo Testamento explica la realidad de la cruz de Cristo la cual es reconciliación de Dios para con los hombres (Cf. Ef. 2:11-22). Sin embargo, existe una aproximación a los sinópticos respecto de la llamada de Jesús al seguimiento, que implica en dicha vinculación la cruz propia del individuo. La cruz, por lo tanto, en cuanto a la persona llamada por Jesús contiene una serie de implicaciones que trato de responder en la ética de la cruz, pero que están basadas propiamente en la negación del yo. Seguir a Cristo y vincularse a él implica que el individuo antes debe tomar su cruz, y por ende desprenderse de todo aquello que está primero a él. Así la cruz es respuesta al yo hedonista que se subleva en el cristiano para alcanzar sus intereses y más ambiciosos beneficios. Con todo, la cruz es sufrimiento y rechazo, es humillación y dolor, pero al mismo tiempo, contiene un sentido kenótico en el cual su sufrimiento tiene un sentido y propósito hasta conducirle a su exaltación. Pero no una honra y gloria en cuanto a consideraciones humanas, sino que más bien, su sentido y propósito apunta a una recompensa futura y eterna.
El cristiano crucificado, por tanto, es aquel que renuncia a su vida y posesiones con el fin de aceptar la llamada de Jesús al seguimiento, y en dicha vinculación convertirse en un sincero y excelente discípulo.
Abstract
Postmodern society screams its emptiness in the midst of trends, moral relativism and hedonistic selfishness, therefore the church cannot relax in its influence, but rather respond to this reality through the cross. A church that lives in the centrality and experience of the cross will carry out its purpose and reason for being in a healthy and effective way.
The New Testament explains the reality of the cross of Christ, which is God’s reconciliation with men (cf. Eph. 2: 11-22). However, there is an approach to the synoptics regarding the call of Jesus to follow him, which implies in this connection the individual’s own cross. The cross, therefore, regarding the person called by Jesus contains a series of implications that I try to answer in the ethics of the cross, but which are properly based on the denial of self. Following Christ and being linked to him implies that the individual must first take up his cross, and therefore detach himself from everything that he prioritizes. Thus the cross is a response to the hedonistic self that revolts in the Christian to achieve its own interests and more ambitious benefits from him. However, the cross is suffering and rejection, it is humiliation and pain, but at the same time, it contains a kenotic sense in which the Christian’s suffering has a meaning and purpose until it leads to exaltation. Not an honor and glory in human terms, but rather, its meaning and purpose points to a future and eternal reward.
The crucified Christian, therefore, is one who renounces his life and possessions in order to accept the call of Jesus to follow, and in this way become a sincere and excellent disciple.
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