Libertad y Destino

LIBERTAD Y DESTINO

– INVESTIGACIÓN SOBRE EL DETERMINISMO Y EL INDETERMINISMO EN OCCIDENTE Y BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA BÍBLICO-TEOLÓGICA –

TESINA PRESENTADA EN LA FACULTAD DE TEOLOGÍA ASAMBLEAS DE DIOS

COMO ASPIRANTE A TÍTULO DE GRADO EN TEOLOGÍA

 

CURSO INSTITUCIONAL

POR:

Kammila Deany Muñoz Rodríguez

Gijón (Asturias)

Septiembre del 2015

 

FICHA TÉCNICA:

Grado Académico:

TÍTULO DE GRADO EN TEOLOGÍA

 

Tesina sometida a la disciplina de:

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

 

Sección:

HERMENÉUTICA/ÉTICA/FILOSOFÍA

 

Título:

LIBERTAD Y DESTINO. Investigación sobre el determinismo y el indeterminismo en occidente y búsqueda de una respuesta bíblico-teológica.

 

Director de Tesina:

Don William Ian Graham

Licenciado en Teología

 

Alumno:

Doña Kammila Deany Muñoz Rodríguez

Gijón (Asturias)

Septiembre del 2015

 

Página para las observaciones del Director/Tutor de Tesina.

Observaciones:

He tenido el gusto de ser el director de la tesina: Libertad y destino: investigación sobre el determinismo y el indeterminismo en Occidente y búsqueda de una respuesta bíblica-teológica (2015), redactada por Dª Kammila Deany Muñoz Rodríguez.

Después de explicar la problemática relacionada con la libertad y el destino, Muñoz prosigue a analizar los diferentes ámbitos de discusión sobre el tema, a saber, las esferas científica, esotérica, teológica y artística. Su interés principal, sin embargo, reside en las disciplinas de la filosofía y la teología y por lo tanto se dedica a presentar al lector un recorrido histórico de la dualidad libertad/destino en el pensamiento occidental (desde la época clásica hasta el existencialismo de los siglos XIX y XX) para luego iniciar una investigación bíblico-teológica sobre el destino.

Entonces, ¿qué es lo que Biblia procura enseñar sobre la relación entre el destino y la libertad humana?

Muñoz contesta partiendo de dos presupuestos fundamentales: 1) que el Dios revelado en las Escrituras es soberano; y 2) que el ser humano es libre. ¿Cómo combinar estos dos conceptos? En palabras de Muñoz: “Dios le da al ser humano la oportunidad de escoger” (p. 55). Tal libertad humana le permite al hombre/ mujer “decidir por Cristo” (p. 56) y responder a los mandatos éticos de Dios en amor. Esta observación es clave para entender el meollo de la tesina.

Felicito a la estudiante por su estudio y las fuentes consultadas además de ofrecer una respuesta clara y directa a partir de las Escrituras. Animo a la candidata a seguir empleando sus dones y talentos para la edificación del pueblo de Dios.

Recomiendo esta tesina al tribunal como un referente para futuras investigaciones sobre la relación entre la libertad humana y el desino.

William Graham, (Facultad de Teología, Córdoba), Septiembre 2015.

 

Vº Bº Rector Facultad de Teología Asambleas de Dios

Fdo. Jesús Caramés Tenreiro

LIBERTAD Y DESTINO

– INVESTIGACIÓN SOBRE EL DETERMINISMO Y EL INDETERMINISMO EN OCCIDENTE Y BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA BÍBLICO-TEOLÓGICA –

Mi destino es la base de mi libertad; pero mi libertad participa en la configuración de mi destino.

Paul Tillich

 

 

DEDICATORIA

«No son muchos pero Dios los puso ahí, un poquito más cercanos. Me los regaló a mí.

Para hacerme comprender un poco más el calibre del amor de mi Padre Celestial. […]

No tengo que dar nombres ni apellidos. Porque ellos mismos ya se saben aludidos.»

(Versos de, Mi regalo, Marcos Vidal)

 Contenido

INTRODUCCIÓN.. 9

  1. PROBLEMÁTICA SOBRE LA LIBERTAD Y EL DESTINO.. 11
  2. Consecuencias del pensamiento. 13
  3. DIFERENTES ÁMBITOS DE DISCUSIÓN SOBRE LA PROBLEMÁTICA DEL DESTINO 14
  4. Ámbito científico. 15
  5. Ámbito esotérico. 18
  6. Ámbito teológico. 19
  7. Ámbito artístico. 21

III.         PROCESO DIALÉCTICO DE LA FILOSOFÍA DEL DESTINO.. 23

  1. En la cultura helena. 23
  2. En su origen filosófico. 25
  3. En la filosofía cristiana. 27
  4. Boecio. 27
  5. Agustín de Hipona. 28
  6. Tomás de Aquino. 31
  7. Filosofía moderna y contemporánea. 32
  8. Renacimiento. 32
  9. Racionalismo. 33
  10. Romanticismo. 34
  11. INVESTIGACIÓN BÍBLICO-TEOLÓGICA SOBRE EL DESTINO.. 37
  12. La soberanía de Dios 37
  13. El propósito de la humanidad. 41
  14. La presciencia de Dios 45
  15. La libertad de la humanidad. 48
  16. La responsabilidad del hombre. 51
  17. La providencia. 54
  18. La elección en Cristo. 54
  19. Exégesis de la introducción de Efesios 57

Conclusión.. 60

BIBLIOGRAFÍA.. 61

INTRODUCCIÓN

Dentro de la teología y de nuestro círculo cristiano solemos reservar la discusión sobre la libertad al casi interminable debate entre Calvinismo y Arminianismo. Sin embargo, es necesario, ya, desde un principio, aclarar que no es el objetivo de esta investigación resolver tal debate. Ya tenemos a grandes teólogos y eruditos que han defendido sus convicciones basadas en exhaustivos estudios bíblicos. Estudios interesantes y necesarios que pueden ayudarnos a hacer uso de nuestra libertad al posicionarnos en un pensamiento u otro. Tampoco diríamos, por estar en desacuerdo, que el pensamiento contrario al nuestro sea una herejía. Tal expresión sería muy prepotente por nuestra parte, ya que ni siquiera las mismas Escrituras son, del todo, claras al respecto.

Lo que motivó a este trabajo fueron cuestiones más prácticas y cotidianas. Cuestiones sobre actitudes frente a las circunstancias de la vida y al tomar decisiones. La idea inicial que tengamos sobre, si somos libres para decidir el rumbo de nuestra vida influirá en nuestra forma de enfrentarla. Si creemos que nuestra vida ya viene «construida de fábrica», seremos simples espectadores esperando que la vida pase y que las cosas se resuelvan. Además, también nos podremos ver motivados si pensamos que la vida tiene un sentido o propósito. En el caso contrario, esto se ve afectado al creer que todo es fruto del azar.

A veces podemos vernos confundidos por no terminar de tener claro lo que pensamos al respecto. Reflexionar estas cosas motivó a muchos intelectuales que estudiaremos más adelante. Antes de ello, daremos breves pinceladas sobre distintos focos de pensamiento que alimentan las ideas de nuestra sociedad actual, pues es interesante conocer lo que la sociedad dice sobre la libertad del hombre y detectar influencias en nuestras ideas.

Posteriormente daremos un breve repaso histórico-filosófico, pasando por algunos de esos pensadores de peso que sentaron las bases de nuestra cosmovisión occidental. Para terminar, buscaremos qué luz puede aportarnos el estudio de lo que dicen las Escrituras al respecto.

I.              PROBLEMÁTICA SOBRE LA LIBERTAD Y EL DESTINO

¿A qué nos referimos con «libertad y destino»? Usamos el término «libertad» en relación a la discusión sobre si la voluntad del hombre es libre para decidir. También nos referimos a ello como «libre albedrío». En la mente residen los deseos del hombre y es donde cada persona toma sus propias decisiones. La pregunta sería, si estas decisiones dependen completamente de la voluntad del ser humano, o si por el contrario, decidimos y actuamos por un designio superior, como si ya estuviese predeterminado. Algunos pretenden anular la voluntad interior como si no existiera; como si no fuera libre, sino meramente una ilusión. No obstante, el pensamiento contrario se va a otro extremo, considerando la vida puro azar sin sentido.

Con respecto al término «destino», vamos a tratarlo con un doble sentido. Uno de ellos será discutiendo sobre la creencia en el Destino[1], quien controla las voluntades y el devenir de la historia; principalmente porque puede llegar a confundirse con Dios. En segundo lugar, trataremos el término «destino» en un sentido inspirado en el que le da Tillich en el capítulo, Libertad y destino, de su libro, Teología Sistemática[2]. Del mismo modo, intentaremos entender a qué se refiere la Biblia con «predestinados» o «elegidos»; pues «destino» también significa fin, propósito.

Estas dos corrientes de pensamiento que se discuten se conocen como determinismo e indeterminismo. El determinismo es la idea de que todo acontecimiento en nuestra vida está determinado con antelación a que ocurra, independientemente de nosotros[3]. Dicen que nuestras voluntades son controladas por una fuerza externa a nosotros. No importa lo espontáneos que seamos, según este pensamiento todo lo que hagamos ya está prefijado. El gran problema que encontramos en esta forma de pensar es que, llegados a un punto, el hombre no es responsable de sus actos. Por lo tanto, no tendría sentido condenar, ni acusar a nadie, si esa persona no es responsable de sus actos.

Un pensamiento similar, pero con sus diferencias, es el fatalismo. El fatalismo no versa tanto en la voluntad sino en que los acontecimientos estén determinados. Es la idea de que el ser humano, por mucho que quiera, no puede cambiar el destino de su vida.

Algunas personas creen que han nacido con un destino, y se conforman con ello pensando que no lo pueden cambiar. Una persona que solía delinquir antes de ser transformada por la gracia y amor del Señor Jesucristo, dijo una vez, que siempre creyó que su destino era ser un criminal. Él decía que vivía convencido de que unos habían nacido para ser buenos y que otros habían nacido para ser malos. Pensaba que por las circunstancias en las que había nacido, no podía escoger otra vida y que solamente servía para delinquir. Gracias a Dios, más tarde pudo entender que eso no era así, y ahora su vida no tiene nada que ver con lo que era.

El pensamiento opuesto al determinismo y al fatalismo se conoce como indeterminismo[4]. Este pensamiento sitúa el motor inicial y principal de las decisiones y acciones humanas en el hombre. El indeterminismo descansa en el humanismo; en la idea de que el hombre construye su vida como quiere y que todo lo puede lograr. Según este pensamiento, no hay destino, no hay fuerza externa, ni un propósito especial para la vida. El pensamiento extremo es que todo es arbitrario, todo lo que ocurre es puro azar y no hay un propósito para la vida. Tanto vale escoger un camino como optar por otro. No hay una importancia transcendente.

Esta tensión entre determinismo e indeterminismo no sólo se ha discutido en los ámbitos filosófico y teológico, sino que también ha llegado a ser tema de investigación para científicos, psicólogos, etc. Con todo, lo que realmente nos preocupa es que estos asuntos han influido en el ciudadano común y por consiguiente a muchos cristianos. Muchas veces, el ciudadano de a pie vive sin importarle estas discusiones académicas, pero es afectado por ellas sin darse cuenta. Los medios de comunicación, el arte y los libros trasladan estos pensamientos a las personas influyendo en su cosmovisión, y por lo tanto, en su forma de enfrentarse a la vida.

A.   Consecuencias del pensamiento

El problema del determinismo extremo es que provoca que las personas se acomoden y no tomen decisiones firmes sobre su futuro, sino que se dejan llevar por las circunstancias de la vida. Esperan que todo se solucione solo, o piensan que hagan lo que hagan no se puede cambiar nada. Como pensar que una profecía que advierte sobre un accidente, por ejemplo, es una predicción inalterable, en lugar de un aviso. Otra de las terribles consecuencias en las personas, es no hacerse responsables de sus propios errores, tanto pecados como malas decisiones.

El error del indeterminismo es creer que el hombre camina por libre sin intervención alguna. Pues Dios es soberano y nada ocurre sin su consentimiento. Aun así, Dios no invade al hombre, sino que «llama a la puerta». Dios tiene planes y si las personas le rinden su vida, cumplirá su propósito; el destino perfecto que tiene para cada cual. La creencia en el azar y las casualidades lleva a que no se tomen en cuenta las causas de las cosas.

II.           DIFERENTES ÁMBITOS DE DISCUSIÓN SOBRE LA PROBLEMÁTICA DEL DESTINO

A lo largo de la historia del pensamiento humano se han desarrollado distintas ideas sobre la libertad y el destino del hombre, las cuales pueden ser muy contrarias entre sí y pueden encontrarse en diversos ámbitos de nuestra sociedad.

Como hijos de nuestro tiempo, nuestra forma de ver la vida, también se ve afectada por las ideas que circulan en nuestro entorno. Cuanto más indaguemos y estudiemos, mejor conoceremos las bases en las que están asentados nuestros pensamientos. Asimismo, en nuestro crecimiento como cristianos, desde que aceptamos al Señor Jesús en nuestras vidas, vamos puliendo nuestras creencias conforme vayamos conociendo las Escrituras.

Para entender mejor a lo que nos estamos refiriendo, pensemos en una persona que durante toda su vida haya sido muy supersticiosa. Llegado un momento en su vida, esta persona tiene un encuentro con el Señor Jesucristo y nace de nuevo. Aunque su vida de un giro, sus ideas no cambian inmediatamente, sino que se van perfilando poco a poco durante un proceso de aprendizaje y asimilación de las enseñanzas bíblicas. No obstante, si esta persona no recibe ningún tipo de discipulado y no estudia la Biblia lo suficiente, puede seguir con sus ideas supersticiosas, pero vestidas de cristianismo.

Este ejemplo, aunque no se aleja de la realidad, puede parecernos muy ajeno a nosotros como para sentirnos identificados. Con todo, igualmente, debemos reconocer que no siempre nuestra forma de ver la vida es del todo bíblica. Pues nuestra forma de entender la vida está muy influenciada por nuestra cultura, educación y entorno amistoso-familiar.

Por lo tanto, a continuación expondremos algunos ámbitos en los que se discuten las distintas perspectivas sobre la libertad del hombre.

B.   Ámbito científico

La ciencia, de por si, no es atea, pero los ateos más influyentes buscan ampararse en la ciencia para defender sus opiniones filosóficas y religiosas[5]. Para muchos de ellos, uno de sus principales objetivos es contradecir el cristianismo, y en base a sus teorías «probar» que Dios no existe.

El Dr. Francis Schaeffer expone en su libro, Retorno a la libertad y la dignidad, las ideas de algunos científicos ateos, que en sus afirmaciones reducen el ser humano a una máquina o a un animal de laboratorio. En base a la teoría darwiniana se han desarrollado distintos pensamientos sobre la naturaleza del hombre, y algunos con perspectivas muy opuestas, como son las del determinismo y del indeterminismo. Con todo, se quedan al mismo nivel al terminar degradando al ser humano a un ser vano e insignificante.

Actualmente nuestra sociedad ya afirma que el hombre es un animal más, sólo que más evolucionado. Las escuelas lo enseñan así, y los estudiantes simplemente lo tienen que aceptar. Estas teorías se exponen y se inculcan como si fueran realidades comprobadas, y no como lo que son, teorías. Tal es la convicción que se tiene en ellas, que el que piense lo contrario, como mínimo, es considerado un pobre ingenuo.

De teorías de esta índole, como según ellas el ser humano no ha sido creado, sino que es una obra sin sentido producida por la casualidad. De manera que se llega a lo que defiende el biólogo francés Jacques Monod. Este científico ateo, en su libro, El azar y la necesidad, dice que, «el azar es la fuente de toda innovación, de cada creación, en la biosfera. Puro azar, absolutamente libre pero ciego»[6], afirmando que es «la única hipótesis concebible». Es decir, que todo lo que existe y acontece hoy es por pura casualidad; que podría haber sido de una infinidad de maneras distintas, pero que, casualmente, todo ha salido así como lo vemos.[7] Francis Crick, uno de los más importantes biólogos, coincide con Monod al afirmar que «la selección natural no está programada»; sino que es producida por el azar[8]. Por lo tanto, no hay base firme para la moral. Ni la ética ni sus valores tienen sentido alguno. No hay nadie ante quien rendir cuentas, porque nada tiene sentido en la vida.

Ambos pensadores, junto a Albert Camus, coinciden en que el afán del hombre no tiene ningún propósito, pues no implica nada de forma trascendental. Según Camus, «para llenar el corazón del hombre»[9], le basta con el afán en sí mismo. Nos afanamos porque necesitamos de algo de qué afanarnos, pero no hay razón ni mérito alguno en ello.

Como dice el Dr. Schaeffer, según estas ideas, más filosóficas que científicas, el hombre pierde todo su valor de ser y la ética no tiene sentido. Pues a estos mismos científicos les cuesta encontrar una base estable para sus valores. Ellos mismos dicen que la ética es relativa y que hay que escogerla. El temor que el Dr. Schaeffer expresa en su libro es que se lleven estas ideas a la práctica y que una élite mundial se haga con el poder universal imponiendo sus propios valores en base a los objetivos que pretendan lograr. Pues estos terribles pensamientos llegan a parecerse al que impulsó a Hitler y sus contemporáneos para el holocausto judío.

Por otro lado, encontramos unas corrientes fuertemente deterministas, las cuales podemos clasificar como determinismo genético o determinismo ambiental, según qué elemento se considere como el manipulador de la voluntad humana. El Dr. Francis Schaeffer les da otros nombres (químico y psicológico), pero es lo mismo y los define muy bien:

En el primero, el ser humano es un juguete de las fuerzas químicas. En el segundo, cada decisión que el hombre hace se considera determinada sobre la base de lo que aconteció en el pasado. Así, tanto si se trata de determinismo químico como del psicológico, el hombre ya no es responsable de lo que hace, ni puede tampoco considerársele activo en la construcción de la historia con sentido. El ser humano ya no es más que parte de una máquina cósmica[10].

Con firmeza, el Dr. Schaeffer explica que la Biblia enseña totalmente lo contrario y que el cristianismo afirma la dignidad y libertad del hombre. Francis Schaeffer, en sus libros, exhorta a la iglesia a preparase y despertar para refutar estos pensamientos que denigran al ser humano y no hablar del hombre como algo insignificante, uniéndose a ellos en ese pensamiento.

Entre los promotores de esta forma de pensar se encuentra Francis Skinner, quien defiende que toda conducta del hombre es provocada por su código genético y por el ambiente en el que vive. Skinner llega a negar la existencia del alma y de la mente. Para él, el hombre sólo es el resultado de su programación genética, y con unos pocos descubrimientos más se llegaría a programar al hombre del futuro y hacerlo perfecto: Un superhombre sin defectos. El pensamiento de B. F. Skinner se encuadra en la línea del determinismo genético, o más concretamente, en el llamado «behaviorismo»[11].

George Ward, de Harvard, aunque dice que el mundo es fruto de la casualidad, también se opone a Monod y a Crick al hablar de una existencia humana necesaria y no contingente.[12] Es decir, Ward defiende que todo lo que conocemos no podría no haber existido, ni pudo haber sido de otra forma distinta a como es ahora. En otras palabras, todo lo que conocemos tenía que acabar existiendo sea como sea.

Estos pensamientos reducen la ética a una simple etología; un estudio del comportamiento animal. El hombre no es más que una máquina, «su comportamiento está regulado por la relación mecánica entre los estímulos y las respuestas»[13]. Aun así, cuando estas personas, que defienden esta postura, sean víctimas de un atropello o una injusticia, no dudarán en exigir explicaciones o que alguien se responsabilice. Pues no les bastará que se les diga que el imputado no tiene culpa, ya que éste sólo responde a estímulos. Sino que, sin duda, pedirán justicia y que se apliquen las respectivas sanciones.

C.   Ámbito esotérico

A pesar de todo el materialismo y ateísmo que marca la sociedad occidental actual, nunca perdió fuerza el mundo esotérico. Hasta el día de hoy, millones de personas consultan su horóscopo todos los días. No dejan de emitirse en ningún lugar esos programas nocturnos de televisión donde se consultan las cartas. Es a tal grado que ahora, aumenta la demanda de astrología a causa de la crisis económica.

Es curioso, a la vez que retorcido, como a las gentes les atrae más el oscurantismo que la verdad de Cristo. Prefieren mucho más creer en magias, suertes y destino, que en la soberanía y amor de Dios.

La adivinación es una de las prácticas más antiguas del mundo y, también, una de las más aborrecidas por Dios. La astrología, como la conocemos hoy, tiene su origen en la antigua cultura mesopotámica, Babilonia. «Según la astrología los destinos de los seres humanos están ya revelados, y por lo tanto no pueden revocarse. Es decir, el hombre tiene que resignarse a su destino.»[14]A ello se une la creencia en la suerte y en que las cosas inanimadas puedan dar buena fortuna o mala.

Muchas personas viven atadas a esas creencias y algunas mezclan estas ideas con cristianismo, como en el cristianismo esotérico. Hoy se ve más que nunca, gracias al relativismo, al sincretismo de creencias y a la atracción que actualmente se siente por la cultura oriental.

D.   Ámbito teológico

Generalmente el cristianismo es considerado determinista, porque decimos que Dios tiene todo bajo control. Ciertamente, de alguna manera puede serlo, pero no del todo y no para todos. El cristianismo deja de ser determinista cuando enseñamos sobre la responsabilidad del ser humano. Sin embargo, el cristiano puede llegar a un extremo determinista al confundir ideas: Al no reconocer la responsabilidad de sus propios actos, y al atribuir a Dios, en toda circunstancia, la culpa de cada acontecimiento que le rodee.

En base a la soberanía y presciencia de Dios, se tiende a afirmar que, por consiguiente, todo está determinado, incluso los actos más insignificantes de la vida diaria. Esto podremos estudiarlo con mayor profundidad en el tercer apartado y podremos ver si se puede compaginar la presciencia de Dios con el libre albedrío del hombre.

Se suele confundir calvinismo con determinismo. Aun así, consideramos determinista (desde un punto de vista extremo) al hipercalvinismo, en su doctrina a respecto de los salvos y de los condenados.

La cuestión está en que, independientemente de la teología que se profese existen algunos cristianos con ideas completamente deterministas, no necesariamente calvinistas, pues confunden filosofías de su sociedad con enseñanzas bíblicas. Continuamente podemos encontrar en los medios de comunicación referencias acerca del «Destino». Puede ser fácil sustituir la palabra «Destino» por «Dios». Por lo tanto, diversas filosofías, ideas y teologías extremas tienen confundidas a muchas personas.

Por otro lado, con un punto de vista muy distinto, algunos evangélicos empezaron a adoptar algunas ideas de la teología del proceso, cuestionando la precognición divina. Ellos lo llaman, teísmo del libre albedrío o teísmo abierto, ya que entienden que Dios es un Dios abierto, no cerrado. Piensan que el concepto de precognición divina es más una herencia de la filosofía griega que una verdad bíblica. Se basan en que Dios no puede conocer del todo el futuro, si nuestras acciones son libres.[15]

La teología del proceso, de la que hablamos en el párrafo anterior, va más allá. Describen a Dios como un elemento más de la realidad. Dicen que Dios depende del devenir histórico. Es un Dios sujeto al tiempo. Hodge también explica en qué consiste la doctrina de la necesidad. Según esta doctrina, «Dios actúa por una mera necesidad natural, y que todo lo que acontece se debe a la ley del desarrollo o de la manifestación propia del divino ser. Esto reduce a Dios a una mera natura naturans o vis formativa, actuando sin designio.»[16] Es decir, Dios es una hoja más, llevada por el rio. Por lo tanto, ni siquiera Dios es libre al actuar. Esto es un tanto contradictorio.

En teología, intentando defender la libertad del hombre frente al determinismo se llega al indeterminismo teológico. Guillermo de Ockham es uno de los principales impulsores de este pensamiento. Para afirmar que las decisiones del ser humano no están condicionadas, se defiende que todo acontecimiento es arbitrario y contingente. Se llega a negar la causalidad y con ello «los atributos divinos resultan indemostrables en la teoría occamista, tanto la unicidad, cuanto la omnipotencia o la infinitud»[17]. No hay orden en el mundo, diseño, ni propósito. Es decir, en el indeterminismo no se puede concebir que Dios intervenga en la historia de la humanidad de tal manera que algunas cosas tengan que ocurrir necesariamente. No hay lugar para las profecías bíblicas, para la presciencia, ni para un plan divino desde antes de la fundación del mundo. Por lo tanto, las Escrituras no se pueden considerar plenamente fiables, según las teologías indeterministas.

Ante ambos pensamientos tan extremos se levanta una nueva forma de entender este dilema llamada compatibilismo. La teología de Tillich es un ejemplo de compatibilismo teológico. Según Paul Tillich ni el determinismo, ni el indeterminismo se sostiene. Al ser tan extremos llegan a negarse a sí mismos. Tillich afirma que la vida consiste en polaridades, ideas opuestas, pero que no pueden sostenerse una sin la otra. Una de esas polaridades es la libertad y el destino.[18]. Para tomar una decisión hacen falta motivaciones reales y necesarias. Pero la decisión debe ser libre y debe poder escoger entre opciones reales y contingentes.

E.   Ámbito artístico

Los pensamientos sobre el destino y la libertad se expresan y se extienden hasta el día de hoy a través del arte (libros, música, películas, etc.)

Muchas canciones de amor y poemas aluden al destino como el responsable de haber reunido a los enamorados. Algunas novelas y películas, discuten sobre el poder del destino. En Destino de caballero, el protagonista decide «cambiar su estrella», su destino. Otro ejemplo es la reciente película, Destino oculto, donde se expone una interpretación particular sobre el libre albedrío, el destino ordenador, el azar y el denominado «director», que sería una alusión a Dios.

III.         PROCESO DIALÉCTICO DE LA FILOSOFÍA DEL DESTINO

En este punto expondremos como se ha desarrollado, a lo largo de la historia de la filosofía, el debate sobre la libertad y el destino del hombre. Tanto las ideas como las preguntas que tenemos ahora, han sido expresadas por grandes pensadores del pasado. Las conclusiones a las que llegaron han conformado la base del pensamiento actual. Nos vemos influenciados por ellos, más de lo que solemos pensar. Por ello, para entender la forma en que la actual sociedad ve la vida, es importante entender lo que se ha dicho y lo que se pensaba. Para descubrir el origen de ambas ideas en la sociedad occidental debemos ir hasta su nacimiento en la antigua Grecia, en el helenismo.

A.   En la cultura helena

Las creencias supersticiosas de la antigua sociedad griega tenían un concepto fatalista de la historia. El fatalismo es un tipo de determinismo, que como hemos dicho antes, considera que lo que se ha establecido que ocurra pasará, aunque el hombre trate de hacer lo imposible por evitarlo. Porque, como dicen; «es el destino». Al contrario que el determinismo, el fatalismo parece creer en una voluntad independiente, sólo que no logra lo que quiere sino lo que el destino le permita. Un ejemplo de este pensamiento es el mito de Edipo.

Los padres de Edipo, reyes de Tebas, recibieron una predicción terrible sobre su hijo. Según el oráculo de Delfos, Edipo mataría a su padre y se casaría con su madre. Tras escuchar esto deciden abandonar a su hijo para que lo devoren las fieras del monte. A pesar de todo, el niño no muere, sino que unos campesinos le rescatan y se lo entregan a los reyes de Corinto que no tenían hijos.

Cuando Edipo se hace mayor decide ir a consultar al oráculo de Delfos quien le dice lo mismo que les había dicho a sus padres. Entonces, creyendo que los reyes de Corinto eran sus padres verdaderos, intenta huir para que no se cumpla la predicción. No obstante, en esa huida, mata al rey de Tebas, sin saber que era su padre y al vencer a la Esfinge se casa con la reina viuda sin saber que era su madre.[19]

Hay varios mitos griegos que reflejan esa idea de que todo acontecimiento está sujeto al destino y que el ser humano no puede escapar de él. En esas historias, ni los dioses griegos podían resistir al destino.

La cultura griega se extendió, gracias a la helenización. Posteriormente, cuando los romanos entraron en contacto con los griegos se vieron fascinados por su cultura. Se sabe que los romanos de clase alta preferían maestros griegos para sus hijos y que se apropiaron de los dioses y mitos griegos cambiándoles los nombres. Más tarde, gracias al auge del Imperio Romano tanto las creencias supersticiosas griegas como su filosofía pudieron extenderse más fácilmente.

Para los griegos, el transcurso de la vida era cíclico. Todo lo que ocurre ahora ya ocurrió antes y volverá a repetirse. Ejemplos de este pensamiento, fueron los filósofos Heráclito con su premisa de «todo fluye»; sólo que fluye de forma circular y no lineal. También entre ellos están Platón y los estoicos.[20] Los estoicos entendían la vida según su doctrina del «eterno retorno». Es decir, los ciclos de vida terminan donde empezaron y se vuelven a realizar. Esto explica porque pensaban que en la vida todo está determinado y no se puede cambiar. Así que, «cuando la cultura hebrea entra en contacto con la griega, Jesús, hijo de Sirac, se ve en la obligación de defender la libertad del ser humano (Eclo. 15, 11-17)».[21]

Nuestra sociedad occidental se ha ido desarrollando como una mezcla entre la cultura helena y la hebrea. Aunque como europeos somos hijos de varias culturas, entre ellas los germanos, los celtas, los visigodos o los árabes. Lo que más ha caracterizado al mundo occidental han sido los pensamientos griegos y el cristianismo, y han sido la base para los grandes filósofos de la historia.

B.   En su origen filosófico

Con respecto a la discusión filosófica específicamente, nuestras herramientas de investigación histórica nos llevan casi a los inicios de la Filosofía. El doctor en filosofía Manuel Correia, profesor de la Universidad Católica de Chile, afirma que esta discusión filosófica se inicia especialmente con los filósofos posteriores a Aristóteles, con Epicuro y los estoicos. Según el profesor Correia, en la filosofía post-aristotélica se empiezan a desarrollar «tanto la conciencia de la dificultad del problema de la libertad humana como la profundidad de los intentos de solución», y principalmente dentro de la filosofía cristiana.[22]

Se dice que el primero en expresar afirmaciones relativas a la libertad de acción del hombre fue el filósofo Epicuro. Este filósofo fue muy influenciado por los atomistas Demócrito y Leucipo. Sólo que Epicuro no compartía sus presupuestos sobre los movimientos fijos y predeterminados de los átomos, porque el resultado de esto sería la anulación de la libertad del hombre. Ya que ellos entendían que los átomos no sólo incumbían a la materia, sino al ser en sí. Por consiguiente, las acciones y decisiones humanas serían, del mismo modo, fijas y predeterminadas. En respuesta a la filosofía de los atomistas, Epicuro elaboró su teoría de que el movimiento de los átomos era libre y espontáneo.[23]

Después de Epicuro, encontramos las aportaciones de los estoicos. Ellos, a diferencia de Epicuro, eran deterministas. Sus afirmaciones se basaban en las leyes de causa y efecto y en la creencia en un logos cósmico que conocía todo y que contenía todo en sí mismo. Para ellos, no había casualidades. Para ellos, la felicidad consiste en dejarse llevar por el destino, pues aunque se pelee contra él, este acabará cumpliendo su objetivo.

También es muy interesante lo que dijo Crisipo (280-207 a.C.). Él formuló una teoría en la que aunque reconocía el efecto de la naturaleza sobre las acciones humanas, dejaba un cierto margen para la responsabilidad y la reacción. Él decía que no era lo mismo dejar que las cosas sucedieran que hacer algo para cambiarlas. Elaboró una teoría en la que «muchos sucesos futuros están «codestinados» con sucesos presentes»[24] para rebatir el escandaloso «argumento perezoso» (De fato, Cicerón):

Si para ti es destino que te recuperes de esta enfermedad, entonces te recuperarás, llames o no llames a un médico; igualmente, si para ti es destino que no te recuperes de esta enfermedad, entonces no te recuperarás, llames o no llames al médico. Pero lo uno o lo otro está destinado; por consiguiente, no tiene caso llamar al médico.[25]

Posteriormente, los estoicos adaptan lo que dice Crisipo diciendo que el interior del hombre es libre, pero el exterior no, esto incluyendo las pasiones que limitan a la razón.

C.   En la filosofía cristiana
1.     Boecio

En la Edad Media, se unen la filosofía y el cristianismo, lo que llamamos neoplatonismo y la escolástica. Uno de los puentes entre la filosofía antigua y la filosofía medieval fue Boecio.[26]

Este filósofo del siglo VI, fue un filósofo cristiano que unió, dentro de su pensamiento, la lógica aristotélica junto con la filosofía platónica. El principal trabajo de Boecio fue traducir muchas obras de Aristóteles; pero él era principalmente neoplatónico.[27] Este filósofo fue muy influyente dentro de la escolástica, junto con Agustín de Hipona, pues hizo llegar los escritos de los filósofos clásicos a los teólogos de la Edad Media, como Tomás de Aquino.

Boecio, en su famosa obra La consolación de la filosofía, hizo una distinción entre destino y providencia. Según Boecio,

[la inteligencia divina] ha determinado una compleja regla para el gobierno del universo. Esta regla, cuando se la considera en función de la pureza misma de la inteligencia divina, se denomina Providencia; cuando, por el contrario, se la considera en relación a aquello que ella mueve y ordena, los antiguos la llamaron Destino.[28]

Boecio sigue explicando que el destino está ligado a las cosas, por ello actúa de forma distinta según cada situación. Pero éste es gobernado por la providencia, que es inmutable y ordena todas las cosas a través del destino. Boecio usa como ilustración una circunferencia en la que el punto central del círculo es la providencia y el destino se encuentra en los distintos puntos de la circunferencia. La providencia llega a todos los destinos de las personas, aunque sean distintos entre sí. Lo determina y organiza todo. El destino varía según la situación, pero es fijado por la providencia.

2.     Agustín de Hipona

El obispo Agustín de Hipona fue uno de los más influyentes Padres de la Iglesia y el primer filósofo existencial del cristianismo. Las obras de Agustín han marcado profundamente al cristianismo. A partir de los estudios de Agustín se han desarrollado la mayoría de las doctrinas de la Iglesia Católica Romana. Como resultado, Lutero y Calvino también fueron muy influenciados por sus escritos. Antes que Calvino, Agustín de Hipona ya había sentado las bases de lo que llegó a ser la doctrina de la predestinación. En su interés por refutar el pelagianismo, que llegaba a afirmar que el hombre podía obtener la salvación por sus propias obras, Agustín enfatizó en la necesidad de la gracia de Dios como un don que hace que el hombre pueda volverse hacia Dios.

La moral de Agustín también fue muy influenciada por los filósofos griegos, pero hay muchas cosas que no compartió con ellos gracias a su estudio de las Escrituras. Mientras ellos hablaban del conocimiento y de la autosuficiencia del hombre, Agustín enfatizaba la necesidad de la intervención de Dios.

También es muy interesante lo que dijo acerca de la libertad práctica del hombre. Pues la gente común de la sociedad en la que vivió era determinista, o más bien, fatalista. Lo vemos en sus Confesiones cuando encontramos la siguiente declaración: «[los astrólogos] nos dicen que la causa del pecado está predeterminada en los cielos y no podemos escapar de ella, y que esto o lo otro es obra de Venus, Saturno, o Marte. Todo esto lo dicen para librar de toda responsabilidad al hombre, […] y lanzarla sobre el creador y ordenador del cielo y de los astros.»[29]

Agustín confiesa que pasó bastante tiempo de su juventud interesado en la astrología y adivinación, fruto del tiempo que estuvo involucrado con el maniqueísmo. También confesó: «Todavía pensaba yo que no somos nosotros los que pecamos, sino que peca en nosotros no sé qué naturaleza distinta y mi soberbia sentía complacencia en no sentirse culpable ni confesarse tal cuando algo malo había yo hecho»[30].

En el texto anterior él sigue explicando que la intención de los astrólogos era echarle toda la culpa de lo que ocurre a Dios, ya que él es el único y verdadero Creador y ordenador del mundo. Agustín rebate ese pensamiento determinista que dice que la voluntad del hombre no es libre para escoger y también trata de llegar a un pensamiento equilibrado al hablar de cómo Dios afecta la voluntad del hombre.

Muchas veces parece contradictorio el punto en el que se encentra Agustín. Porque él, al mismo tiempo que enseña que el hombre tiene libre albedrío, afirma que Dios conoce todo de antemano y que es necesaria la gracia de Dios para que el hombre se incline al bien. La siguiente cita explica muy bien cómo Agustín compagina lo aparentemente contradictorio:

Dios ve las acciones del hombre desde la eternidad, con lo cual no las determina, antes al contrario, les asegura su condición libre, y su moción, como es para el bien, no impide sino que promueve la libertad. Si la acción proviniera sólo de nosotros iría a la declaración del mal; pero, como proviene de Dios, va a la declaración del bien. Él nos inclina al bien, y como en el bien reside la libertad, es cuando somos más libres.[31]

En su libro La verdadera religión, dedicado a su amigo Romaniano para presentarle el Evangelio, Agustín toca el tema de la voluntad libre del hombre, explicándole que las personas son responsables de sus actos. Esto da a entender que posiblemente su amigo y otras personas considerarían que ellos mismos no eran dueños de sus actos, sino que lo que hacían era dejarse llevar por el «Destino». Agustín apela a la responsabilidad del ser humano como defensa de la existencia del libre albedrío. No se puede hacer al hombre responsable de sus actos si éste no es libre para tomar sus decisiones. Dijo que «si el mal no es obra de la voluntad, absolutamente nadie debe ser reprendido».[32] Del mismo modo, el juicio divino sería injusto, por condenar al pecador, si este no fuera dueño de su voluntad para pecar.

Agustín diferencia entre libre albedrío y libertad. Todo hombre nace con libre albedrío, pero la libertad plena es cuando el hombre no tiene esa tendencia hacia el mal, eso que hace que no pueda no hacer lo malo. El hombre es totalmente libre cuando la gracia de Dios hace que el hombre pueda inclinarse a lo bueno y desprecie lo malo. El hombre era plenamente libre cuando Dios lo creó, pero perdió su libertad al escoger la desobediencia. Agustín dice que el hombre no es libre para hacer buenas obras. Es decir, que no es libre para escoger vivir en justicia. Como la Biblia dice, el pecador es esclavo del pecado. Sabemos que incluso los incrédulos pueden hacer cosas buenas, pero lo que no pueden hacer es no pecar.

En varios libros Agustín trata a fondo sobre la predestinación y como compagina la voluntad libre del hombre. Dice que Dios creó al hombre libre. El hombre perdió su libertad plena al pecar; su libertad para hacer sólo lo bueno. Ahora el hombre es esclavo del pecado. No obstante, no perdió su libre albedrío, sino que «el libre albedrío permanece en los pecadores, porque cuando cometen el pecado hacen lo que les agrada»: /. 1contr. duas epist. Pelag., c. 2, n. 5».[33]

En el Enquiridión, Agustín dice: «No basta la sola voluntad del hombre, si no la acompaña la misericordia de Dios, luego tampoco sería suficiente la misericordia de Dios si no la acompañara la voluntad del hombre.» Es decir, ambas deben trabajar juntas para hacer lo bueno. Con todo, en el mismo libro, también dice que Dios puede producir buena voluntad en quien no la tiene, y ayudar la del que la tiene.

3.     Tomás de Aquino

En el siglo XIII Tomás de Aquino desarrolla en su Compendio de Teología o Summa Theologiae, su doctrina de la «Providencia Divina». Una de las cosas que trata de explicar en su obra es la voluntad libre del hombre y la intervención divina en la vida. Tomás de Aquino, como líder de la escolástica medieval, basa sus argumentos en las ideas de los filósofos Platón y Aristóteles.

Tomás de Aquino enseña que para Dios, no existen casualidades, sino que Dios en su providencia gobierna todas las cosas. También enseña que incluso la voluntad del hombre puede ser movida por Dios, pero solamente por Dios. Porque él es la causa primera de la naturaleza humana. Sin embargo, según Tomás, esto no contradice el libre albedrío de las personas.[34]

Tomás de Aquino habla de la Providencia Divina como el motor primero de la historia. Defiende la intervención de Dios en la voluntad del ser humano y, de alguna manera, la libertad de acción del hombre. Sólo que llega a ser un poco confuso y contradictorio. Porque, aunque habla del libre albedrío, llega a afirmar, no sólo que la voluntad del hombre también es producida por Dios, sino que Dios es el causante de todas las decisiones del hombre. En ese caso, no se sabe dónde cabe el libre albedrío.

Él explica que en su tiempo había algunos que decían que todas las cosas contingentes, es decir, las cosas que no ocurren de forma necesaria sino que podrían no haber ocurrido, son causadas por el destino. La sociedad entendía por «destino» aquello que está predeterminado por los astros y los movimientos de los cuerpos celestes que ocurra. En base a esto los adivinos hacían sus predicciones. Algo que no ha cambiado mucho a día de hoy. Tomás de Aquino explica muy bien que estas ideas son contrarias a la fe cristiana, y por ello propone que como cristianos no usemos el término «destino» para no confundir con los adivinos. «Esta noción de destino —como lo absolutamente fortuito— es ajena o contraria a la Fe.»[35]

D.   Filosofía moderna y contemporánea
1.     Renacimiento

La Edad Moderna nace con el renacimiento y el humanismo. Estos movimientos se levantaron contra los desórdenes e injusticias de la Edad Media, donde la sociedad se consideraba teocéntrica. Con un falso teocentrismo, los hombres poderosos usaron el nombre de Dios para imponer su voluntad. La Edad Media se había caracterizado por la Guerra Santa, la monarquía absolutista y por una Iglesia Católica corrompida. Con la Edad Moderna surgieron grandes revoluciones tanto políticas como religiosas, como el protestantismo.

El renacimiento reacciona contra lo que pretendía anular la libertad del pensamiento humano. Hasta esta fecha el pueblo dejaba que las autoridades dictasen lo que ellos debían pensar o creer. Con todo, en el llamado «tiempo de las luces», la Ilustración, empezaron a promover la educación, el pensamiento y el que cada persona haga uso de la reflexión por sí misma. Entonces el hombre y su razonamiento empezaron a ser considerados el centro del universo. Como decía Kant, sapere aude, atrévete a saber (pensar). «En virtud de todo ello el hombre del renacimiento quiere ser un principio activo, un sujeto capaz de determinar lo que le rodea.»[36] Es decir, a partir de aquí el hombre empieza a gobernar sobre sus propias decisiones y sobre el rumbo que debe tomar su vida.

Con el humanismo y con Erasmo de Rotterdam «nace una religiosidad atenta a la voluntad y a la acción moral del hombre, guiadas por la presencia interior de Dios.»[37]

2.     Racionalismo

Gottfried Leibniz fue una de las grandes figuras del racionalismo europeo. Es considerado como uno de los grandes ilustres tanto por sus ideas matemáticas, físicas como filosófico-religiosas. Llegó a sus propias conclusiones en base al pensamiento de Hobbes y Spinoza, deterministas extremos, y sus oponentes, John Bramhall y William King. Baruch Spinoza afirmó que el libre albedrío era pura ficción. Según Spinoza el hombre se cree libre porque es consciente de sus deseos cambiantes y de sus sentimientos. Para Spinoza solamente Dios es libre, pues él se determina a sí mismo. Afirma que el máximo sentido de libertad que puede experimentar el ser humano es al entender que todo está determinado, el hombre sólo puede experimentar la libertad a medida que aumenta su conocimiento.[38]

El primero en refutar a Spinoza fue el obispo irlandés William King, quien defendió «la doctrina de la indiferencia absoluta»[39] diciendo que la voluntad está por encima del intelecto. La voluntad del hombre lo impulsa a escoger. Aun así, llega a afirmar que el hombre escoge sin motivación ni entendimiento que determine una cosa mejor que otra. King llega a afirmar que al escoger otorga bondad al objeto de su elección. De esta manera, King se posiciona en un pensamiento completamente opuesto al determinismo, y tiende a la idea de que todo es azaroso y sin sentido para defender la total libertad del hombre.

Leibniz al encontrarse ante estas dos ideas, fundamenta la libertad del hombre conciliando el determinismo con el libre albedrío. Leibniz se opone al determinismo extremo al defender que para que el hombre sea libre para elegir debe de haber opciones distintas. La necesidad, es decir, una única opción posible de realizarse, no permite al hombre escoger. Leibniz cree en la omnisciencia de Dios y que ello abarca lo contingente, es decir, lo posible pero no necesario. Dios conoce todas las elecciones posibles que el hombre puede tomar. Leibniz cree que el hombre es libre en sus elecciones. Por ejemplo: una persona que está pensando en salir a pasear puede al final, decidir simplemente no salir.

No obstante, se opone a la voluntad indiferente. Para Leibniz no existen dos opciones completamente iguales e indiferentes. Defiende lo que él llama determinismo moral, o necesidad moral. Para él nada es arbitrario. El entendimiento del hombre le determina a escoger en busca del bien mayor. Leibniz fundamenta la libertad en la razón. La razón guía y determina al hombre para que llegue a lo mejor. «Nuestra libertad será mayor cuanto más actuemos de acuerdo a la razón.»[40] La indiferencia es falta de conocimiento. Dejarlo todo en manos del azar es absurdo y resta libertad al ser humano.

3.     Romanticismo

La idea de destino en el pensamiento moderno sufrió una especie de desarrollo dialéctico. Kant había desarrollado la filosofía de la emancipación de la humanidad. No existe el destino. El hombre construye su historia. El hombre quiere independizarse de la religión y de lo establecido, quiere labrarse un destino a partir de sus propias fuerzas.

En el romanticismo, tras varias desilusiones con respecto a la humanidad, los pensadores se dan cuenta de que hay muchas cosas que se le escapan a la autodeterminación del hombre. El ser humano no puede lograrlo todo. No es responsable de todo lo que le pasa, no puede impedirlo, ni conseguirlo. Ya desde el inicio nace sin su consentimiento. Con esto se dan cuenta de que la libertad absoluta es una ilusión. Con esto se da inicio a la lucha a favor de la libertad. Aunque reconocen que el destino les limita, sabiendo que no podrán evitar al destino, lucharán contra este en su oposición a someterse y en ese breve momento estarán ejerciendo su libertad, aunque sea solo interior y de la voluntad interior.

En este tiempo surgen varios filósofos deterministas como Shelling o Fitche, que inicia un determinismo apriorista. Pero, Hegel fue uno de los principales intelectuales de la filosofía de este tiempo. Hegel considera a la historia de la humanidad el producto de la evolución y perfección del ser, la Idea. Hegel aplica el método dialéctico a la Historia. La tesis debe encontrarse con la antítesis para producir la síntesis y así evolucionar.

La visión de Hegel es que el individuo, en el fondo, realmente no importa. El hombre encuentra el sentido de su ser dentro del proceso universal, la auto-realización de la Idea, lo que puede ser Dios, Espíritu o Razón. Bertrand Russell critica la visión determinista-panteísta de Hegel y habla de distintos tipos de determinismo.[41] Posteriormente, como reacción frente al pensamiento hegeliano, nace el existencialismo.

El tema más destacado en la filosofía existencialista es el de la elección. La primera característica del ser humano, según la mayoría de los existencialistas, es la libertad de elegir. […] cada ser humano hace elecciones que conforman su propia naturaleza.

Según la formulación del filósofo francés Jean-Paul Sartre, la existencia precede a la esencia. La elección es, por lo tanto, fundamental en la existencia humana y es ineludible; incluso la negativa a elegir implica ya una elección. La libertad de elección conlleva compromiso y responsabilidad. Los existencialistas han expuesto que, como los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que éste les lleve.[42]

Según Francis Schaeffer toda ética existencialista «tiende a ser un soliloquio»[43]. Es decir, no es objetiva, sino que gira alrededor del hombre.

IV.         INVESTIGACIÓN BÍBLICO-TEOLÓGICA SOBRE EL DESTINO

Es necesario que como cristianos, aunque tengamos distintas perspectivas teológicas, nos unamos en lo que consideramos principios bíblicos comunes. Pues, como dijo Pablo: «Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.» (1Co 13:12) Todo lo que conocemos, es sólo una parte. Nadie puede pretender saberlo todo. Pues como se suele decir; en la vida nunca se deja de aprender. Aunque sea nuestra responsabilidad estudiar, investigar y tomar partido en algunas cuestiones. Siempre es sabio reconocer nuestras limitaciones y que podemos no estar en lo cierto.

Hemos preferido iniciar con estas aclaraciones, dado a que el tema del determinismo e indeterminismo es muy propenso a especulaciones. Y como hemos visto, es un tema que se ha abordado generalmente desde el plano filosófico. Sólo que no deja de tener un impacto notable en la vida diaria. Por ello, es importante que fundamentemos nuestro punto de vista en enseñanzas conforme a las Escrituras, las cuales nos guiarán a un pensamiento más equilibrado. Realmente, no es nuestra tarea perder el tiempo en premisas oscuras y abstractas, que nos pueden desviar del problema en cuestión y que precisarían de un estudio mucho más profundo.

Aunque este trabajo se conduce por una línea teológica, que podríamos llamar, más arminiana, no es nuestra intención desmerecer el trabajo y la investigación de grandes teólogos, aunque difiramos en algunas cosas. Es evidente que nuestra investigación no sería lo mismo de no ser por el importante papel de los que nos precedieron.

A.   La soberanía de Dios

Ésta puede ser la mejor manera de iniciar nuestro tercer punto, dado que es una verdad básica e importante. La soberanía es un atributo de Dios del que debemos ser conscientes desde el inicio de nuestro estudio. Tendemos a quejarnos, reclamar y exigir explicaciones de por qué nos ocurren ciertas cosas sin pensar, en ese instante, que Dios es digno de hacer y deshacer como quiera. No somos quien para reclamarle. Pues él mismo dice a través de Pablo: «Mas antes, oh hombre, ¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que le formó: ¿Por qué me has hecho así?» (Ro.9:20). Él es Dios creador de todo, la máxima autoridad y de quien todo depende.

Desde el nacimiento de la era contemporánea, el mundo secular ha buscado argumentos para negar la existencia de Dios. Muchos se obstinan en negar a Dios y por lo tanto ignoran voluntariamente su soberanía. No es que no crean, es que no quieren creer, pues nadie quiere tener que dar cuentas a nadie. Incluso algunas teologías han pretendido que Dios no es tan omnisciente, ni tan omnipotente, dado que no es posible entenderlo racionalmente. Llegando, se este modo, a negar su soberanía y grandeza.[44]

Las Escrituras nos enseñan claramente acerca de la inmensidad de nuestro Señor. «Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho.» (Sal. 115:3); «Efectúa todas las cosas según el designio de su voluntad.» (Ef.1:11); «Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace lo que le place con el ejército del cielo, […] no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?» (Dn. 4:35); « ¿No me es lícito hacer con lo mío lo que quiera?» (Mt 20:15).

El salmo 139 es un bello texto que nos enseña acerca de la grandeza de Dios. El versículo dieciséis dice: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritos todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.» (Sal. 139.16) Este versículo suele dar pie a confusiones, ya que podríamos, en base a ello, entender que Dios tiene un libro en el que está escrito todo lo que ocurrirá en nuestra vida.

Para entender el contexto de ese versículo, observamos que el salmo 139 se puede dividir en cuatro temas. El primero trata acerca de la omnisciencia de Dios y va desde el versículo uno hasta el seis. El segundo trata acerca de la omnipresencia de Dios (7-12). El tercero trata acerca de la grandeza de Dios como creador del ser humano (13-16). Los versículos 17 y 18 son una exaltación al Señor por su grandeza. Y el último tema trata acerca de la justicia de Dios frente al pecado (19-24).

Podemos apreciar con este esquema, que el pensamiento central en este texto es expresar la magnitud de la grandeza de Dios, tanto por su omnisciencia, por su omnipresencia, por sus obras y como por su justicia. El autor expresa que no puede esconderse de Dios, ni físicamente, ni en sus pensamientos. Entender esto produce en nosotros tanto temor y reverencia, como seguridad en él. Pues nada se le escapa, por lo tanto, nada puede ocurrirnos sin que él lo sepa o lo permita.

Algunas versiones bíblicas traducen en versículo dieciséis como «en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía uno solo de ellos» (LBA); «en tu libro estaban escritos todos mis miembros, que luego fueron formados». (RVG)

La palabra hebrea que se traduce por «aquellas cosas», «días» o «miembros»; es yom, que literalmente significa «día». Esto no quiere decir que las demás traducciones sean incorrectas pues el sentido de la palabra puede variar según el contexto o uso de ella.

Estos versículos vienen a enseñarnos acerca de la soberanía de Dios, que Dios está por encima de todo. Él establece el tiempo en el cual podremos estar sobre la tierra. Nuestra vida está sujeta a él. Sólo que esto no significa que no tengamos libre albedrio o voluntad propia para tomar decisiones acerca del curso que toma nuestra vida.

Todo esto ocurre cuando entendemos las Escrituras según nuestro prisma y no a la luz de las propias Escrituras, contrastando textos que, más que contradecirse, se complementan. Desde hace algún tiempo, también se empezó a predicar a un Dios que todo lo hace para nuestra voluntad o para complacernos. Según esas corrientes teológicas pareciera que creen en un «dios-genio de la lámpara» que está a nuestro servicio y para cumplir nuestros deseos. Es cierto que Dios responde a nuestras oraciones y podemos tener esa confianza en que lo hará, cuando oramos no sólo con fe, sino conforme a su voluntad, como dice en 1 Jn.5:14-15. Dios nos agasaja y nos sorprende con su gracia y generosidad. Del mismo modo, según su soberana voluntad y conocimiento, permite que pasemos por tiempos de sufrimiento, y no nos ama menos al hacerlo. Job lo supo entender en su momento. «¡YHWH dio y YHWH quitó! ¡Bendito sea el nombre de YHWH!» (Job 1.21).

Ya desde el primer versículo de la Biblia se manifiesta la soberanía de Dios. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra.» (Gn. 1:1) Primero, vemos su soberanía en el hecho de que él es el creador de todo lo que conocemos y de nuestras vidas. Todo le pertenece a él y todo depende de él. En segundo lugar, se refleja su soberanía dado a que en ningún momento da explicaciones de por qué él decidió hacerlo. Simplemente lo hizo. Esto denota que su autoridad está por encima de todo. Él no tiene que responder ante nadie. Más bien, somos nosotros los que algún día tendremos que rendir cuentas ante él. Él por siempre merece y merecerá todo reconocimiento y adoración; y llegará un día en que toda rodilla se doblará y todos verán la verdad.

El Señor, del mismo modo, permite que ocurran cosas malas hasta que llegue ese día. Él soporta con paciencia la maldad del hombre para dar oportunidad a que «todos procedan a arrepentimiento» (1P.3:9). Pero, en ese día el tiempo se habrá acabado y se ejecutará la justicia de Dios a todas las naciones por la maldad que hicieron. En ese instante nadie podrá ignorar la soberanía y majestad del Señor.

Asimismo, Dios ejerce su soberanía al establecer leyes. Por ejemplo, las leyes físicas rigen la naturaleza: los ciclos climáticos, la cadena alimenticia, la fotosíntesis, los instintos animales, etc. La naturaleza obedece instantáneamente estas leyes. Del mismo modo, Dios ha establecido leyes morales[45]; sólo que el hombre no obedece estas leyes instantáneamente; pues, Dios le dio al hombre el libre albedrio. Estas leyes no sólo están escritas en su Palabra sino también en el corazón del ser humano. El ser humano en el instante en que desobedeció perdió la capacidad de conducirse conforme a estas leyes morales sin transgredirlas. Por supuesto, esto no refleja libertad sino esclavitud al pecado, tal como lo dicen las Escrituras. Pero esto no quiere decir que no seamos responsables de nuestros actos, pues lo que hacemos lo hacemos siguiendo nuestra propia voluntad. El único que puede rescatarnos de esta naturaleza de esclavitud es Jesucristo. Pero, Dios no nos creó para que fuésemos esclavos, sino para que pudiésemos disfrutar de una relación plena con él.

B.   El propósito de la humanidad

Francis Schaeffer escribió una vez: «Las categorías de un hombre, sus puntos de vista básicos sobre la vida, descansan sobre su concepto en cuanto a los orígenes»[46]. Esto es cierto, pues podemos ver en nuestra sociedad como su forma de ver la vida se ve afectada por su forma de entender el origen de la vida. Por ejemplo; la persona que cree que la existencia del hombre es pura casualidad y que en la naturaleza no hay un diseño no tendrá una base firme para encontrar el valor del ser humano. Nuestra sociedad actual considera al hombre un animal más, sólo que más evolucionado. Adolf Hitler se apoyó en ideas evolucionistas en su defensa de una raza superior.[47] Los líderes nazis medían el valor del ser humano según su grado de evolución. Para ellos la raza aria era la más evolucionada y justificaron la barbarie proclamando «la supervivencia del más apto».

No obstante, ¿qué nos dicen las Escrituras acerca de hombre? Cada persona tiene un valor especial por el simple hecho de haber sido creada por Dios. No se juzga si la persona es buena o mala, pues nadie es bueno, sólo Dios. Lo que importa es que toda persona es una criatura pensada y creada por Dios. Pero en Génesis no sólo encontramos que somos criaturas de Dios, como lo son los animales, sino que hemos sido creados a «imagen y semejanza» de Dios. El ser humano como imagen de Dios es un ser con dignidad, no por sí mismo, sino porque es Dios quien le dio esa dignidad. «La acción creadora de Dios constituye al hombre en imagen y semejanza a Elohim y, por tanto, le confiere una dignidad inigualable respecto a los demás seres creados.»[48] Por lo tanto, toda persona tiene dignidad por el simple hecho de haber nacido.

Leemos en Génesis 1:26 que Dios le dio autoridad al hombre por encima de las demás cosas creadas. Esto nos da a entender que existe una gran diferencia entre el hombre y los animales. Hoy en día cada vez es menos aceptada esta diferencia. Ya no se valora tanto el hecho de que, a diferencia de los animales, tenemos razonamiento, sentimientos y moral. Puede que algunos lleguen a preocuparse incluso más por los animales que por las personas que pasan hambre en el mundo.

Volviendo a lo que decíamos antes, «ser imagen de Dios no implica para el hombre el derecho de convertirse en superhombre, sino la relación y la dependencia respecto de aquel de quién no es sino el representante. Querer ser como Dios, tentación presentada por la serpiente, es aspirar a salir del papel de la imagen.»[49] Esto da cierta luz al respecto del sentido de la vida. El propósito del hombre es reflejar la gloria de Dios. Hemos sido creados por él y para su gloria. Él quiso hacernos más especiales que los animales, quiso que el ser humano vivera en la plenitud que él preparó para nosotros y que conociera el insondable amor de su creador. El propósito por el que el hombre fue creado, su destino, fue para disfrutar de una relación cercana, íntima y especial con Dios. Aun así, en el momento en el que el hombre quiso ser como Dios y dejó que el pecado entrara en su corazón, perdió todo derecho a ello.

También es interesante reflexionar sobre el hecho de que nuestra naturaleza fue creada del «polvo de la tierra» (Gen.2:7). Por lo tanto, entendemos que sencillamente el ser humano no tiene valor por sí mismo. Lo dice también John Stott: el hombre es «una paradoja extraña y desconcertante, polvo de la tierra y aliento de Dios, vergüenza y gloria.»[50] Del mismo modo que toda persona tiene valor por haber sido creada a imagen de Dios, no somos nada más que simple polvo de la tierra. El atender a las paradojas que encontramos en las Escrituras nos puede ayudar a tener una perspectiva más equilibrada de la vida.

Esto nos enseña que somos limitados, que nuestra existencia no depende de nosotros. Al igual que una vasija de barro formada por un alfarero que la diseñó y que se puede romper, nuestra existencia depende de nuestro diseñador. Podemos seguir diciendo, como en Eclesiastés, que todo es vanidad, que todo pasa y que nada tiene verdadera importancia. Pero sabemos que esto sólo refleja una parte de la realidad. Pues por otro lado, Dios ha creado al ser humano con propósito y significado. El ser humano es inteligente, creativo, empático, etc. Es decir, vemos grandes cualidades en el hombre; todas, gracias al sentido y el valor que Dios le ha dado al hombre.

El autor de Eclesiastés parecería estar de acuerdo con algunos científicos de los que hablábamos en el apartado anterior al decir:

Dije además en mi corazón en cuanto a los hijos de los hombres: Ciertamente Dios los ha probado para que vean que son sólo bestias. Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de las bestias es la misma: como muere el uno así muere la otra. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre las bestias, porque todo es vanidad. Todos van a un mismo lugar. Todos han salido del polvo y todos al polvo vuelven. (Ecl.3:18-20)

También dice: «volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu a volverá a Dios que lo dio.» (Ecl. 12:7) El escritor está reflexionando sobre lo que ve, sobre la vida del hombre: Como la vida por sí misma no tiene sentido, como es pura vanidad al igual que el polvo. Porque el hombre no puede encontrar sentido ni en sí mismo, ni en lo que hace.

Por ello, el autor de Eclesiastés pregunta: «¿Quién sabe que el aliento de vida del hombre asciende hacia arriba y el aliento de las bestias desciende hacia abajo, a la tierra?» El hombre no puede descubrirlo. El autor de Eclesiastés es el gran empírico de la Biblia. Esto solamente lo sabe Dios y él es quien se lo revela al hombre.

Es asombroso ver la amplitud de la revelación bíblica, como los textos se complementan y ayudan a tener una visión panorámica de la realidad. Un arquitecto sabe de sobra que el dibujo en dos dimensiones pueden representar con fidelidad la realidad, pero nunca será tan completo como usando tres dimensiones. La revelación divina, en cierta manera es igual. En unos textos bíblicos estamos viendo el dibujo en dos dimensiones; y al complementarlo con los demás, podemos verlo en tres dimensiones.

Por lo tanto, podemos concluir diciendo que cuando buscamos nuestro propósito de la vida fuera de Dios, perdemos el sentido por el cual hemos sido creados, la esencia, la plenitud. Pues, la vida sin Dios y sin nuestro Señor Jesucristo es una vida vacía. Jesús mismo enseñó que fuera de él no hay vida sino muerte. «Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.» (Jn. 11:25) Solamente en Cristo encontramos el sentido de nuestra vida.

El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de la creación.

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por él y para él.

Y él es antes de todas las cosas y todas las cosas en él subsisten. (Col 1:15-17)

C.   La presciencia de Dios

Se entiende por presciencia al conocimiento previo que Dios tiene sobre los acontecimientos. A continuación discutiremos este atributo divino, ya que para algunos suele traer una gran complicación al contrastarlo con el libre albedrío humano. Las Escrituras nos enseñan que Dios es omnisciente, es decir, que todo lo conoce, no hay nada oculto para él, ni las intenciones más profundas del corazón. El salmista lo expresa de la siguiente manera:

Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. (Sal.139:3-6)

El salmista dice maravillado que no puede comprender la grandeza del conocimiento de Dios, quien lo sabe todo sobre la vida, las acciones y las intenciones de cada persona. Pero, alguien podría decir que, aunque Dios conozca las intenciones de una persona no significa que conozca sus futuras acciones, sino que puede deducirlas en base a toda la información que tiene.

Pero esto no explica los distintos pasajes en que el Señor predice la traición de su pueblo escogido, la invasión de reinos vecinos, la destrucción del templo. Dios le mostró en sueños a José que sus hermanos se arrodillarían frente a él. Dios le avisó a Moisés que no le escucharían y al igual que a Jeremías. En Jesús vemos claramente este atributo divino, pues sabe de antemano quien le traicionará, que Pedro le negará, además de que le matarán y que al tercer día resucitará. Del mismo modo, Jesús demuestra conocer eventos muy posteriores a él. Profetiza la destrucción del templo, como también lo hizo Daniel, el cual fue destruido a manos del ejército romano bajo el general Tito. Y, también, predice eventos que aún no han ocurrido como el gobierno del Anticristo y señales que anuncian la segunda venida de Cristo, las cuales se van cumpliendo en este tiempo.

Para muchos ha sido un gran dilema encontrar la relación lógica entre precognición divina y el libre albedrío. Algunos teólogos han afirmado que necesariamente la precognición divina requiere de un futuro determinado.[51]Como hemos visto en apartados anteriores, en filosofía se usan los términos «necesidad» y «contingencia» para clasificar los acontecimientos que ocurren por necesidad, es decir, sin posibilidad alguna de que ocurra lo contrario; y los que tanto podrían ocurrir como no. En términos filosóficos, lo que están afirmando es que todos los acontecimientos son necesarios y no habría acontecimientos contingentes o libres.

El gran dilema que tienen, es cómo Dios puede conocer el futuro sin que esto afecte nuestro libre albedrío. Por ello algunos se cuestionan si realmente, Dios conoce el futuro. Como hemos explicado al principio, algunos prefieren creer que Dios no conoce el futuro. Así se mantienen en la idea de que sus acciones son libres, sin que les moleste entender la presciencia divina. Evidentemente, al pensar de este modo estamos negando varios pasajes bíblicos. En realidad estamos creyendo en un Dios limitado, y más humano que todopoderoso. Ahora bien, si Dios realmente conoce el futuro, ¿están, por lo tanto, nuestras acciones predeterminadas?

Buswell dice que este pensamiento es dogmático y se une a Hodge al criticarlo como limitado y limitante. ¿Por qué estaría Dios limitado a conocer solamente los sucesos necesarios? ¿No podría Dios conocer los sucesos contingentes, aun cuando no lleguen a ocurrir? «[Dios] conoce todo aquello que puede llevar a cabo el poder infinito; y que por la consciencia de sus propósitos Él sabe lo que ha determinado llevar a cabo o permitir que acontezca.»[52] Hodge critica que estos teólogos sólo ven causalidad en Dios, como si Dios no pudiera conocer más allá de lo que es o será.

Del mismo modo, Buswell concuerda con Hodge al explicar que lógicamente hay una diferencia entre acción y conocimiento. Incluso para los seres humanos, una cosa es conocer algo, y que es muy distinto a provocar que ocurra.

Otros, en base a que Dios es eterno, creen que para Dios no existe el paso del tiempo. Es decir, que Él no conoce las cosas en términos de pasado y futuro, sino que todo ocurre simultáneamente en su eterno presente. Agustín de Hipona fue uno de los primeros en afirmar, en base a esto, que es incorrecto hablar de presciencia, sino que lo correcto es llamarlo simplemente «conocimiento».[53] Lo que ocurre es que esta teoría conlleva grandes conflictos, pues cómo podría ser la intervención del Verbo en la historia; Cristo pre encarnado, la resurrección y la parusía. ¿Cómo podría esto ocurrir simultáneamente? No habría un momento en el que interviniera en la historia humana y que ello tuviera repercusiones eternas.

En el primer libro de Samuel, capítulo 23, encontramos un relato curioso. Durante el tiempo en que David huía de Saúl, porque éste pretendía matarlo, David escucha que los filisteos están robando el grano de los campos de la ciudad de Keila. Entonces David le pregunta a Dios si debe ir a luchar contra ellos para librar aquella ciudad. Dios le dice que vaya, que él le ayudará a vencer a los filisteos. David convence a sus hombres asustados y les comunica lo que Dios le dijo. Entonces van y vencen a los filisteos. En eso, Saúl se entera de que David está en Keila y decide ir tras él. Rápidamente David es avisado de que Saúl ha decidido atacarlo, por lo tanto David pide que le traigan el efod y consulta al Señor. David le pregunta si los líderes de la ciudad le traicionarán y si Saúl irá contra él. El Señor le responde que Saúl irá y que los líderes de Keila le traicionarán. Sabiendo esto, David decide irse de Keila. Cuando a Saúl le notifican que David había huido, Saúl decide no ir a Keila.

Encontramos en este relato que Dios le avisa a David de algo que iba a ocurrir aunque al final no ocurre, ya que David reaccionó a tiempo. Dios, en su omnisciencia sabía que Saúl iría y conocía el corazón de los líderes de Keila quienes le traicionarían. Esto demuestra que Dios no sólo conoce los acontecimientos necesarios, sino también los contingentes. Es decir los que podrían pasar aunque al final no ocurran.

Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mis planes permanecerán, y haré todo lo que quiero. (Isaías 46:9,10)

D.   La libertad de la humanidad

Dios sabía que el hombre le desobedecería, pero, esto no significa que Dios programara al hombre para desobedecerle o determinase que así debiese ocurrir. La mujer eligió creerle a la serpiente antes que a Dios, y el hombre eligió obedecer a la mujer antes que a Dios.

Nuestros propósitos son libres, incluso cuando son formados bajo la influencia de otras mentes. Se nos puede persuadir, o llevar mediante razonamientos, o tomar ciertos cursos de acción, o se nos puede inducir a formar nuestros designios en consideración a los deseos o intereses de otros.[54]

El hombre hizo uso de su libre albedrío al tomar esa decisión, lo que provocó terribles consecuencias. Sin embargo, la libertad fue otorgada al hombre como algo bueno a pesar de lo que costara. Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. Así, Dios le confirió una mayor dignidad y poder al hombre que al resto de la creación, a la vez que una mayor responsabilidad.

Cuando Dios crea al hombre lo crea para que ejerza dominio sobre los animales y sojuzgue la tierra. Esto implica una actitud y acción libres. Al crear al ser humano con esta capacidad «el Señor podía esperar del hombre que le respondiera y que le fuera responsable. El hombre estaba constituido para tener el privilegio de la elección, incluso hasta el punto de desobedecer a su Creador. Tenía que ser el representante responsable de Dios y el administrador de la tierra […]»[55] El peligro de crear un ser con voluntad libre e independiente, conlleva en sí la posibilidad de que la criatura tome un camino contrario a la voluntad de su creador.

Entonces, ¿Por qué Dios hizo al hombre con esa libertad? Porque, como la Biblia nos enseña, Dios es amor. Ésta podría considerarse otra prueba de que existe el libre albedrío y que nuestras voluntades no están condicionadas. Nosotros, que somos hechos a imagen y semejanza de Dios, lo entendemos. Porque, cuando amamos, deseamos que esa persona amada también nos corresponda libremente. Todos estamos de acuerdo, ya que es de sentido común, que cuando alguien obliga a otra persona a estar a su lado, sea por imposición o manipulación, es que no ama de verdad. Claro que esto no significa que podamos amar a Dios por nosotros mismos. Pues es imposible amarle, si él no transforma nuestro corazón primero. Aun así esto no anula nuestro libre albedrío.

Si el hombre no fuera libre para actuar o decidir, no tendría sentido el castigo o el juicio, ya que sería injusto. El mismo Agustín de Hipona lo afirmó cuando dijo en sus Tratados sobre la gracia que «el hombre posee libre albedrío […]. Primero porque los mismos preceptos divinos de nada servirían al hombre si no tuviera libertad para cumplirlos, y así llegar al premio prometido.»[56]

Más adelante, Agustín continuaba diciendo: «Nadie, por consiguiente, haga a Dios responsable cuando peca, sino cúlpese a sí mismo. Ni tampoco, cuando bien obra, juzgue el obrar ajeno a su propia voluntad, porque si libremente obra, entonces existe la obra buena.»[57]

Posteriormente, en el mismo libro, Agustín afirma que la voluntad del hombre no es suficiente; necesita de la ayuda de Dios para hacer algunas cosas. Por ejemplo; ante la tentación no basta la buena voluntad de hacer lo correcto, porque somos débiles. Pero tampoco podríamos resistir la tentación sin la voluntad de hacerlo.

Por ello podemos afirmar que el hombre es responsable de sus actos desde el principio de los tiempos. Todo lo que el ser humano hace tiene consecuencias que pueden ser buenas o malas. Claro que las acciones del hombre nunca podrán lograr por sí mismas la salvación. Pero si afectan el rumbo que tome su vida. Imaginemos un ejemplo de lo que estamos hablando: Un niño que se esfuerza mucho, puede lograr aprobar e ir a la universidad. Un muchacho que no lo haga, difícilmente lo logrará. Por supuesto hay más factores que pueden influir en un caso u otro.

Muchas de las cosas que estamos viviendo son consecuencias de nuestros propios actos. Algunas de ellas hemos querido imputárselas a Dios. ¿Por qué hay hambre en el mundo? ¿Por qué hay tanta desigualdad en África? Si Dios es bueno, ¿por qué ocurren cosas malas? Es cierto, que Dios permite que ocurran cosas malas. Nada ocurre sin su consentimiento. Pero se equivocan quienes ven a Dios como un niño grande que juega a matar hormigas. Pues, la maldad que hay en el mundo es consecuencia del pecado. Toda la creación se vio afectada a causa de la corrupción del pecado. De mismo modo que, muchas de las cosas malas que ocurren ahora son consecuencias de acciones humanas. Por el egoísmo y la avaricia del ser humano hay desigualdad y hambre. Si los países de África no fueran pobres, Europa no gozaría de las comodidades que tiene, pues los precios serían muchísimo más altos. No somos conscientes de hasta qué punto somos responsables de lo que ocurre en el mundo. El hombre es responsable de lo que ocurre en su entorno, a veces por lo que hace y a veces por lo que no hace.

Hay quienes confunden la idea helénica del destino con la providencia divina, creen que todo lo que ocurre es la voluntad de Dios. No obstante, podemos ver que no es así. Pues el hombre todos los días hace cosas contrarias a la voluntad de Dios. Esto no significa que Dios no intervenga en la historia. Pues el cumplimiento de las promesas y profecías bíblicas, enseñan claramente que lo hace.

Por lo tanto, Dios hizo al hombre libre y le puso una condición: «De todo árbol del huerto podrás comer. Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.» (Gen.2.16-17, LBLA) Alguno podría decir que, en este caso el hombre no era del todo libre, dado había una prohibición. También, hay quienes confunden libertad con libertinaje. La libertad no es falta de márgenes o límites. La libertad sin límites es desenfreno y no es bueno para el hombre. Las acciones traen consecuencias. Existen acciones buenas y acciones malas. A veces ni siquiera tienen que ser acciones, sino que basta con las intenciones.

Como íbamos explicando, también existe otro aspecto de la libertad que a muchos les falta, pero que no conocen. La libertad del alma que sólo da Cristo. Como dicen las Escrituras, Jesucristo vino a «proclamar libertad a los cautivos». Él no hablaba de una simple libertad sociopolítica, aunque era lo que esperaban los judíos; pues ellos esperaban un Mesías libertador que se enfrentara al imperio romano. Pero, en lugar de ello muere crucificado por ellos, logrando una libertad aún mayor.

E.   La responsabilidad del hombre

No existe libertad sin responsabilidad. El hombre debe responder ante sus actos y decisiones. Las Escrituras dicen que «la paga del pecado es la muerte». Si no fuéramos responsables de nuestro pecado no tendría sentido la condenación. Todo hombre merece la condenación. Sólo que Dios, por su gran amor ha intervenido para salvarnos y nos ha tendido la mano. Sin su intervención nuestro fin estaría determinado y no podríamos escapar de ello. No obstante, Dios no nos ha creado para morir, y tuvo que intervenir para salvarnos. Sólo que quienes no escuchen su voz y le den la espalda ya han sido condenados.

Tendemos a atribuirle a Dios la culpa de todo lo malo de ocurre en el mundo ignorando nuestra propia responsabilidad como seres humanos. Calvino lo explica de la siguiente manera: «Los impíos piensan que pueden defenderse con el pretexto de que todo el mal que hay en la naturaleza le viene en cierta manera de Dios, y si se les reprocha por ello, no dudan en disputar con el mismo Dios y echar la culpa, de la que justamente son acusados, sobre Él.»[58]

Adán, el primer hombre que pecó, fue el primero que trató de justificarse echándole la culpa a Dios, diciendo: «La mujer que me diste». Culpa a la mujer de haberle incitado a comer del árbol; pero al mismo tiempo culpa Dios, quien le dio la mujer. De igual modo, hoy en día, le echamos a Dios la culpa de que haya hambre en la tierra; pero no nos paramos a pensar en la responsabilidad de la sociedad en la desigualdad social. Es cierto, que Dios permite que ocurran muchas cosas malas. A pesar de esto, llegará un día en el que se hará justicia y se borrará el mal de la faz de la tierra, pero al juzgar toda la maldad le pedirá cuentas al ser humano. Con todo ¿cómo se justificará?

La muerte, el sufrimiento y las injusticias, son consecuencias del pecado. El pecado entró en el mundo tras la desobediencia del hombre, lo que trajo como consecuencia la muerte, la violencia y la corrupción del hombre. Pablo en su epístola a los Romanos dice que «la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción» (Ro.8:21). La naturaleza humana, lo que a veces llamamos «la carne» se ha tornado esclava del pecado, de corrupción. Es claramente evidente que esa corrupción no es la voluntad de Dios para el hombre. Por ello, desde la eternidad y por nuestra debilidad, Dios preestablecido que su Hijo muriese por nuestros pecados para salvarnos y hacernos hijos de Dios en él.

Con todo, algunos entienden que según algunos textos bíblicos Dios induce al hombre para que obre mal. En Jeremías 4:10, el profeta expresa: «¡Ay, ay, Señor, Dios, verdaderamente en gran manera has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: «Tendréis paz», pues la espada ha entrado hasta el alma!»

Se puede interpretar mal este texto diciendo que Dios engañó a su pueblo. Pero no es cierto que Dios les prometiera paz y luego les traicionara, sino que fue el pueblo el que le traicionó a Dios volviéndose a los ídolos y pecando delante de él. Dios siempre les advirtió de ello. Quienes les prometían paz, a pesar de que el pueblo seguía viviendo en pecado, eran los falsos profetas.

El comentario de exegético de Jamieson, Fausset y Brown dice que el texto afirma que Dios había engañado al pueblo, porque Dios había intervenido para que los falsos profetas prometieran paz. En su comentario afirman que Dios les había predispuesto a fallar, aunque esto «no anulaba su libertad moral como agentes».[59]

Ciertamente Dios no impidió que los falsos profetas mintieran. Pero esto no quiere decir que los profetas hablaran falsamente porque Dios quería que lo hicieran. Aquellos falsos profetas hablaron mentiras sacadas de su propio corazón e inventaron cosas que Dios nunca les había dicho que hablaran. Además, cuando Jeremías le pregunta al Señor acerca de las profecías de aquellos profetas, Dios le responde diciendo: «Yo castigaré a esos profetas mentirosos, porque han hablado en mi nombre a pesar de que no los envié. Dicen que no vendrá guerra ni hambre, ¡pero ellos mismos morirán en la guerra y  morirán de hambre!» (Jer. 14:15, Nueva traducción viviente)

F.    La providencia

¿Qué es providencia? ¿Realmente influye el Señor en la historia del hombre o no? Por supuesto Dios interviene, si no lo hiciera ya estaríamos muertos, no habría esperanza de salvación para nosotros. Los ojos de él están atentos a su creación y nada ocurre sin su supervisión. Sólo él puede dar vida y él ha establecido las leyes de la naturaleza, de las cuales dependemos. El teólogo José Grau, hablando sobre el propósito del libro de Daniel dijo: «El creyente halla consuelo sabiendo que la providencia rige el destino del mundo y su propio destino.»[60]

La Biblia habla de principio a fin del plan de Dios para la humanidad y de la incursión de Dios en la historia. Desde el principio, Dios ha querido relacionarse con el ser humano, su creación amada. No se conformó con eso sino que su Unigénito se hizo hombre para poder salvarnos y transformar nuestras vidas.

Esta intervención fue anunciada desde el principio. A través de los profetas Dios anunciaba a su pueblo su voluntad, sus planes y les advertía de lo que habría que ocurrir. Las profecías del Señor se fueron cumpliendo y aun a día de hoy podemos ver la Palabra de Dios cumplirse ante nuestros ojos.

El regreso del Señor está por llegar, aunque algunos ya no quieran esperarlo. Las señales se están dando. Este acontecimiento hará que toda la vanidad a la que estamos aferrados pierda todo el sentido que parecía tener.

G.   La elección en Cristo

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. (Ef.1:3-5)

¿Es realmente la Biblia determinista? ¿Es cierto que el futuro de las personas está predeterminado antes de nacer? La verdad es que cuando se coge un texto de forma literal y aislada de los demás, puede llevar a malas interpretaciones. Las Escrituras no se contradicen, enseñan un mismo mensaje, una misma verdad, pero que es amplia y que debe entenderse contrastando y estudiando los textos.

Del texto anterior muchos interpretan que Dios escogió a los que serían salvos desde antes de la fundación del mundo, independientemente de sus acciones, simplemente por la gracia de Dios. Esta doctrina se respalda en la afirmación de la soberanía divina. Dios hace y deshace según su voluntad, por lo tanto él escoge quien se salva y quien se pierde. Muchos anestesian su lógica diciendo que nuestra mente finita no puede llegar a entender la grandeza y eternidad divina, por ello simplemente debemos aceptar esto sin más, aunque no lo entendamos.

Por supuesto Dios es soberano. Dentro de su soberanía creó al ser humano, estableció leyes. Pero, su soberanía no anula el amor divino. Su amor no está limitado a unos pocos. Las Escrituras también enseñan que «todos procedan al arrepentimiento». «De tal manera amó Dios al mundo, para que todo aquel que en él crea no se pierda». En estos textos Dios Padre confiesa que su soberana voluntad es que todos procedan al arrepentimiento, que nadie se pierda.

Entonces, si Dios es soberano, todopoderoso y desea que la humanidad se salve, ¿Por qué no todos se salvan? «El señor busca a adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad». Su amor debe ser correspondido, no porque venga programado en nuestra genética, sino por libre decisión. El padre no le obliga al hijo pródigo quedarse. Deja que se vaya, que decida, y regrese por su propio pie. Desde el principio hasta el final de las Escrituras. Dios le da al ser humano la oportunidad de escoger. «Escoged hoy a quien sirváis, si a Dios o a los ídolos».

Nadie quiere ser correspondido por obligación sino porque le nazca a la otra persona amarnos. El novio quiere que la novia sienta lo mismo que él, él la enamora, la conquista, pero, no quiere que le den una droga que la programe para que le ame. Si el amor no es libre y de propia decisión, no es amor verdadero. Porque Dios compara su amor por su pueblo como el amor de un matrimonio. Aunque en aquel tiempo, el hombre era más libre que la mujer a la hora de escoger pareja; Dios se muestra como un marido que ama, quiere ser correspondido y quiere que su esposa le sea fiel. Expresa su dolor al observar como su rescatada y amada, le es infiel con otros. Si no fuéramos libres como para tomar malas decisiones, esto no hubiera pasado. ¿Cuántas veces el pueblo escogido no le dio la espalda al Señor? Los rescatados de Egipto ¿Cuántos entraron en la tierra prometida? ¿No estaban escogidos?

Las Escrituras enseñan que Israel era el pueblo escogido, pero nacer en Israel no era garantía de nada si no cumplías el pacto, si no había temor de Dios. ¿Cuántos no fueron desechados? ¿Y cuántos paganos no fueron aceptados? Algunos llegaron incluso al honor de formar parte de la genealogía real de Cristo, Rahab, una prostituta; Rut, una moabita, etc.

Por lo tanto, ¿somos escogidos y predestinados? Sí, las Escrituras lo dicen, pero es necesario aclarar que significa esto y para que somos escogidos. Hay que puntualizar que Pablo en esta epístola a los Efesios está diciendo que somos «escogidos en Cristo», «para ser santos y sin mancha delante de él», antes de la fundación del mundo. No obstante, no dice para ser salvos, sino que el Padre decidió que seriamos santos y sin mancha al estar en Cristo.

También dice «predestinado para ser adoptados hijos suyos a través de Cristo». Es decir, desde antes de todo, su deseo es que fuéramos sus hijos, adoptados por él a través de Cristo. Por lo cual somos «aceptados en el Amado», es decir Jesús.

Es decir, parece que desde el principio Dios había escogido que Jesús sería nuestro salvador. Parece que Dios puso intencionalmente el árbol en el huerto, sabiendo que le desobedeceríamos. Es decir, ¿se podría decir que estábamos predestinados a pecar? No creo, creo que Dios simplemente sabía que pasaría, tarde o temprano. Pero todo esto era necesario para «alabanza de la gloria de su gracia», y para que quien decidiera por Cristo, decidiera de verdad. Y «¿Quién ama más, al que más se le perdona, o al que menos?».

1.     Exégesis de la introducción de Efesios

«Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo». (Efesios 1:4)

Escogió (Exelexato): «Primer aoristo de indicativo en voz de media de eklego»[61]. El tema aoristo indica un momento concreto del pasado. Aunque no necesariamente niega una acción prolongada del pasado.[62] Se defiende en base a estos versículos que Dios escogió desde la eternidad a los que debían ser salvos.

«Antes de la fundación del mundo». Esta misma frase aparece en la oración de Jesús refiriéndose al amor eterno del Padre hacia el Hijo. (Juan 17:24). También la encontramos en 1 Pedro 1:20 que dice que Jesucristo desde antes de la fundación del mundo estaba destinado a ser nuestro salvador. «El cordero sin mancha y sin contaminación […] destinado desde antes de la fundación del mundo.» Pero en ese contexto, al cristiano, se le exhorta a no conformarse a los deseos que tenía antes de ser rescatado, pues es llamado a ser santo como Dios es santo. Se le recuerda que es nuestra responsabilidad como hijos, conducirnos con temor y ser santos, porque «el Padre no hace acepción de personas y juzga según las obras de cada uno» (1 Pedro 1:17). Esto no quiere decir que nuestras obras nos justifiquen, pues nadie puede lograr por sí mismo la salvación.

Jesucristo dijo en Juan 15 que es necesario que permanezcamos en él, como los pámpanos para dar fruto deben permanecer en la vid. Nuestro Señor enseña que el que no permanece en él no puede dar fruto y advierte que el que no permanece en él será echado al fuego. El cristiano no debe acomodarse, ni confiarse, hay una carrera que correr. Hay una paciencia, en el sentido de perseverancia, que ejercitar. «El que persevere hasta el fin […] será salvo.» (Mr. 13:13)

Ciertamente no debemos ignorar que Jesucristo dice en Juan 15:16 «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros.» Teniendo en cuenta el contexto inmediato, se lo está diciendo a los discípulos. Y en otro versículo, Jesucristo dice que de su misma elección uno es «diablo», refiriéndose a Judas Iscariote.

Es cierto que la Biblia dice que Dios elige: eligió al pueblo de Israel, Jesucristo eligió a los doce, el Nuevo Testamento se refiere a nosotros como los elegidos de Dios. Pero ello no quiere decir que nuestras decisiones no cuenten, ¿Cuántos hebreos, miembros del pueblo elegido no murieron sin salvación a causa de su terquedad? No solo eso, sino que Dios llegó a exaltar y privilegiar a paganos y prostitutas como Rahab, que es parte del linaje real de Jesucristo.

El Señor es justo y no hace acepción de personas. Tampoco debemos ignorar los textos que afirmar que la voluntad de Dios es que «procedan al arrepentimiento». El amor de Dios es incondicional e infinito. Vigilemos en que no nos acomodemos al considerarnos los elegidos de Dios, que no se enfríe nuestro corazón contra los que no consideremos elegidos, pues podríamos estarnos equivocando gravemente.

Efesios rotunda en la afirmación de que somos santos «en Cristo», elegidos «en Cristo», «aceptados en el Amado». Como hemos dicho Jesucristo fue destinado desde la eternidad como nuestro Salvador. Él es el verdadero elegido de Dios. Pablo le está diciendo a los Efesios que Dios decidió desde antes de que todo fuese creado, que los que estuvieran en Cristo serian santos, serían adoptados como sus hijos. El plan de Dios siempre fue reunir todo en Cristo. Por lo tanto nuestra salvación y nuestra herencia están en Cristo. Y Cristo es la piedra de tropiezo para los que se condenan, pues le rechazan y no creen en él.

«Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual también fueron destinados.» (1P. 2.8) Todos los que no estén en Cristo están destinados a desobedecer y a la condenación. Todos en algún momento estuvimos en ese camino. Pero Jesucristo nos ha salvado y nos ha dado un nuevo destino. Ahora heredamos el regalo de la salvación y gloria de Jesucristo. Ahora formamos parte de un linaje escogido, de una nación y pueblo separado por la gracia de Dios. Pero no para conformarnos sino, como dice Pedro «para que anuncies las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a la luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.»

Pues debemos compartir lo que se nos ha dado, con otros. Con los que aún están en tinieblas, con los que aún no pertenecen a los elegidos, pues no están en Cristo.

Conclusión

La frase «el destino así lo ha querido» surgirá con mucha facilidad de cualquier pensamiento determinista. Sólo que el ser humano no ha sido creado para conformarse a las circunstancias que le rodean, sino a pelear con la ayuda de Dios. Hemos visto que hemos sido creados con un propósito, que Dios tiene planes para nuestras vidas. Pero esos planes no se cumplirán por si solos, si no disponemos nuestras vidas y nos esforzamos, realizando nuestra parte.

Somos escogidos o elegidos al estar en Cristo, quien es el que fue elegido desde el principio de los tiempos. Sólo en Cristo podrá cumplirse el propósito de Dios en nuestras vidas. Por ello debemos esforzarnos en permanecer firmes, no dejarnos engañar ni distraernos con las cosas de este mundo que trataran de sacarnos del camino.

La vida es un viaje, un recorrido, lo más importante es avanzar para llegar al destino al que debemos dirigirnos. Por lo tanto, dispongamos nuestras vidas bajo la voluntad del Padre y así alcanzaremos la meta a la que hemos sido llamados.

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Notas al pie:

[1]Un ejemplo lo encontramos en la obra clásica española Don Álvaro y la fuerza del Sino, que relata como el Destino impide el romance de Don Álvaro con Doña Leonor, poniendo varios obstáculos y llegando a provocarles incluso la muerte. A este pensamiento se le denomina fatalismo.

[2]Tillich entiende que la polaridad entre libertad y destino forman parte de la vida. Aunque sean opuestas no se anulan, ni se pueden separar.

[3] FERRETER MORA, José. Diccionario de filosofía. Tomo I. Barcelona: Editorial Ariel, 1994 y 1998, p. 846.

[4]RUNES, Dagobert D. Diccionario de filosofía. Tercera edición. Barcelona: Ediciones Grijalbo, 1985, p. 187.

[5] El biólogo Francis Crick reconoció que sus motivaciones para realizar sus investigaciones científicas son filosóficas e incluso religiosas. (SCHAEFFER, Francis A. Retorno a la libertad y la dignidad. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1973, pp. 21-22).

[6]MONOD, Jacques. El azar y la necesidad. Barcelona: Ediciones Tusquets, 1981, pp. 112-113.

[7]SCHAEFFER, Francis A. Retorno a la libertad y la dignidad. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1973, p. 18.

[8]  Ibid., p. 23.

[9]  Ibid., p. 17.

[10] SCHAEFFER, Francis. Muerte en la ciudad. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1973, pp. 85-86.

[11] «Behavior» es la palabra inglesa que significa conducta. Es la idea que considera que toda conducta humana está determinada por el ambiente que le rodea.

[12] SCHAEFFER, Francis A. Retorno a la libertad y la dignidad. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1973, p. 56.

[13]FLECHA, José-Román. Moral fundamental. La vida según el espíritu. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2005, pp. 166-167.

[14] DASTFERREZ, Abraham. La nueva era: el origen y la naturaleza de su filosofía y los perjuicios de sus contenidos para la salud física, mental y espiritual. Terrassa: Editorial CLIE, 2000, p.331.

[15]ERICKSON, Millard. Teología sistemática. Segunda edición. Viladecavalls: Editorial CLIE, 2008, p. 305.

[16]  HODGE, Charles. Teología Sistemática. Vol. I. Barcelona: Editorial CLIE, 1991, p. 385.

[17]PASTOR, Félix A. La lógica de lo inefable: una teoría teológica sobre el lenguaje del teísmo. Roma: Editrice Pontificia Universita Gregoriana, 1986, p. 192.

[18]TILLICH, Paul. Teología Sistemática.Vol. I. Barcelona: Ediciones Ariel S.A., 1972, p. 238-239.

[19] TELLÉZ, Freddy. Mitos: Filosofía y práctica. Manizales: Universidad de Caldas, 2002, p. 29.

[20] FRAILE, Guillermo. Historia de la filosofía I, Grecia y Roma. Séptima edición. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1997, p. 69.

[21] FLECHA, José-Román. Op. cit., p. 170.

[22] CORREIA M., Manuel. Libertad y presciencia divina en Boecio. [en línea] Teología y Vida, vol. 43, 2002, p. 178. [Fecha de consulta: 28 de marzo de 2014] Disponible en: <http://estudiosterritoriales.org/articulo.oa?id=32243305>ISSN 0049-3449.

[23] Ibid.

[24] SALLES, Ricardo. Los estoicos y el problema de la libertad. México. UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, 2006, p. 41.

[25]  Ibid., p. 39.

[26] GOÑI, Carlos. Breve historia de la filosofía. Madrid: Ediciones Palabra, S.A., 2010, p. 70.

[27] CORREIA M., Manuel. Op. cit.

[28] BOECIO. La consolación de la filosofía. Madrid: Ediciones Akal, S.A., 2009, p. 268.

[29] ROPERO, Alfonso. Lo mejor de Agustín de Hipona. Tomo 2. Terrasa: Editorial CLIE, 2001, p. 112.

[30] AGUSTÍN DE HIPONA. Las confesiones de San Agustin. ©e-artnow, 2014, libro V, cap. X, párrafo 1.

[31] BEUCHOT, Mauricio. Historia de la filosofía medieval. México:FCE, 2013, p. 37.

[32] ROPERO, Alfonso. Lo mejor de Agustín de Hipona. Tomo 1. Terrassa: Editorial CLIE, 2001, p.78. (La verdadera religión: 14. El pecado es un mal voluntario).

[33] BERGIER, Abate. Diccionario de Teología. Tomo 3. Madrid: Imprenta de D. Primitivo Fuentes, 1846, 150.

[34] TOMÁS DE AQUINO, Santo. Compendio de Teología. Madrid: Ediciones Rialp, S.A., 1980, p. 187.

[35] Ibid.,  p. 181.

[36] COLZANI, Gianni. Antropología teológica. El hombre: paradoja y misterio. Salamanca: Secretariado trinitario, 2001, p. 253.

[37] Ibid., p. 253.

[38] ROLDÁN PANADERO, Concha. Estudio preliminar y notas. (Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino, de Leibniz) Madrid: Editorial Tecnos, 1990, p. XI.

[39] Ibid., p. XII.

[40] Ibid., p. XIV.

[41]www.acracia.org/Acracia/Religión_y_ciencia.html. Religión y ciencia, de Bertrand Russell: Determinismo.

[42]http://www.ecured.ce/index.php?title=Existencialismo&oldid=1987652 1/11/2014; 18:02.

[43] SCHAEFFER, Francis A. Op. cit., p. 17.

[44] Algunas de esas corrientes teológicas son la teología del Proceso y el liberalismo teológico. La Teología del Proceso niega que Dios esté por encima de todo lo creado, pretende que Dios esté limitado al devenir del tiempo. Según este pensamiento, ni el mismo Dios tiene poder sobre su propio destino. Del mismo modo, varios teólogos liberales predican a un Dios limitado, al interpretar las Escrituras rechazando lo sobrenatural.

[45] HODGE, Charles. Op. cit., p. 315.

[46] SCHAEFFER, Francis A. Op. cit., p. 15.

[47]GALEANO, Adolfo. Idea cristiana del hombre y la ciberantropología. Bogotá: San Pablo, 2011, p. 93.

[48]FLECHA, José-Román. Op. cit., p. 146.

[49]Ibid., p. 148.

[50]STOTT, John R. W. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Grand Rapids: Libros Desafío, 1999, p. 63.

[51]BERKHOF, Louis. Sumario de doctrina reformada. Grand Rapids: Libros Desafío, 2001, pp.59-60.

[52] HODGE, Charles. Op. cit., p. 292.

[53]BUSWELL, J. Oliver, Jr. Teología Sistemática, Tomo I, Dios y su revelación. Segunda edición. Miami: LOGOI, Inc., 2005, p. 27.

[54]HODGE, Charles. Op. cit., p. 385.

[55] PFEIFFER, Charles F. Comentario bíblico Moody, Antiguo Testamento. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1992, p.14.

[56] AGUSTÍN DE HIPONA. Tratados sobre la gracia. Cap.II/2

[57]Ibid., Cap.II/4.

[58] CALVINO, Juan. Institución de la religión cristiana. Tercera edición inalterada. Vol-I.Rijswijk: FELIRÉ, 1986, p. 113.

[59] JAMIESON, Roberto; FAUSSET, A. R.; BROWN, David. Comentario exegético y explicativo de la Biblia. Tomo I: El Antiguo Testamento. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2003.

[60] GRAU, José. Las profecías de Daniel. Barcelona: Ediciones Evangélicas Españolas, 1977, p. 19.

[61]ROBERTSON, A. T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Obra completa. Terrasa: Editorial CLIE, 2003, p. 832

[62] SHANK, Robert. La vida en el Hijo. Kansas City: Beacon Hill Press, pp. 74-75.

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