Por: Pastor Ángel Bea.
Hoy, día 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. También es llamado Día Internacional de la Mujer, tras ser institucionalizado por decisión de las Naciones Unidas, en 1975. La idea era la de reconocer a la mujer en pie de igualdad de derechos con el hombre.
Independientemente de los tiras y aflojas que se vienen dando entre esta especie de “guerra de sexos” todo ser bien nacido debería ver y tratar este asunto con la máxima objetividad posible, para no caer en la trampa de ninguna ideología política ni intereses partidistas. Y mucho menos hacerse partícipe de sentimientos de menosprecio, rechazo o de odio, tanto de un lado como del otro. Porque, al actuar de esa manera incurriríamos en la injusticia. Entonces, solo es cuestión de renunciar a lo dicho anteriormente y comenzar por darnos cuenta del origen de esta “guerra” que cada vez más está cobrando tintes peligrosos y que, en nada beneficiará a la relación entre hombres y mujeres, afectando todas las estructuras de la sociedad.
Por una parte, los hombres deberíamos admitir que lo conocido como “machismo” ha estado presente a lo largo de toda la historia, desde la caída (Gé.3.16; 4.19-20). Desde esa posición y con ese espíritu de superioridad, el hombre siempre ha usado y abusado de la mujer, tratando de mantenerla bajo su dominio, después de haberla limitado a unos roles en la sociedad. Limitaciones que sirvieron como muros para impedir a las mujeres ir más allá de lo prefijado para ellas. Tal proceder tuvo consecuencias devastadoras para las mujeres, en relación con su educación y desarrollo integral en paridad de igualdad con los hombres. Nada de eso sucedió. Mucho más, cuando todo lo dicho se llevó a cabo por medio de leyes injustas que, a todas luces favorecían a los hombres con gran perjuicio de las mujeres. Tales leyes injustas propiciaban, en muchas ocasiones, el uso de la fuerza bruta sin que tal comportamiento tuviera que rendir cuenta ante la ley. Sencillamente, porque no había leyes que castigaran tal proceder y si las había, se ignoraban.
Pensando en todo esto y dejando para otra ocasión el tema, visto desde el punto de vista de un feminismo-de-izquierdas-radical (más bien, hembrismo, en oposición al machismo) que nada tiene que ver con el feminismo clásico, recordaba en estos días la historia de la reina Vasti, reina consorte del rey Asuero (Jerjes, en la literatura secular. -486 a. J. C.-) y que aparece en el libro de Ester en el A. Testamento, de la Biblia.
El rey Asuero, acorde con la idea que tenían los antiguos gobernantes de grandes imperios de creerse divinos, organizó un gran banquete para todos “los poderosos, gobernantes y príncipes” de su reino. El motivo era el de “mostrar las riquezas de la gloria de su reino, el brillo y la magnificencia de su poder…” (Ester, 1.3-4). Parece un cuento. Pero si había alguna cosa que caracterizaba a estos personajes de la antigüedad era la vanidad, el orgullo, la prepotencia y la gran crueldad de la cual hacían gala. (Igual que el Nabucodonosor del libro de Daniel -4.1-37-). Por cierto, las mujeres de la corte y las visitantes no iban a quedarse sin “su fiesta”. Así que “también la reina Vasti hizo banquete para las mujeres, en la casa real del rey Asuero” (Est.1.9)
Pero el rey Asuero no se conformó con mostrar a todos lo grandioso de su reino. Él pensó que era una ocasión de oro para “mostrar a los pueblos y a los príncipes la belleza de su esposa -Vasti-; porque era hermosa”. Así que “ordenó que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey…” para ser mostrada. (Est. 1.11).
Pienso que la mayoría de las veces, pasamos de largo en la lectura de estas historias, para ir a lo que consideramos “más espiritual”. Así, en este caso entramos de lleno en la historia de Ester y todo cuanto tiene que ver con su valiente comportamiento y las consecuencias de salvación para con su pueblo, Israel. Eso está bien, pero no podemos pasar de largo de aquellos pasajes que nos hablan de la realidad del género humano de aquel tiempo. En este caso, de las mujeres. Esa visión más amplia nos ayuda a construir una visión antropológica más completa de la condición humana como tal, en contraste con la intención y el modelo original de Dios, que también aparece en las Escrituras. Entonces, en ese sentido vemos que el rey trata a la reina como una “mujer objeto”:
1) “Mujer objeto” porque, aunque era reina no tenía más remedio que compartir a su marido con un harén compuesto por decenas de otras mujeres, condenadas a vivir durante toda su vida, enclaustradas por y para el disfrute del rey.
2) “Mujer objeto”, en tanto no le dice a ella que acudiera a su llamada, de forma libre, sino que “la trajesen” ante su presencia.
3) Y, “mujer objeto” porque el rey Asuero no la llama para que junto a él pueda gozar de su compañía y de la fiesta, sino para “mostrar su belleza” ante todos los visitantes. Más o menos, como un “pase de modelos”, pero con Vasti como la única protagonista.
La negativa de la reina Vasti a acudir al llamado del rey Asuero
Pero la reina Vasti se negó a comparecer ante el rey. No se nos dicen cuáles fueron las razones de su negativa para obedecer las órdenes del rey. Cierto, pero dada la razón del rey Asuero para exhibirla en la fiesta a todos los presentes y la negativa de la reina a acudir ante su presencia, cabe pensar que ella no estaba dispuesta a ser exhibida ante aquellos “importantes varones”. Ella debió pensar: “Si la razón por la cual me llama el rey, es para usarme para que los demás vean ‘lo hermosa’ que soy, entonces… ¡no voy!”. Así, aún a riesgo de sufrir las consecuencias, desobedeció a su marido, el rey Asuero.
Es mi convencimiento que las mujeres no tienen por qué obedecer órdenes de nadie, cuando no se las trata con el debido respeto y solo se las ve y considera como “mujeres objeto” e inferiores a los hombres. En este sentido, la reina Vasti fue una mujer adelantada -¡muy adelantada!- a su tiempo. Sin embargo, por siglos ellas no han tenido más remedio que ser eso: objetos de los hombres y, en muchos casos, semejantes a la condición de los esclavos/as, para uso y abuso de los hombres. Dejémoslo ahí, de momento.
Reacciones de los hombres ante la negativa de Vasti
Con su negativa, la reina Vasti hizo enfadar al rey, pues éste “se enojó mucho, y se encendió en ira” (Est.1.12). Uno puede imaginarse al rey ante sus súbditos, príncipes y autoridades de todas las provincias del imperio… mirándose unos a otros de soslayo; unos poniendo su mano en sus bocas, para que no se percibieran sus poco disimuladas sonrisas, mientras otros abrían sus ojos de forma desmesurada, para tratar de re-componer pronto sus rostros, no fuera que el rey les viese… Y muy por debajo de todo cuanto se podía oír, susurrarían: “El rey Asuero, gobierna todo el imperio Medo-Persa ¿y no puede gobernar a su propia mujer?. ¡Puff!”. El asunto era muy serio. ¿Qué hacer, ahora?
El consejo de “los sabios”
Entonces, como se acostumbraba a hacer en casos “difíciles”, el rey consultó a los “sabios… entendidos en… la ley y el derecho” (Est. 1.13). Éstos estudiaron “el caso” y llegaron a las siguientes conclusiones:
1.- Con su desobediencia, la reina Vasti, había pecado contra el rey (lo cual ya era cosa seria)
2.- Con su actuación al menospreciar al rey Asuero, la reina también había tenido en poco a todos los hombres; desde los príncipes y poderosos allí presentes, hasta el último marido del imperio, puesto que de alguna manera el rey les representaba a todos.
3.- Pero además, el mal ejemplo de la reina Vasti sería oído por todas las mujeres del vasto imperio de Asuero “que tendrán en poco a sus maridos” (V.17) Si la reina se comportó así con el rey ¿por qué no podían hacerlo también las demás mujeres del imperio contra sus esposos?
4.- Tal actitud por parte de ellas, crearía un conflicto donde el “desprecio” y “el enojo” sería el pan de cada día en los hogares. (V.18). Es decir, un infierno en las relaciones entre el género masculino y el femenino. Tal y cómo están las cosas, a eso apuntan las relaciones en el día de hoy. Y no parece que tengan fácil arreglo. Estamos en el mundo, no en el reino de Dios. Todavía.
5.- Los “sabios” aconsejaron al rey Asuero a que publicara un decreto por el cual se estableciera destituir a la reina Vasti de su condición y que se eligiera a otra, para su puesto (V.19)
6.- De igual manera, aconsejaron al rey que escribiera a fin de “que todo hombre afirmara su autoridad en su casa”. Lo cual nos indica que ningún varón del imperio iba a permitir que su mujer le rechistara cuando alguno diera una orden a su esposa.
El temor masculino a perder el control
En realidad lo que se percibe en esas conclusiones de los “sabios” es el temor de todos los hombres de todos los tiempos a perder su autoridad y con ello, a perder el control sobre el género femenino. Y para mantenerlo no han ahorrado argumentos para demostrar que dicha autoridad debe establecerse y mantenerse por encima de cualquier otro criterio. De ahí los argumentos filosóficos, teológicos, eclesiales, científicos, sociológicos, etc., que a través de los siglos han tratado de demostrar que la mujer era inferior al hombre en todo. Y una vez que creían haberlo demostrado, bastaba con sentenciar a las mujeres a negarles desarrollarse en disciplinas diferentes a aquellas que no fueran cuidar de sus maridos, criar hijos y el cuidado del hogar, en general. Aquí tenemos que precisar, que nada de eso está mal; ¡al contrario! Todo eso ha sido dispuesto por el Creador. Lo que sí estaba mal es lo que se les dejaba de reconocer y se les negaba. Así también las mujeres han estado fuera de los espacios y cargos públicos, reservados solamente a los hombres. Ahora me viene a la mente aquel debate que hubo en 2001, por el hecho de que en la sociedad del Círculo del Liceo de Barcelona se les negaba a las mujeres ser miembros del mismo. (Por otra parte, botón de muestra de lo que han sido otras sociedades a lo largo de los siglos). Al final, de unos 650 miembros se aceptó la entrada a unas 10 mujeres; pero no sin la oposición de unos 275 de los miembros del Círculo del Liceo. Éstos seguían considerando a las mujeres personas non gratas en ese lugar ocupado desde siempre, por varones. ¿Las razones? Todas tienen sus raíces en lo que venimos diciendo y que se ha enquistado en el corazón de gran parte del género masculino, viniendo a crear “cultura”. Y ya sabemos lo que cuesta ir en contra de la cultura.
Las consecuencias a la negativa de Vasti
Lógicamente al rey Asuero, enojado por la decisión de su esposa, le pareció que las conclusiones de los sabios eran correctas y debían llevarse a cabo. No se podía permitir que aquel mal ejemplo de la reina Vasti cundiera en todo el imperio, y debía impedirse a toda costa, que tal cosa sucediera. Así que la reina Vasti fue destituida de su cargo y dignidad real. (V. 1.19)
Es desde esa actitud de superioridad, que el género masculino no ha sido verdaderamente sabio en el trato con el femenino. Es como si llevara en sus “genes” una actitud autoritaria, de mando y de control sobre la mujer, que no favorece para nada el buen entendimiento y la relación entre los sexos. Por eso, para “facilitar las cosas” su relación ha sido siempre sobre la base de “la autoridad”. De ahí la propuesta de los “sabios” al rey. Éste debía promulgar un edicto por el cual “todo hombre afirmara su autoridad en su casa” (V.22). Eso terminaría con la confusión que podría crear el comportamiento de la reina Vasti. Y los métodos para llevar a cabo el edicto del rey, caso de que la autoridad del hombre fuera puesta en duda, ya podemos imaginarlos.
En nuestra cultura, aparte las leyes favorables a los hombres, también había leyes –tácitas- “particulares”, tales como: “ellas deben saber quién es el que lleva los pantalones en la casa”. O como se leía en algunos de los cartelitos que se exponían en algunos bares de algunos pueblos: “La mujer en la casa y con la pata quebrá”. El maltrato a la mujer siempre ha sido una constante en nuestro país y cultura. Y en el campo religioso, incluso dentro del pueblo de Dios, no ha sido ajeno a un comportamiento que no ha sido ejemplar en todo. Sobre todo, en base a pasajes bíblicos que han sido usados a tal fin; pero aunque con la mejor intención, más bien con poca luz. Esto, seguramente, como diría John Stott, condicionados por las dos culturas: La bíblica y la de los intérpretes; o sea, la nuestra también.
Por eso, una mirada diferente al texto bíblico nos lleva a señalar y enfatizar que, cuanto más usemos de la “autoridad” en nuestras relaciones matrimoniales y aun en la iglesia, menos habremos entendido lo que supone el principio que señaló Jesús, en relación con el verdadero “liderazgo”. Jesús dijo:
“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellas. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mcr.10.42-45)
Y ese principio, además de aplicable en la iglesia, aplica también en la relación matrimonial de Efesios, 5.23 y Sgtes.
Pero volviendo a la reina Vasti, ella pagó caro el precio por desobedecer al rey Asuero. Por lo cual fue destituida de su dignidad real. No se nos dice nada más. Podemos imaginar que su vida, en adelante, no debió ser fácil. Posiblemente fue muy desgraciada. Pero en mi opinión, si su comportamiento se debió a que no quiso ser usada como “mujer objeto”, entonces merece nuestro reconocimiento y aprecio por su valor, no menor que el que tuvo después la reina Ester, elegida en su lugar como reina y que, en la Providencia divina cumplió un propósito en los planes de Dios.
Pero al pensar en las consecuencias que tuvo que sufrir Vasti, recuerdo de otras tantas y tantas mujeres que, siendo puestas a prueba, “pasaron por el aro” o negándose a sufrir la presión que ejercían y el abuso que algunos pretendían cometer contra ellas, se negaron y, al igual que la reina Vasti, también tuvieron que sufrir las consecuencias. En realidad, las consecuencias se sufren de las dos maneras: unas porque son forzadas a hacer lo que, en un plano de libertad no harían; otras porque al no acceder a las demandas ni al chantaje, no solo sufren el desprecio a su propia dignidad, sino además otro tipo de pérdidas.
Hoy asistimos a toda una serie de denuncias de mujeres que fueron abusadas por hombres que, estando en una posición de poder se aprovecharon de ellas, mientras que otras que se negaron, jamás consiguieron el trabajo que deseaban. En ese sentido puedo recordar que hace más de 25 años, cuando estos comportamientos indeseables no se denunciaban, me decía un amigo que conocía bien el tema, que en ciertos grandes almacenes si las jóvenes querían que sus contratos fuesen renovados y conservar sus trabajos, tenían que pasar por la propuesta “indecente” de aquellos que tenían en sus manos el poder de renovar dichos contratos. Toda una mafia. Las que aceptaban la “propuesta indecente” conservaban su puesto de trabajo, pero las que no, lo perdían. La gran mayoría lo sufrieron en silencio, pues nadie las iba a defender. E incluso muchas de las que accedieron y sucumbieron al chantaje, antes o después debieron sentir la humillación a la que fueron sometidas.
Ante esta situación en la cual la guerra de los sexos no ha hecho más que comenzar, como cristianos, creemos que tenemos una respuesta que viene de parte de Dios y que hemos de conocerla bien. No tenemos por qué estar de parte de ninguna ideología, ni “de género” ni de cualquier otra índole, en tanto contradiga los propósitos y principios divinos. Desde el poder político se juega mucho con términos como “libertad” y “derechos”, pero a poco que uno se fije bien y detenidamente, nos damos cuenta que, en algunos casos, ni se trata de libertad, ni tampoco de derechos reales. En un sentido, ya sabemos que “no todo es oro lo que reluce”. Que Dios nos ayude.
Ángel Bea Espinosa nació en Fuensanta de Martos (Jaén) pero se crió en Córdoba. A los 21 años (final de 1966) entregó su vida al Señor Jesucristo, después de experimentar por largo tiempo una gran necesidad espiritual y a pesar de que era bastante religioso. Después de una experiencia de 15 años de vida de iglesia y ministerio en la misma, fue encomendado al ministerio pastoral en 1982, con el reconocimiento de los pastores de la ciudad de Córdoba (España). Su formación ha sido autodidacta hasta que, en 2004 comenzó estudios a distancia con UNIVERSIDAD ICI Global en España, graduándose en Biblia y Teología en 2010, celebrando la ceremonia de graduación en el CSTAD (Centro Superior de Teología de las Asambleas de Dios de España).
Ángel Bea es pastor presidente de la Iglesia Evangélica Betesda de Córdoba. También es profesor del CSTAD, donde dicta la asignatura de bibliología a los estudiantes de primero. Está casado con Mª. Dolores Jiménez Vargas. Ambos tienen tres hijas y dos hijos.