La homosexualidad

Aspectos bíblicos y teológicos al respecto de la homosexualidad

Por: Jesús Caramés

Introducción

Como creyentes evangélicos aceptamos que todos los asuntos de fe y de conducta han de sujetarse a los principios bíblicos, asumiendo que las Sagradas Escrituras son nuestra regla infalible de vida. Principios que emanan de «todo el consejo de Dios», no de la aplicación sesgada e interesada desde secciones aisladas, «teología de textos»[1], que son usados como espadas o dardos que se lanzan defensores y detractores de una u otra teoría y que son el fundamento particularista de creación de grupos y actitudes sectarias.

Tiene razón Martin Buber cuando dice que «… nada oculta más el rostro de Dios que la religión» (ESEPA, 2016, pág. 10). ¡Nosotros no queremos ocultar el rostro de Dios!, y asumimos el desafío hermenéutico de interpretar cuál sea el correcto significado y la verdad que Dios mismo ha plasmado en las Sagradas Escrituras. La Verdad es solo una, es de Dios, y nos ha sido revelada a través de la Biblia juntamente con la responsabilidad de conocer cuál sea la voluntad divina para el ser humano también para hoy, unos dos mil años más tarde de completarse la Revelación. Creemos que la Biblia sí que nos habla hoy, y que determina sin ambigüedades cuál es la voluntad de Dios para el modo de vida del hombre actual, incluyendo su sexualidad.

Aunque reconocemos que lo concerniente a la conducta de la homosexualidad se relaciona con diferentes disciplinas —atendiendo a lo familiar, ontológico, antropológico, psicológico, sociológico, biológico, fisiológico, cultural, educacional, legal, pastoral y eclesial— lo cierto es que las Sagradas Escrituras sí tratan específicamente este asunto de la homosexualidad, por lo que interesa que haya un acercamiento bíblico y teológico para discernir qué es lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a esta conducta. Cierto es que las respuestas han de tener en cuenta lo que aportan las otras ciencias; pero cierto es también que las otras ciencias han de buscar el complemento de la Revelación de Dios, de la Verdad de Dios, de la Fe en Jesucristo que es divina, pero que también es racional, porque creer es conocer. Y siempre la Verdad Divina estará por encima de cualquier otra verdad que puedan interpretar las criaturas. Más aún, cuando en nuestra sociedad contemporánea la ética parece prodigarse en una suerte de carrera desenfrenada, de locura y libertinaje del propio yo: «Es mi cuerpo, puedo hacer con él lo que quiera» (abarcando tanto a la sexualidad como a la propia existencia); a fin de cuentas lo que se pretende es la divinización del ser humano y el desprecio del Creador. Pero la Palabra de Dios nos advierte de que el «yo» y el mundo social y cultural no es –en absoluto– la realidad última. El hombre se debe a Dios para su existencia cabal. Y la Biblia trae revelación y no confusión: «la Palabra, Jesucristo mismo, es el camino, la verdad y la vida»[2]. Si queremos conocer la Verdad, si nos interesa saber acerca de la voluntad de Dios, de cómo ha de ser nuestro modo de vida, entonces tenemos que ir a la Escritura y conocer y reconocer los principios bíblicos en cuanto a la sexualidad, y en concreto, al asunto de la homosexualidad.

Este documento pretende acercarnos a esos principios bíblicos, pero también tratará de poner al descubierto las artimañas de quienes pretenden ver en ciertos pasajes específicos y aislados (hermenéutica de sospecha) aquellos intereses que serán objeto de disputa, tanto para los que pretenden corroborar con ellos, de forma dogmática, que la homosexualidad es abominable para Dios, como para quienes –en un ejercicio de ingenio y atrevimiento sin precedentes– pretenden todo lo contrario, construyendo con ello lo que se ha venido en llamar «teología gay».

Sorprende que existan grupos de creyentes y de teólogos[3] que se identifican con la Iglesia Evangélica y el Protestantismo, pero que defienden una postura contrario a lo reconocido como ortodoxo, ignorando que la homosexualidad es una conducta pecaminosa, aprobando lo que se ha definido como «teología gay» y posicionándose a favor de lo que han definido como «iglesias inclusivas» (que admiten la homosexualidad como un proceso normal de la sexualidad humana). Procede entonces analizar exegética[4] y hermenéuticamente[5] tales postulados para una refutación ordenada a este posicionamiento teológico que calificamos a priori de fraudulento.

Hacemos nuestra, en relación a la cuestión de la homosexualidad, la pregunta que el teólogo Juan Stam plantea: «¿Cuál debe ser nuestro rol profético para guiar al pueblo de Dios y transformarlo bajo el poder del Espíritu de Dios hoy?» (Stam, 2016), y lo hacemos en la seguridad de movernos en la gracia y el amor dentro de los límites que establece la Palabra de Dios. No todo lo que por amor se puede o no justificar es aprobado por Dios: ni la homosexualidad, ni el adulterio, ni la fornicación, podrán ser aceptados como moralmente buenos, simplemente porque estén supuestamente comprometidos en una relación de amor. El amor no puede ser la excusa para desobedecer la Palabra de Dios. Un mensaje que determina que «la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios», y esto no es fanatismo. La sociedad puede o no asumir una moralidad determinada, pero la iglesia tiene el derecho de disentir si aquellas normas no se ajustan a lo establecido en la Sagrada Escritura. Y el desacuerdo tiene el mismo derecho de ser que los que apuestan por relativizarlo todo en nuestra sociedad contemporánea, que en su frenesí disparatado llegan a demandar que la discrepancia no tiene espacio en la libertad y democracia, revalidando de forma absurda el pensamiento único de que quien no concuerde con la homosexualidad y sus derechos, es un homófobo, y por lo tanto un sujeto punible de persecución. ¡ Todo un reto para la Iglesia del s. XXI !

Definición de conceptos

De forma resumida ofrecemos una descripción breve, a modo de glosario, de algunos de los conceptos que conforman todo este movimiento pro-homosexual, en cuanto al desarrollo del enfoque teológico.

Teoría Queer

El concepto «queer» se podría traducir como: «raro o extraño», y tiene la connotación de desestabilización; esto es, algo que se posiciona o se conforma en contra del sistema. Este concepto surge desde el enfoque que ofrece una sección del movimiento feminista, particularmente el feminismo lésbico, que procura una perspectiva más beligerante en su lucha en defensa de la igualdad con el varón; llegando a promover la eliminación de la distinción de los conceptos: femenino y masculino. Ya no es importante la diferenciación hombre-mujer, sino que se apostará por una deconstrucción de los conceptos de género e incluso de la sexualidad como identidad física diferenciadora en la que el género será la consecuencia de una construcción social y cultural que no tiene nada que ver con el sexo biológico y, más aún, pretendiendo que el mismo concepto de sexo se asumiese igualmente como una construcción social, daría un resultado del pensamiento del hombre. «Declararse queer, se ha convertido en la forma a través de la cual se produce y se afirma en la comunidad, una identidad que ahora se entiende como un acto político de resistencia y desafío a las estructuras del heterosexismo y la homofobia» (Carmona Giraldo, 2012, pág. 24).

El corolario de todo esto será que, tanto el hombre como la mujer, no nacen sino que se hacen; esto es, la diferenciación sexual es, sencillamente, un derecho humano, no una condición inherente del ser humano. En definitiva, la teoría queer promueve la desintegración del concepto mismo de la «sexualidad».

Teología Gay

Caracterizada por la reinterpretación de los textos que tradicionalmente han identificado a la homosexualidad como una transgresión, un pecado. La teología gay promueve una perspectiva novedosa, que justificarán, alegando a que estaría libre de los condicionantes históricos y culturales que han coartado la interpretación tradicional de algunos de los textos bíblicos al respecto de la homosexualidad; para reafirmar ahora que la homosexualidad es una opción tan válida como la heterosexualidad, y que la Biblia no tiene ninguna prescripción negativa contra esta opción de la sexualidad humana.

A modo de corolario, su fundamento inicial es: «No existe palabra alguna en el griego o hebreo bíblico que sea equivalente a la palabra castellana homosexual. Esta palabra fue acuñada hace alrededor de unos cien años y apareció por primera vez en la Biblia en la Revised Standard Version (RSV)» (Cannon, 2012, pág. 10). Por lo tanto, la Biblia no tendría autoridad alguna para posicionarse al respecto.

Teología Queer

Esta teología supondría la superación de la teología gay y lesbiana. Como quiera que los conceptos de «gay» y de «lesbiana» surgieron con la intención de identificar los estereotipos de la homosexualidad, la cosmovisión queer propondría una diferenciación de estos conceptos, rebelándose contra los imperativos hombre-mujer; gay-lesbiana; incluso, entre la heterosexualidad y la homosexualidad. Entonces, la teología queer tratará de ir más allá de la teología gay, pretendiendo con ello, desde la Biblia, justificar una nueva concepción acerca de la sexualidad. Se niega así el principio de la Creación, es decir, la diferenciación que existe entre varón y hembra. No existen identidades biológicas sexuales –dicen– sino el resultado de la implicación de roles sociales para la sexualidad. Afectando igualmente a la Cristología, de forma que habría que destruir también la imagen masculina de Dios; tanto, como la idea de que Jesús y su celibato serían el resultado de una cosmovisión alienante e impuesta por la tradición que ahora se quiere «dinamitar».

Consideraciones Exegéticas y Hermenéuticas

Con los precedentes de la teología pro-homosexual, la teoría queer y su derivación en la teología del mismo nombre, no es difícil de verificar que lo que pretenden los teólogos pro-homosexuales es la «reinterpretación», a modo de nueva exégesis, del texto bíblico, afirmando que no existe ningún tipo de condenación para la conducta homosexual, bisexual, transexual, etc. Diciendo que toda la tradición del estudio bíblico hasta ahora, era errada y, por lo tanto, contaminada por unos valores socio-culturales que habrían condicionado la correcta exégesis de los textos. Su proposición básica, como se señaló anteriormente, es que el concepto «homosexual» no existe en las lenguas bíblicas, y que la Biblia únicamente condena los actos homoeróticos en el marco de la prostitución, la pedofilia y la violación; es decir, la práctica de la homosexualidad efectuada sin consentimiento mutuo y sin amor.

Lo exponen así: Si la Biblia desconocía la diferencia entre personas homosexuales y actos homosexuales, si desconocía los descubrimientos recientes de la ideología de género y de la condición sexual humana, por tanto «no podemos pedirle a la ética bíblica que nos proporcione una valoración ético-teológica de las personas homosexuales» (Sánchez Nuñez, 2015, pág. 25). Lo cual significaría que la Biblia no tiene autoridad alguna en estos asuntos. «Lo cierto es que en la Biblia sólo en muy pocas ocasiones se aborda el tema de la homosexualidad, y como digo, sólo haciendo referencia a los actos homosexuales que los autores bíblicos conocían… no podían valorar a las personas homosexuales, pues para ellos era impensable que pudiera existir una persona de condición homosexual» (Sánchez Nuñez, 2015, pág. 25). Stott cita a las autoras del libro: ¿Es homosexual mi prójimo?, en donde se señala que «La Biblia condena claramente ciertos tipos de prácticas homosexuales (la violación en grupo, la idolatría, y la promiscuidad lujuriosa). Sin embargo, guarda silencio en cuanto a otros aspectos de la homosexualidad, la “orientación homosexual” y “la relación de amor y compromiso análoga a la monogamia heterosexual”» (Stott, 1995, pág. 346). A esto añaden que los textos condenatorios en relación a la actividad y conducta homosexual, no con la homosexualidad en sí –especifican–, son escasos, relacionándolos con asuntos de injusticia, promiscuidad, violación e idolatría; e incluso el silencio[6] mismo del Señor Jesús en los Evangelios que, tratando algunos asuntos acerca de la sexualidad (adulterio y fornicación), no toma en consideración alguna esta realidad, a lo que muchos quieren aportarle una significación especial.

El silencio destaca en el mensaje de Jesús algo más valioso para la discusión del problema de los homosexuales. En la conciencia misionera de Jesús vive un núcleo de comunicaciones que supera los problemas sexuales específicos y los pone en segundo plano. Para él, la presencia actuante del Padre está en el centro, con su Reino, en el que todos los seres humanos se tornan hermanos de la misma familia, interrelacionados por la práctica del amor mutuo y fraterno. Con esto, en el horizonte del problema de los homosexuales surge una luz: El amor del Padre para con todas las personas y el amor solidario que debe marcar concretamente las relaciones humanas y la convivencia social, libre de discriminaciones y prejuicios. (Leers, 1988, pág. 305)

En todo caso, volviendo al texto bíblico y a la premisa de que el propósito divino en la Creación era que el hombre no estuviese solo, señalan: «debería existir una alternativa justa y razonable que permita satisfacer esa necesidad humana a todas aquellas personas para quienes el matrimonio heterosexual no es una opción posible» (CEGLA, s.f.)

Textos en conflicto.

Corresponde entonces confrontar lo que definiremos como una eiségesis interesada y perversa, mostrando previamente los postulados de las teologías gay y/o queer y presentando a continuación una refutación a los mismos.

Básicamente, son siete los textos escogidos por la teología gay, como «textos garrote» (Suárez García, 2002), que condenan explícitamente la conducta homosexual y que por ello son objeto de controversia: cuatro del Antiguo Testamento y tres del Nuevo: Génesis 19:1-11; Levítico 18:22; Levítico 20:13; Deuteronomio 23:17; Romanos 1:26,27; 1ª Corintios 6:9-10; 1ª Timoteo 1:8-11

Génesis 19:1-11

«Entre tanto los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, y Lot estaba sentado en la puerta de Sodoma. Cuando Lot los vio, se levantó a recibirlos y postrándose con su rostro a tierra, dijo: Mirad señores míos, os ruego que os desviéis a casa de vuestro siervo, pernoctéis y lavéis vuestros pies. De madrugada os levantaréis y podréis seguir vuestro camino. Mas ellos contestaron: No, pasaremos la noche en la plaza. Pero como les rogara con insistencia, fueron con él. Entraron en su casa y él les preparó un banquete, coció panes sin levadura, y comieron. Aún no se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa: jóvenes y ancianos, toda la población, hasta el último. Y gritando a Lot, le dijeron: ¿Dónde están los varones que han venido a ti esta noche? ¡Sácalos para que los conozcamos! Entonces Lot, saliendo a ellos a la entrada, cerró la puerta tras de sí, y exclamó: ¡Por favor, hermanos míos, no hagáis este mal! Mirad, os ruego, tengo dos hijas que no han conocido varón, voy a sacarlas a vosotros ahora y haced con ellas como bien os parezca, pero no hagáis nada a estos varones que han venido a cobijarse bajo mi techo. Pero respondieron: ¡Quítate de ahí! Y añadieron: Es el único que ha venido como forastero, ¿y pretende erigirse en juez? ¡Ahora te trataremos peor que a ellos! Y arremetiendo violentamente contra Lot, intentaban forzar la puerta. Pero aquellos varones extendieron sus manos y metieron a Lot junto a ellos en la casa y cerraron la puerta, al tiempo que a los hombres que estaban en la entrada de la casa, del menor al mayor, los hirieron con ceguera, de modo que eran incapaces de hallar la entrada»[7].

Enfoque desde la perspectiva homosexual

La teología pro-homosexual no reconoce en este pasaje ningún tipo de condenación contra la homosexualidad, sino que lo reinterpreta como el efecto y las consecuencias de la rebeldía contra Dios por no practicar la hospitalidad debida. Afirmando que, aunque hay matices que involucran a la sexualidad, el contexto primario se relaciona mejor con la falta de hospitalidad. Incluso afirman que el texto ni siquiera aclara que entre los que se habrían salvado de la destrucción de la ciudad, de que algunos de ellos no practicasen también la homosexualidad (ya que esto sería –dicen– algo normal y no pecaminoso en sí mismo).

Otra posibilidad que admiten está también relacionada con la violencia e inhospitalidad, pues el forzar sexualmente a los hombres, al igual que a las mujeres, era una práctica abusiva común que usualmente se ejercía sobre los vencidos en la guerra como una forma aberrante de humillación y dominio; de este modo el castigo relatado en el texto representaría, en todo caso, la respuesta divina a ese intento de violencia ejercido por la población de Sodoma de violar a los ángeles.

Los sodomitas no fueron condenados por un «pecado sexual», sino por faltar al deber sagrado de la hospitalidad (obligación generalizada y común en numerosas civilizaciones antiguas). Numerosas citas bíblicas y escritos judíos y cristianos de los primeros siglos de nuestra era así lo atestiguan: Hay numerosas citas bíblicas en las que no se relaciona Sodoma con el sexo homosexual, sino con «otros pecados»: en Eclo16:8 la soberbia, en Ez 16:49-50 «soberbia, gula y bienestar apacible, no socorrieron al pobre y al indigente», en Je 23:14 «cometen adulterio, viven en la mentira, apoyan a los malvados». En otras sencillamente no se hace referencia al tipo de pecado concreto: 2Pe 2: 6-8; Is 1:10-20; Is 3:8-9. Muchos pasajes dejan claro que el pecado de Sodoma fue, como apuntábamos, faltar a la hospitalidad contra los extranjeros, por ejemplo, Sabiduría 19: 13-15 dice «los de Sodoma no acogieron a los desconocidos que llegaban… los de Sodoma dieron hostil acogida a los extranjeros». Solamente a partir del siglo I d. C. se empezó tímidamente a pensar que Sodoma fuera condenada por haber practicado la homosexualidad; pero de hecho esta confusión tardó mucho tiempo en imponerse; ciertamente hasta casi terminada la Edad Media se siguió pensando en «otros» pecados (por ejemplo, Plowman en el siglo XIV creía que sus pecados fueron la opulencia y la pereza). Lo más importante para los cristianos es que Jesús consideró que el pecado de Sodoma fue atentar contra la hospitalidad: así lo demuestran las palabras de Jesús en Lc 10: 8-12 o en Mt 10: 5-15. (Rivera, s.f.).

El pecado de Sodoma fue la avaricia, la falta de hospitalidad, la violación, la arrogancia. De ninguna manera puede asociarse este pecado con la homosexualidad, y mucho menos con las relaciones homosexuales basadas en el amor, el compromiso y la fidelidad. (Cannon, 2012, pág. 14)

Pero los promotores de la pro-homosexualidad irán incluso más lejos, argumentando que la propia intercesión de Abraham, implicaría que la homosexualidad no es un pecado condenable, de ahí la validez de esa oración intercesora por parte del patriarca.

La postura clave pro-homosexual la determinan a partir del análisis que realizan acerca del término «conozcamos» (yadha, en hebreo) que, según el argumento pro-homosexual, se repite 943 veces en el Antiguo Testamento, pero que únicamente en diez ocasiones tendría alguna implicación sexual.  Es por esto que estos teólogos de la teología gay reconstruyen el texto, traduciéndolo de este modo: «sácalos para que seamos presentados», rechazando con ellos entonces el sentido de violencia y falta de hospitalidad.

Y en apoyo de esta interpretación suya, relacionan el texto de Génesis 19 con el de Jueces 19, donde encuentran ciertos paralelismos: intento de agresión homosexual y rechazo de la oferta de una mujer. Alegan consecuentemente que si las intenciones de los hombres de Gabaa hubiesen sido interpretadas como deseos homosexuales, entonces hubiera entregado al criado del levita y no a su concubina. Lo que justifican para certificar que la intención era en esencia la de una violación por parte de heterosexuales, como forma de agresión y de odio. De igual manera habría ocurrido con el caso de Lot.

Refutación Bíblico-Teológica

Obviamente, el punto de vista bíblico de la denominada teología gay, por su propia identidad y razón de ser, es definitivamente parcial y subjetiva, tratando de fundamentarse en cualquier resquicio hermenéutico que a su entender pueda dar pie a la especulación. Ya sea por la falta de hospitalidad, ya por el intento de violación a los enviados de Dios, o incluso afirmando que el castigo de la ciudad ya estaba predeterminado mucho antes de ese suceso, por lo que la homosexualidad estaría al margen de todo ello.

Como ya dijimos anteriormente, asumimos que la refutación a la teología gay ha de hacerse desde un margen mucho más amplio que el simple análisis de un único texto. No queremos caer en la trampa de hacer una exégesis parcial. No es lo bastante suficiente centrarse en un único texto, sino que hay que tener en cuenta un marco mucho más amplio, tomando en consideración todo el Consejo de Dios[8], valorando los principios bíblicos de la sexualidad y observando su correspondencia tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Con todo, se puede apreciar lo siguiente:

  • Que la determinación divina del castigo sobre Sodoma y Gomorra, efectivamente, era previa a ese acontecimiento puntual del relato, que en realidad podrá reconocerse como la justificación o el elemento catalizador del mismo: «Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Yahveh en gran manera. Entonces Yahveh le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora y veré…» (Génesis 13:13, 20). El relato muestra, con claridad meridiana, la realidad del pecado de Sodoma. Entonces, no es nada difícil reconocer el pasaje mismo como si se tratase de una justificación de su propia maldad, en perfecta armonía con la intercesión de Abraham, que apela a la misericordia divina en caso de que hubiese algunos no pecadores. Tal era la extensión y generalización del pecado en esas ciudades. Confirmado por el hecho de que, a la visita de unos extranjeros, inmediatamente se junta una turba para agredirles y no de cualquier manera sino mediante una violación de carácter homosexual.
  • De hecho, efectivamente, se da aquí un acto de agresión de carácter homosexual y que la intención de ese ataque provocó el castigo con ceguera a todo el grupo de agresores. Pero los pro-homosexuales dirán que lo que se estaba allí castigando era la violencia del acto, pero no el acto en sí. En todo caso, debe observarse la realidad de una depravación moral consecuente con un acontecimiento normal y regular: la visita de unos extranjeros que podría ser un hecho cotidiano, a excepción, claro está, de la naturaleza divina de los extranjeros, que provoca la intencionalidad de un ataque representativo de la mayoría de los ciudadanos de esa población.
  • El castigo de Sodoma no es exclusivamente por el pecado de la homosexualidad, aunque lo incluye junto a los demás pecados: Is 1:10; 3: 9, en relación a la injusticia; Ez 16:49, en cuanto al orgullo, gula e indolencia; Jer 23: 14, adulterio, mentira e impenitencia. Verificando que Sodoma es, en sí misma, un modelo de corrupción y de depravación, y que la homosexualidad es otra más de sus características e identidades. De este modo el mismo relato confirma la perversidad de aquella población, con aquel intento final de violación pública en plena plaza.
  • Ante la insistencia de que la afrenta por parte de los naturales es en contra de la ley de la hospitalidad, reconocemos, en primer lugar, que el hospedaje no era la necesidad primaria de los ángeles. Por lo que en sí es un hecho consustancial de menor relevancia en el contexto del pasaje, a diferencia de la notabilidad que los teólogos pro-homosexuales quieren darle a este aspecto. Cierto que entre los antiguos hebreos y semitas la hospitalidad se consideraba una ley sagrada, otorgando al huésped protección total y alojamiento por tres días, ofreciéndole después la manutención suficiente para otras tres jornadas de viaje. Esta norma implicaba que nadie podía hacerle daño, incluso fuese un enemigo a quien se le hubiera ofrecido hospedaje. Y las Escrituras ciertamente no son ajenas a esta atención; por ejemplo, en el rechazo a los amonitas y moabitas: «No se admitan en la asamblea del Señor, amonitas ni moabitas; no se admitan ni aun en la décima generación. Porque no te salieron al encuentro con pan y agua cuando ibas de camino al salir de Egipto» (Deuteronomio 23: 4-5). También con la actitud de Rahab, por haber sido hospitalaria con los enviados de Josué (Lev 19:24). Sin embargo, insistimos en que la hospitalidad es aquí un elemento secundario y también ilustrativo, que junto a la violencia homosexual eran las características de los sodomitas. Por otra parte, constatamos que en ningún código legal antiguo la falta de hospitalidad fuese una ofensa que se castigara con la muerte, siendo más un asunto de honor y de respeto.
  • La cuestión relativa a la intercesión de Abraham por Sodoma, no justifica en modo alguno –como pretenden los pro-homosexuales– el pecado en sí. Del mismo modo que cuando los creyentes intercedemos por los pecadores, no estamos consintiendo ningún tipo de pecado.
  • El término hebreo que traduce la palabra «conocer» es (yadá, xdy)[9], aunque los exegetas pro-homosexuales quieren admitir en la interpretación de este vocablo que los habitantes de Sodoma únicamente querían conocer «socialmente» quiénes eran los extranjeros, en el sentido exclusivo de interés, aludiendo que a los sodomitas no les gustaban los forasteros. Sin embargo, esta interpretación discrepa con la respuesta que les da Lot que en 19:7-8 dice: «Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal MALDAD», y ofreciendo en lugar de los ángeles a sus propias hijas a la multitud, diciendo que «no han conocido varón», siendo precisamente el mismo término, y teniendo aquí claras intenciones sexuales[10], siendo en esta ocasión relaciones heterosexuales. Pero en la anterior ocasión (versículo 5) es claramente con intenciones rotundamente homosexuales. Algunos equivocadamente quieren ver en esta intención de Lot ofreciendo a sus hijas como intercambio, que no todos los de esa turba tendrían que ser homosexuales. Sin embargo, su propia defensa actúa en contra suya, confirmada por el rechazo de aceptar a las mujeres su preferencia al abuso homosexual, y probando con ello la realidad de su pecado. Y con relación a que su significado se emplee sólo en diez ocasiones con referencia a las relaciones sexuales, se hace necesario precisar que precisamente seis de esas ocasiones ocurren en el texto de Génesis (una de ellas en el caso del relato de Sodoma), lo que necesariamente le aporta la relevancia debida.
  • El hecho de que esta actuación de agresión incluyese a «todos los varones de Sodoma, desde el más joven hasta el más viejo», hay que entenderla de igual manera: como una alusión a que la homosexualidad debió haber sido una práctica frecuente y normal en la ciudad y que ese pecado se atribuía de forma genérica a toda la población, haciéndolos así a todos culpables, y aunque no estuviesen coyunturalmente allí presentes, sí que estaban representados, pues el término literario usado no implica necesariamente que todo el conjunto de la población estuviera a las puertas de la casa de Lot, sino que había una multitud muy representativa de la sociedad homosexual de Sodoma, un recurso literario para señalar la generalidad y extensión de ese pecado.
  • También hay quienes identifican el pecado de Sodoma con la pederastia, tomando como referencia el apócrifo de 2º de Enoc, que hace alusiones a esta degradación en la población de Sodoma; pero en todo caso sirve también para denotar igualmente el carácter pecaminoso de ese pueblo en que, como se ha señalado, la homosexualidad era uno más de los pecados por lo que fueron condenados.
  • Aunque los exegetas pro-homosexuales aluden también a los textos neotestamentarios de Mr 6: 7-11 y Judas 1: 7, pretendiendo con ello que el mismo Señor Jesús, de forma indirecta, estaría señalando que el pecado de Sodoma fuese la falta de hospitalidad. Lo cierto es que se puede comprobar que el evangelista Marcos de ninguna manera hace referencia a la inhospitalidad de Sodoma, pues el contexto no es el hospedaje de los evangelistas, sino el rechazo y repudio al mensaje de salvación y a la consiguiente y necesaria actitud de arrepentimiento. Por otra parte Judas alude a los falsos maestros que habían entrado encubiertamente y que su actitud inmoral será condenada del mismo modo que Sodoma, pues su pecado específicamente era por «haber ido en pos de vicios contra naturaleza»[11], en clara alusión a la promiscuidad y perversión sexual de los sodomitas. Esta expresión es la traducción de: «siguieron carne extraña» que reflejan otras versiones[12]. «La expresión carne extraña puede significar sencillamente que los sodomitas, abandonando el uso natural de la mujer» (Romanos 1:27), se entregaron a relaciones «extrañas» a la voluntad de Dios, es decir, a relaciones homosexuales»(Burt, 1999, págs. 93,94).
  • El relato que se narra en el libro de Jueces 19: 16-30, es usado por quienes aprueban la homosexualidad como algo legítimo, como un paralelo del texto de Génesis 19, con la intención de refrendar –una vez más– que el castigo de Sodoma fue por su violencia extrema y no por su homosexualidad. Aquí también el dueño de la casa ofrece a su hija y a la concubina de su acogido, para evitar que «no hagáis a este hombre cosa tan infame» (RVR, 1960), pero advertimos que lo infame no era, como se pretende señalar, la falta de hospitalidad sino la violencia homosexual. Por lo que en realidad el mismo texto desmiente el pretendido punto de vista pro-homosexual. A este respecto hay que considerar que las palabras «maldad» (Gn 18:7) y «mal» (Jue 19:23), no parecen las más apropiadas para describir la falta de hospitalidad. Como asimismo el ofrecimiento de mujeres a cambio del viajero acogido, corrobora la manifiesta perversidad homosexual de aquella gente y la gravedad del hecho. En cualquier caso, este paralelo que suponen en la referencia al texto de Jueces 19, reflejaría la condición de que la homosexualidad era una realidad presente en aquellas culturas, a pesar de la prohibición divina y del repudio de la sociedad israelita, como resultado una vez más de las perniciosas influencias cananeas de las que el pueblo escogido nunca supo librarse definitivamente.

Levítico 18:22; 20:13

18:22 «No te acostarás con varón como si fuera mujer. Es abominación».

20:13 «Si un hombre se acuesta con varón como se acuesta con mujer, cometen una abominación. Ambos serán muertos irremisiblemente, y su propia sangre recaerá sobre ellos».[13]

Enfoque desde la perspectiva homosexual

A pesar de la manifiesta claridad de lo que dicen estos textos, sorprendentemente la teología gay encuentra respuestas para sugerir que no dice lo que dice, sino que en realidad sugiere todo lo contrario a lo que aparentemente parece querer decir. Afirmando en su refutación que en el paganismo de los tiempos bíblicos era común la creencia de que el ofrecer placer a los dioses a través de los prostitutos sagrados, masculinos o femeninos, traía beneficios y bendiciones de fertilidad y abundancia para quienes lo ejercían, encuadrando la denuncia del texto no a la homosexualidad sino exclusivamente en la prostitución sagrada en el contexto de la idolatría. Teólogos pro-homosexuales, como Helminiak, argumentarán:

El aspecto más relevante es que el Código de Santidad del Levítico prohíbe los actos sexuales entre hombres por razones religiosas, no por razones sexuales […] En definitiva, la única razón para la prohibición del sexo hombre-hombre está relacionada con la pureza y la santidad […] El argumento en el Levítico es religioso; no es ético ni moral. La intención es mantener una fuerte identidad judía. El tema de preocupación es sólo la pureza. (Helminiak, 2003, págs. 92,93)

De este modo aluden a que la interpretación conservadora estaría condicionada por antiguas presuposiciones culturales que serían inadmisibles en nuestra sociedad actual, ya liberada de aquellos estigmas:

Las prohibiciones legales de Levítico capítulos 18 y 20, estrechamente vinculadas a antiguas consideraciones de jerarquía social y jerarquía de género, se basan en presuposiciones que para nuestra cultura actual son inadmisibles. Para comprender las normas legales sobre conducta sexual de Levítico (homosexualidad, incesto, etc.) es imprescindible que nos despojemos de nuestro conocimiento actual para ponernos en el lugar de las personas de esa época donde las relaciones varón-mujer, esposo-esposa se producían dentro de un marco totalmente diferente, caracterizado por la desigualdad de las partes y donde el sexo no era consensuado.  Por eso observamos que la mayoría de las disposiciones que tratan sobre las relaciones interpersonales se dirigen a los varones y no a la mujer.  Aunque curiosamente a ésta sólo se la tiene en cuenta en relación a la prohibición del sexo con animales. Justamente la mujer, fuere esposa, concubina o esclava al igual que los varones esclavos o eunucos, debían estar siempre disponibles para el servicio sexual de su dueño, esposo o amo. Transferir las prohibiciones de 18:22 y 20:13  al día de hoy implicaría la aceptación de esas presuposiciones jerárquicas que en la actualidad son anacrónicas e inadmisibles. Otras presuposiciones comunes son por ejemplo las antiguas nociones de pureza-impureza que constituyen el fundamento de la construcción legal de Levítico, nociones que son comprensibles en el contexto de la cultura hebrea antigua, pero que desde la ética cristiana actual resultan extrañas y opresivas. (CEGLA, s.f.)

Así reclaman que lo que se prohíbe ahí no es tener sexo entre varones, sino que la clave del pasaje no sería la homosexualidad sino la prostitución idolátrica.

Otro elemento de la consideración pro-homosexual es la relación que establecen entre las expresiones: «no te acostarás con», que claramente hace referencia a una relación sexual, con «como con mujer», donde se prohibiría no el sexo con varones entre sí, sino insistiendo particularmente en la manera de tener sexo entre varones como el realizado con una mujer, en el sentido de la inferioridad a la que la mujer estaba sometida en la cultura y sociedad judía.

En 18:22 parece claro que la ley hace referencia al posible «penetrador» y lo que se prohibiría es la feminización del compañero lo que normalmente tiene lugar en la agresión fálica contra otros varones a quienes se los reduce a la posición de una mujer, siendo éstos en realidad varones (posiblemente heterosexuales).  Comprendido así, el texto prohíbe cierto tipo de acto sexual entre varones que utiliza al otro varón como si fuera una mujer (de-masculinizándolo y según la concepción antigua también degradándolo y deshonrándolo) (CEGLA, s.f.).

Para reforzar este punto de vista, recuerdan que el estatus de la mujer en los tiempos bíblicos era mucho más bajo, siendo consideradas en general como propiedad de los varones (padre o esposo). Lo que infiere que en las relaciones sexuales el hombre sería dominante en el control sexual y el papel de la mujer el de sumisión y dependencia. Siendo así, para un hombre ser tratado «como una mujer» implicaría el asumir un estatus inferior al que le correspondería, afectando incluso a la imagen de Dios en él. Por lo que interpretan el texto como equivalente a: «No usarás a un hombre como propiedad sexual; no subyugarás a un hombre como se hace con las mujeres» (Cannon, 2012, pág. 35). Y continúan señalando que tal era la situación de inferioridad de la mujer en el Israel del Antiguo Testamento que «no hay que extrañarse de que a un hombre le aterrara la desgracia y el castigo de ser tratado “como una mujer”» (Suárez García, 2002, pág. 136), llegando a justificar el ofrecimiento de las mujeres tanto en el caso de la historia de Lot como el de la concubina del levita en el texto de Jueces, y reafirmándose en que la denuncia sería específicamente la de un acto de violación.

Confirmando definitivamente los pro-homosexuales que los textos de referencia no tienen nada que ver con las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo que se aman y se respetan, correspondiéndose a una expresión de deseo y amor entre ellos. Para justificar más en esta idea, argumentan que el término hebreo que se traduce por «abominación» (toebah) hace referencia a situaciones de idolatría relacionadas con el sacrificio de niños y con la prostitución cúltica masculina (Ez 16:36). De ahí la explicación que pretenden darle a los textos de Levítico, reduciendo su significado únicamente a una situación de prostitución idolátrica. Y enfatizando que:

Las conductas señaladas en Levítico no son condenadas por ser «pecado» sino por estar en desacuerdo con las reglas hebreas de pureza, que entre otras cosas prohibían comer ciertos alimentos que hoy no tenemos problemas en comer, usar ciertas prendas que hoy no tenemos problemas en usar o practicar ciertas costumbres sexuales que en la actualidad nadie tiene problemas en practicar. Como ya se indicó, las prescripciones de pureza-impureza no sólo son ajenas a nuestra comprensión como personas cristianas, sino que además son particularmente opresivas. (CEGLA, s.f.).

De este modo, abominación no expresaría algo pecaminoso en sí mismo, sino únicamente un tipo de impureza física, sin implicaciones morales; esto es, un tipo de impureza en el marco de las acciones cúlticas y rituales. También añaden que «La palabra hebrea, usada en Levítico 18:22, que se traduce al español como abominación fue transliterada de la Septuaginta, de la palabra griega «bdlugma», (bdeluwa)» (Cannon, 2012, pág. 33), y que relacionan con algo detestable, repugnante en el contexto propio de ídolos o relativo a la idolatría. Lo que les predispone para confirmar que «probablemente hace referencia, o a las orgías sagradas alrededor de la adoración de Baal, o a alguna otra forma de idolatría» (Cannon, 2012, pág. 34).

Así, «toevah», cuando se trata de violaciones de la justicia o quebrantamientos de la ley, dicen que el texto bíblico lo traducirá como «amonia», indicando que estos actos eran en sí mismos violaciones de la ley, algo esencialmente malo, una injusticia y que no implicaban impureza ritual, como sería el caso de la alusión a la homosexualidad en este código de santidad; «Es más, tanto Jesús como Pablo afirman que lo que realmente constituía abominación (bdelgma) no era lo de fuera, lo externo, sino la intencionalidad de la persona, lo interno (Lc 16: 15; Tit 1:15,16). Eusebio de Cesarea y otros teólogos cristianos griegos también clasificaban la homosexualidad como impureza ritual» (Suárez García, 2002, pág. 158).

En su esfuerzo por conseguir que el texto diga lo que no dice, Helminiak se fija en la pena capital como castigo al acto de homosexualidad, y dice que el hecho de que un acto merezca la pena capital no implica que necesariamente sea inmoral y lo compara con el hecho de que la misma pena se aplicaba a quienes maldijesen a sus padres, algo que en la sociedad actual sería completamente anacrónico, por lo que en consecuencia concluyen que igualmente debería ser anacrónico el catalogar el acto homosexual como pecaminoso.

Refutación Bíblico-Teológica

  • Asumimos que la vida moral del pueblo de Israel estaba necesariamente implícita en estas normas y legislación al respecto de la santidad. El concepto mismo de pecado tenía una relación directa con el cumplimiento y/o transgresión de estas normas de santificación. El acto de liberación del pueblo escogido tenía el condicionante de la santidad: «Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios»[14]. En cuanto a la sexualidad, la Biblia establece que debería situarse dentro de los límites del matrimonio, en conformidad a los decretos divinos y al cumplimiento de la Ley. La pretendida diferenciación, argumentando que la ley en el libro de Levítico implicaba sólo a normas de pureza física y ceremonia y sin ningún sentido ético-moral, no tiene respaldo alguno. Cuando Dios dijo: «No haréis como hacen en la tierra de Egipto en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos» (Levítico 18:3), el sentido que se quiere expresar aquí es el deseo de Dios de que el pueblo recién liberado no se contaminase imitando la idolatría ni las costumbres corrompidas e inmorales de los pueblos paganos, entre las que destacaban los actos de homosexualidad, por ello es que Dios declaró:

En ninguna de estas cosas [incluye actos homosexuales] os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros, y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores […] No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, diciendo: Por mi justicia me ha traído Jehová a poseer esta tierra; pues por la impiedad de estas naciones Jehová las arroja de delante ti. (Levítico 18:24,25; Deuteronomio 9:4).

  • Con referencia al concepto de «abominación», los exegetas pro-homosexuales tienen la pretensión de equipararlo exclusivamente a la contaminación ritual y no a actos lujuriosos. Pero se ha de tener muy en cuenta que la misma noción de pecado en el pueblo de Israel, surge del incumplimiento de las normas establecidas en la Ley. Por lo que afirmamos rotundamente que la mera transgresión de la ley divina implicaba por sí misma el concepto de pecado, muy contrario a la santidad de Dios, y que en palabras de Erickson, era algo repulsivo:

Es la traducción más común para שִׁקּוּץ (shiqquts) y תּוֹעֵבָה (to’ebah). Estos términos generalmente describen un acto particularmente reprensible para Dios, como la idolatría (Dt. 7:25–26), la homosexualidad (Lv. 18:22; 20:13); vestirse con ropas del sexo contrario (Dt. 22:5), sacrificar hijos e hijas (Dt. 12:31) o animales con defectos (Dt. 17:1) y brujería (Dt. 18:9–12). Estas prácticas eran casi nauseabundas para Dios. El término abominación indica que estos pecados no son simplemente algo contra lo que Dios se opone de mala gana, sino que son algo que le produce repulsión. (Erickson, 2008, pág. 589)

Siendo, sin duda, de una gravedad tan significativa como para presuponer la muerte del transgresor.

  • No se puede aceptar la tesis que proponen los pro-homosexuales consistente en que del mismo modo que la Ley equipara como igual el castigo de pena de muerte en el caso de un hijo que maldijese a su padre con el acto homosexual, argumentando con ello que como quiera que la acción de matar a un hijo sería inadmisible hoy día en nuestra sociedad contemporánea, de la misma manera –dicen– habría que considerar que la homosexualidad no supondrá ninguna ofensa para nadie y que implicase ningún extremo de gravedad. Obviamente, esta propuesta carece de fundamento y no obedece más que al intento exacerbado de parte de los teólogos gay, de excluir toda acción homosexual del texto bíblico. A la tesis de Helminiak de diferenciar el adulterio del acto de homosexualidad, ambos catalogados con el mismo castigo de pena de muerte; Helminiak sugiere que el adulterio es diferente y por ello si sería merecedor de la pena de muerte porque implica una pérdida económica por parte del cónyuge adúltero, de ahí que el robo y la infidelidad juntos mereciesen ese castigo, pero que no sería lo mismo con la implicación del acto homosexual. Sin embargo, la Palabra de Dios hace una clara diferencia, pues mientras el adulterio se castigaba con la muerte de los dos participantes, el robo exigía únicamente una restauración.
  • Aunque los exegetas pro-homosexuales quieren identificar el uso de «toebah» como propio de lo idolátrico, reduciéndolo al significado de «tabú»; frente al término que no se usa, «zimah», que sí indica prostitución y algo malo en sí mismo. Lo cierto es que «toebah» se aplica siempre en el sentido de «maldad o perversidad», con una clara connotación ética, todo lo contrario de lo que afirman los pretendidos exegetas pro-homosexuales. Y por esta maldad (pecados) es que viene el justo juicio de Dios, como así lo señala el siguiente texto: «Seis cosas aborrece YHWH, y aun siete abomina Su alma: Ojos altivos, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, corazón que maquina planes perversos, pies presurosos para correr al mal, testigo falso que habla mentiras, y el que enciende rencillas entre su prójimo» (Proverbios 6:16-19) [15]. La estructura de estos versículos de Proverbios es muy clara al decirnos lo que Dios aborrece y abomina: mentir, asesinar, sembrar discordia entre hermanos, maquinar el mal. Ninguna de estas acciones son tabúes culturales, como tampoco lo es la homosexualidad. El significado esencial de «abominación» es: detestar, odiar, aborrecer; de forma que lo que es abominable es odiado, detestado y aborrecido por Dios, consecuentemente es ofensivo también en el sentido moral.
  • De igual modo, estos artífices de esta hermenéutica pro-homosexual, salen al paso a algunas de las terminologías del griego del Nuevo Testamento que por alusiones se relacionan o se pueden relacionar con la homosexualidad. Conceptos como la palabra «bdlugma» que quieren encuadrar específicamente en el contexto de impureza ritual, ya que a su entender el término indicaría algo que es malo en sí mismo. Pero el término tendría que ser «amonia» que no se usa en este pasaje; corroborando entonces con ello su razonamiento de que el contexto de este código de santidad sería exclusivamente dentro del marco del culto pagano. Sin embargo, hacemos notar que en cuanto a la transliteración del término griego «bdlugma, (bdeluwa)», se verifica que por otros usos del vocablo en el Nuevo Testamento indican, o un objeto de disgusto en relación a la imagen erigida por el anticristo (Mt 25:15 y Mr 13:14), o algo que se erige por encima de Dios mismo, en consonancia con la idolatría (Lc 16:15), indicando la maldad en sí, de forma genérica. También en Ap 21:27 se indica que se excluye el acceso a la Santa Ciudad a los que hacen abominación. Reafirmando, una vez más, que todo lo que se define como «abominable» no tiene parte con Dios, siendo lo opuesto a Dios y esto ha de aplicarse necesariamente también a la conducta homosexual.
  • Por otra parte, el hecho mismo de que la reprobación de la homosexualidad se insertase en el contexto de las perversidades cúlticas paganas, no niega que sea pecado. No es lo mismo la homosexualidad que el comer ciertos alimentos impuros, algo con lo que constantemente los exegetas pro-homosexuales quieren justificarse. De forma que de la misma manera que hoy, fuera ya de la cultura judaizante, se incumplirían ciertos decretos contenidos en este código de santidad. Y superados socialmente actualmente, también habría que superar el resto de ellos. Pero si siguiésemos nosotros su mismo razonamiento, implicaría que el incesto, la pederastia y el bestialismo, entre otros, hoy no tendrían que ser reconocidos como hechos inmorales ni pecaminosos. Y aunque en el mismo pasaje se desaprueban las relaciones sexuales con una mujer menstruante, argumento que usan los pro-homosexuales para defender que lo mismo que esta norma sería coyuntural y no se puede trasladar a nuestro tiempo, igualmente sucedería con la acción homosexual. Sin embargo, la prohibición de la relación homosexual adquiere una significación superior, pues de conformidad con el principio hermenéutico de que la Biblia se interpreta a sí misma, se constata que la prohibición de la homosexualidad se repite en diferentes momentos de la revelación (Gn 19:1-13; Ro 1:26,27; 1ª Co 6:9,10; 1 Tim 1: 8-11), involucrando a diferentes culturas y momentos históricos, lo que confirma que es una prohibición supra cultural, universalmente válida para toda cultura y toda época: incesto [18:6-8], adulterio [18:20], sacrificio de niños [18:21], bestialismo [18:23], son igualmente pecado se diesen o no dentro del marco de la idolatría, pero sobre todo es la homosexualidad la que se determina como que es «abominación» y sobre la cual se castigaba con la muerte.
  • Efectivamente, el Código de Santidad de Levítico contiene normas que fueron dadas con carácter temporal y dirigidas a un momento y etnia determinada: el pueblo santo de Israel, pero también incluyen normas que apelan a la ética universal que fueron dirigidas a la iglesia y dadas con carácter universal. El mero hecho de que ambas normas estén juntas, no significa que unas sean causas de otras, ni que la exclusión de unas implique la anulación de todo el conjunto. Tal es como ha de entenderse la homosexualidad.

Deuteronomio 23:17-19

23:17   No habrá prostitutas sagradas entre las hijas de Israel, ni prostitutos sagrados entre los hijos de Israel. Ni dádivas de prostitutas ni precio de perro llevarás a la Casa de YHVH tu Dios por ningún voto, pues ambos son abominación a YHVH tu Dios. No prestarás con interés a tu hermano: interés por dinero, interés por comida, interés por cualquier cosa que produzca intereses.[16].

Enfoque desde la perspectiva homosexual

Es precisamente en este texto donde los exegetas pro-homosexuales encuentran la reafirmación a todos sus postulados en cuanto a la relación de la homosexualidad como una parte integrante de los cultos paganos. Afirmando con ello que lo que se condena aquí es la idolatría mediante los actos de prostitución sagrada, en este caso de carácter homosexual y que se ejercían en algunos templos, pero no a la homosexualidad en sí. Por lo que los pro-homosexuales traducen así este texto: “Ningún hombre o mujer de Israel se dedicará a la prostitución ritual”.

La razón de que este precepto se haya incluido en el texto de la ley es que entre los pueblos cananeos era habitual la celebración de ritos de fertilidad vinculados a la pareja de divinidades Astarté (Astaroth en el Antiguo Testamento) y Baal y en estos ritos de fertilidad tenía un papel muy importante la prostitución ritual que, a menudo, iba acompañada de sacrificios infantiles. Por tal motivo, con el ánimo de impedir que el culto de los israelitas se contaminara, se prohíbe esta práctica que en Levítico se recoge dentro del código de santidad y en el Deuteronomio se compila en las normas de pureza ritual del campamento. Esto hace pensar que uno y otro se refiere a la misma práctica. Por lo tanto, Levítico 18: 22 y 20: 13, como Deuteronomio 23: 18, 19, no hacen referencia a una relación sexual cualquiera, sino a un rito pagano. Es decir, la precipitación y la falta de reflexión a la hora de leer el texto bíblico perjudica la correcta interpretación. Por tanto, estos textos tampoco condenan la orientación homosexual y, de rebote, LGTBI. (Bosch Queralt, s.f.)

En resumen, que este texto de Deuteronomio justificaría que la prohibición de la homosexualidad sólo se puede reconocer en el marco de las prácticas de prostitución cúltica, pero nunca a parejas de homosexuales estables mediante una relación fundamentada en el amor del uno por el otro. Afirmando con ello que: «La desaprobación de las conductas homogenitales que encontramos en los dos textos del Levítico fue sin lugar a dudas fomentada por este tipo de actividad sexual asociada a las prácticas religiosas paganas como una forma de evitar que el pueblo de Israel se contaminara con las mismas» (CEGLA, s.f.).

Una traducción alternativa que afianzaría el contexto de prostitución sagrada sería: «Ningún hombre o mujer de Israel practicará la prostitución sagrada. No entregarás a la casa del Señor tu Dios, en cumplimiento de un voto, los beneficios conseguidos por medio de la prostitución sagrada, tanto masculina como femenina, ambas son abominación para el Señor tu Dios». La calificación de abominación estaría en consonancia con el sentido de impureza que le impediría adorar a Dios, asociando los actos homosexuales a ritos paganos de los que el pueblo de Israel tenía que apartarse, de ahí que los actos de homosexualidad fuesen categorizados como prohibidos. Al margen de cualquier valoración ética o moral, sencillamente lo que se condena en la Biblia –dicen– es la idolatría.

Refutación Bíblico-Teológica

  • Se ha de notar que ya desde la ley mosaica la homosexualidad era una realidad social entre los pueblos paganos, y que además estaba asociada, como un reflejo de tal práctica, también al contexto religioso. El versículo 17 (y también el 18) dicen: «Ni dádivas de prostitutas ni precio de perro llevarás a la Casa de YHWH tu Dios por ningún voto, pues ambos son abominación a YHWH tu Dios», tiene que ver, efectivamente, con los cultos de fertilidad sexual que eran comunes entre los pueblos contemporáneos y que incluían tanto la prostitución heterosexual como la homosexual. Textos como: 1 Re 14:24 «Hubo también sodomitas en la tierra…»; 15:12 «Porque quitó del país a los sodomitas…»; 2º Re 23:7 «Además derribó los lugares de prostitución idolátrica…», y Amós 2:7 «… el hijo y el padre se llegan a la misma joven», confirman que en realidad el pueblo de Israel nunca se vio libre de esta práctica. La conexión entre los versículos 17 y 18 con el precio de ramera y de perro, algunos exegetas señalan que puede tener relación con las ofrendas propias de la prostitución heterosexual y homosexual, las cuales de ninguna forma podrían ser aceptables en el culto a Dios: era una abominación.
  • Pero, en todo caso, esas prácticas idolátricas eran el resultado de la realidad normalizada en que vivían aquellos pueblos paganos en cuanto a actos homosexuales. No hay ningún principio para determinar que aquí la condena a la homosexualidad como acto repugnante, fuese únicamente porque formaba parte de la actividad cúltica pagana; de la misma manera que la prostitución era igualmente condenada se realizara o no en medio de actos cúlticos de idolatría.
  • «La prostitución, masculina y femenina, era un rasgo distintivo de la adoración pagana. No habría lugar para ella en Israel; tampoco la paga de una ramera ni el precio de un perro, entrarían a la casa de Jehová el Dios de Israel. Aquí un perro designa al hombre prostituido»(Ford, 2010, pág. 584); así debemos entender que ni el acto homosexual, que era aborrecido, ni quienes lo realizasen, habrían de tener cabida en el pueblo santo. Religión y vida era una constante en el pueblo de Israel, no se podían separar de la pureza y la santidad, del mismo modo que hoy la vida cristiana ha de ser consecuente con el caminar en santidad de acuerdo a lo establecido por Dios.

La palabra prostituta en el v. 18 es zonah 2181, una palabra generalmente usada para designar una prostituta de la calle. La palabra prostituto en el v. 18 es caleb 3611, una palabra que lit. significa “perro”. La palabra caleb se usaba para el prostituto homosexual y también para designar a un funcionario del templo que vendía su cuerpo en el culto de la fertilidad. La ley, por lo tanto, declaraba que Jehovah consideraba que los prostitutos en el templo y a las prostitutas en la calle eran una abominación y que él no aceptaba la ganancia inmoral como una oferta agradable de su pueblo. (Carro, 1993, pág. 486)

Romanos 1:26,27

1: 26,27 Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus hembras cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y del mismo modo también los varones, dejando el uso natural de las hembras, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida recompensa de su extravío.[17]

Enfoque desde la perspectiva homosexual

El primer planteamiento que presupone la teología gay es que este texto no tiene nada que ver con las relaciones homosexuales, sino con relaciones sometidas a un abuso de poder, sea pedofilia, explotación sexual de esclavos o lo mismo una violación (Hanks, 2004, pág. 14). Otros teólogos de esta cosmovisión, como Boswell, en un esfuerzo irracional por contradecir el texto, llegan a afirmar que «Lo que Pablo critica son los actos homosexuales realizados por personas aparentemente heterosexuales» (Boswell, 1992, pág. 133), y una vez más, siempre dentro del marco de cultos idolátricos, por lo que el apóstol Pablo en realidad no estaría señalando que la actividad homosexual fuese pecado.

Los hombres acerca de los que Pablo escribió, según él explica, tenían lo que a su respecto era relaciones naturales con mujeres. Básicamente, diríamos hoy, que eran hombres heterosexuales –hombres que naturalmente sentían atracción sexual por mujeres–. Estos hombres, como veremos, volvieron las espaldas a sus esposas y se consumieron de pasión unos con otros. Las mujeres en el pasaje hicieron lo mismo. Pablo no habla acerca de personas que han sentido atracción hacia personas del mismo sexo desde una edad temprana, que es el caso de la mayoría de los homosexuales hoy en día; sino de hombres que dejaron las relaciones con mujeres, que fueron llenos de lujuria y pasiones idólatras, y se envolvieron en relaciones homosexuales. (Cannon, 2012, pág. 24)

La clave está –asienten– en el contexto que apuntaría a una situación de lujuria, de falsedad, idolatría y de pasiones deshonrosas… apuntando a lo que sería, en esencia, a una orgía en un culto o un ritual idolátrico del paganismo. Enlazándolo así nuevamente con una relación de actividades cúlticas; contrario a lo que para ellos podría ser la normalidad de la vida homosexual establecida con los fundamentos de amor y respeto entre las partes. Siendo ahora el fundamento de su exégesis el análisis que hacen de la expresión «uso natural», señalando que lo natural para un heterosexual sería la heterosexualidad, como para el homosexual habrá de ser la homosexualidad, por lo que la denuncia sería precisamente el cambiar, consistente en que los que tienen una identidad heterosexual la cambien por un uso antinatural para hacerse homosexuales.

Lo que Pablo tiene en mente son hombres que originalmente mantenían vínculos sexuales con mujeres, pero que ahora se inclinan hacia al pansexualismo romano, practicando un libertinaje descontrolado. En ningún modo Pablo tiene en mente a un homosexual que lleva una vida afectivo-sexual ordenada, estable, con una persona del mismo sexo. Por lo tanto, este pasaje no condena una relación homosexual de amor estable, y no es aplicable esa advertencia a las mismas. (Weigandt, 2009)

Sería como señalar que por haber abandonado a Dios, cultivando una cultura de idolatría, Dios los abandona, lo que les lleva a cometer toda clase de injusticias y opresiones (vv. 29-31) y que serían en sí, los pecados que se denuncian en el texto. Nada que ver con la homosexualidad normalizada y estable en la que se quiere situar este fenómeno en nuestra sociedad contemporánea.

Una vez más, el motivo siempre recurrente de que el castigo divino tiene que ver exclusivamente con la acción de idolatría y no simplemente sobre la homosexualidad, y que a la postre no estaría ni siquiera refrendada en estos textos. Por otra parte, los seguidores de esta postura continúan señalando que: «Nadie en su sano juicio podría concluir que Pablo estuviese señalando y diciendo que todos los paganos participan en actividades homosexuales. Es evidente que Pablo no acusa a todos los hombres paganos, y a todas las mujeres paganas, de prácticas homosexuales» (Sánchez Nuñez, 2015, pág. 31). Y prosiguen afirmando la defensa de la homosexualidad aludiendo a que la expresión «contra naturam», que usa el apóstol Pablo, tendría el mismo condicionante que habría anticipado el filósofo Platón[18], equiparando la expresión de lo que no es natural, a lo que no es conforme a las normas sociales. Además, insisten que en todo caso la expresión «contra natura» – παρὰ φύσιν – que el apóstol emplea, también lo dice en relación con la actividad divina para salvar a los gentiles: «Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza (παρὰ φύσιν) fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?» (Romanos 11:24), eso supondría que Dios mismo estaría actuando como contra natura, por lo que determinan que no se puede aceptar que esa expresión implique necesariamente depravación moral. Sería más bien –argumentan– una conducta inesperada, insólita o, en todo caso, diferente de la que tendría en el orden natural de las cosas, pero nunca inmoral (Boswell, 1992, pág. 136).

Si Dios desaprueba todo lo que es contra la naturaleza, tampoco encontraríamos tantas especies animales que manifiestan conductas homosexuales (cerca de 1.500 especies conocidas), pero, en Ro 11:24, es Dios mismo quien actúa contra naturaleza, de modo que lo que parece muy negativo en Ro: 1:26,27, resulta positivo, cuando injerta a los gentiles creyentes en el verdadero Olivo, símbolo del pueblo de Dios. En resumen, los actos contra naturaleza no son intrínsecamente inmorales ni contrarios al orden de Dios (CEGLA, s.f.)

Vocablos como: vergonzosos, impureza, inmundicia, etc., son relacionados con los textos de Lev 18:22 y 20:13, teniendo así un argumento más para encuadrar la referencia a la homosexualidad y no como un acto éticamente perverso, sino como algo impuro dentro del marco de lo meramente ritual. Afirmación que encuadrarían —tomando las mismas palabras del apóstol— dentro del texto que dice: «Yo sé y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es» (Romanos 14:14), pretendiendo así corroborar que aunque la homosexualidad pudiese haber sido considerada inmunda para los judeocristianos, ahora ya no lo sería, quedando purificada en Cristo, pues nada es inmundo en sí mismo…

Refutación Bíblico-Teológica

  • En alusión a la supuesta legitimación de la homosexualidad que los promotores de este punto de vista quieren ver en la lectura de Ro 14:14; ha de aclararse que la relación con la comida (contexto del párrafo) y que para los paganos podría tener tanta o igual importancia como lo sexual; sin embargo, en absoluto era así para la mentalidad y cultura hebrea, que en lo sexual tenía un orden muy diferente. La comprensión de aquel misterio de que dos, ya no serían más dos sino una sola carne, tenía tal profundidad que de ningún modo podría deducirse ninguna relación entre este texto y el pecado prohibido en el capítulo primero de la epístola.
  • Está claro que desde una lectura carente de prejuicios y de parcialidad, se interpreta fácilmente que cuando el apóstol usa el término «uso natural» hace referencia a la acción homosexual y siempre en el sentido de concupiscencia («se encendieron en lascivia unos con otros»). «Con [las expresiones] “natural” y “contraria a la naturaleza” Pablo claramente quiere decir “de conformidad con la intención del Creador” y “contraria a la intención del Creador”, respectivamente»(Cranfield, 1993, págs. 34,35). El análisis del concepto en griego, φυσικὴν χρῆσιν (jrésin phisiken), lleva implícito el sentido de uso, trato o relación (sexual) natural que, precisamente en este texto, los paganos habrían pervertido convirtiéndolas en παρὰ φύσιν (para phisin, «contra naturaleza»), mediante la acción homosexual. De este modo se asegura que lo que el apóstol está afirmando no es la conducta pervertida de personas heterosexuales que actúan contra su propia naturaleza, sino toda la conducta humana que va contra «la naturaleza» y el orden creado por Dios.
  • Ante la posible interpretación de que la expresión «contra naturaleza» (παρὰ φύσιν), que es utilizada por el apóstol en Ro 11:24, primero hay que fijarse que aquí la implicación es acerca de la transformación espiritual del pueblo gentil por medio de la reconciliación mediante la obra de Cristo en la cruz. Y no como en el caso que nos ocupa: de hombres y mujeres actuando en contra de los designios de Dios. La respuesta divina atestigua que por eso Dios «los entrega o los abandona a pasiones y hechos vergonzosos y a una mente reprobada»[19]. Es completamente inaceptable la propuesta equivocada que los promotores pro-homosexuales pretenden hacernos creer, asignándole el «contra natura» a personas con una identidad homosexual como si fuese heterosexuales y viceversa. El teólogo John Piper señala respecto a la interpretación de este texto lo siguiente:

Este intercambio –mujeres cambiando a hombres por mujeres, hombres cambiando mujeres por hombres– es una imagen u una consecuencia del cambio que los hombres han hecho de la gloria de Dios por imágenes corruptibles en forma de hombre. En otras palabras, Pablo trata a este tipo de relación sexual no natural, como una expresión del intercambio que hizo el hombre al cambiar la gloria de Dios por la suya propia. Cuando la gloria de Dios deja de ser nuestro supremo tesoro, esa distorsión será expresada en una distorsión de nuestro placer sexual. Y la homosexualidad es justo una de las distorsiones consecuentes del intercambio que el hombre hizo de la gloria de Dios por la suya propia. No es la única (Piper, 2015)

  • Si aplicásemos la misma visión de interpretación que proponen los adherentes a la teología gay de los versículos 26 y 27 (que dicen se refieren a personas que cometen actos homosexuales relacionados con la idolatría, y de lo que deducen que los actos homosexuales no son pecado fuera de ese marco), extensible también a los versículos 29 y 30, entonces estaríamos afirmando que la fornicación, la maldad, la avaricia y la envidia, son actitudes condenadas por el apóstol únicamente por cuanto están relacionadas con la idolatría, y que fuera de este contexto tendrían que ser igualmente admisibles, lo que sería incoherente.
  • Hay que hacer notar que en este texto de la epístola a los Romanos, en el que la práctica homosexual se cataloga como pecado, se hace como resultado y ejemplo de la identidad del pecado en sí mismo. El v. 25 califica de mentirosos a los paganos porque «cambiaron la verdad de Dios por la mentira»; su propia verdad por la verdad de Dios.

La verdad de que todas las personas hemos sido creadas por Dios y que somos imagen suya y que esa imagen de Dios también incluye la polaridad sexual hombre/mujer […] Cambiaron la verdad de Dios por la mentira […] La divinización de la criatura, la negación e inversión de la realidad, […] el fin justifica los medios […] Los vv. 26 y 27 pasan a ilustrar el proceso y las consecuencias de la inversión de la realidad con la inversión de la sexualidad. La homosexualidad es presentada aquí, por Pablo, como un ejemplo que ilustra cómo funciona la lógica de la mentira con sus consecuencias devastadoras. Divinizada la criatura, al faltar integridad, es dominada por la lógica del deseo sexual. Ya no es la criatura balanceada, sino el deseo el que se absolutiza. «El deseo sexual, erigido en absoluto o en verdad prioritaria, se convierte en ley insaciable y, en cuanto insaciable, acaba buscando satisfacción en la perversión» (ESEPA, 2016)

  • De este modo, si la práctica homosexual no fuese pecado, impiedad e injusticia, no serviría de ejemplo. Por lo que no cabe ninguna duda que el apóstol aconseja rechazar la homosexualidad, considerándola como un efecto del pecado original. Así, la práctica homosexual en este pasaje es presentada como un pecado que ilustra el proceso de tener ahora una mente «reprobada».

1ª Corintios 6: 9-10; 1ª Timoteo 1:8-11

1 Co 6:9,10 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

1 Ti 1:8-11 Nosotros no obstante sabemos que la Ley es buena, si uno la usa legítimamente, sabiendo esto: Que la Ley no está puesta para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, y para los homicidas, para los fornicarios y los homosexuales, para los secuestradores, y los mentirosos y perjuros, y para cualquier otro que se opone a la sana doctrina, conforme al Evangelio de la gloria del bienaventurado Dios, el cual me fue encomendado.[20]

Enfoque desde la perspectiva homosexual

Los defensores de la teología gay, en su afán por desautorizar la Palabra de Dios, alegan que el apóstol Pablo no elaboró ninguna lista y que en caso de serle a él atribuida, de seguro estos textos serían añadiduras que procederían de otras fuentes (Helminiak, 2003, pág. 200).

Por otra parte, Boswell analiza el término «ἀρσενοκοίταις» aludiendo que se trata de un neologismo acuñado específicamente para esta ocasión por Pablo.

Concluyendo que si Pablo realmente hubiera pretendido referirse a los homosexuales hubiera echado mano a las palabras corrientes que existían en el lenguaje de su tiempo para indicarlos. No lo hace, y esto le da lugar a pensar que en realidad Pablo tiene en mente a los pervertidos sexuales, a hombres que ejercían la prostitución y otras actividades inmorales, práctica habitual en la cultura de su tiempo (Weigandt, 2009).

Los términos que echan en falta los promotores de la teología gay, serían «palakós» y «kinaidos», conceptos de reconocido uso genérico, en vez del vocablo «ἀρσενοκοίταις»[21], que incorpora de forma novedosa el apóstol y que se traduciría por «hombres-cama»; concluyendo los pro-homosexuales en que lo que en verdad el autor querría señalar sería exclusivamente la realidad de la prostitución idolátrica masculina. Una vez más, el socorrido argumento de esta cosmovisión homosexual, insistiendo en que la perversión que se denuncia hace referencia más bien a la prostitución que se realizaba como parte del culto pagano y que además era una forma de abuso infantil (ya que se realizaba con varones jóvenes y adolescentes, incluso púberes). De ahí que la condena del apóstol no sería aplicable a adultos homosexuales que mantienen una relación estable y que se fundamenta en el respeto y amor mutuo.

Pero, además, llaman la atención a la secuencia de relaciones que asocian con el texto de 1ª Timoteo en cuanto a las palabras relacionadas: impíos y pecadores; irreverentes y profanos; parricidas, matricidas y homicidas; fornicarios, sodomitas y secuestradores; y finalmente, mentirosos y perjuros. Encontrando en estas agrupaciones cierta relación intrínseca entre los términos: parricida, homicida, matricida; impíos, pecadores, etc. Por lo que presuponen que de la misma manera que en uno de los grupos: fornicarios [πόρνοις = pornos), sodomitas [ἀρσενοκοίταις = arsenokoites) y secuestradores [ἀνδραποδισταῖς = andrapodistes), se detecta una estructura de relación: fornicarios, los que se prostituyen; sodomitas, los que se profanan a sí mismos; secuestradores, traficantes y ladrones de personas quienes reducen a hombres libres a la esclavitud, conceptos en los que se infiere una relación de abuso, y en particular de abuso a menores (pedofilia), afirmando que esa era la práctica normal entre romanos y griegos en el tiempo del Nuevo Testamento. Para concluir diciendo que lo que el apóstol realmente quería denunciar era a: «los chicos prostitutos, los que se acuestan con ellos, y a los traficantes de esclavos (quienes procuran a los primeros)», esto es una relación de violencia y abuso, no la relación homosexual en sí misma.

Además, en el análisis que hacen del pasaje de 1ª de Corintios 6:9-10, observan ciertas particularidades entre los términos «afeminado» (μαλακοὶ) y «homosexual» o «sodomita» (ἀρσενοκοίταις), cuyo significado ya han reducido a sólo los que abusan de sí mismos, hombre que se acuesta con prostitutos y, en particular, al abuso infantil o pedofilia. Por otra parte, el término malakoi, que literalmente significa «blando», y que en el texto tiene la función de sustantivo, representaría –dicen– a los «catamitas», las jóvenes mascotas pre pubescentes que serían objeto del abuso. Condenando así a abusados (prostitutos) como a abusadores (hombre-camas). (Cannon, 2012, pág. 22)

Refutación Bíblico-Teológica

  • Los dos elementos claves de estos textos son μαλακοὶ (afeminados) y ἀρσενοκοῖται (los que se echan con varones). El primero se traduciría –en primera instancia– como «suave», y en sentido figurado como «afeminado»; el segundo literalmente significaría «hombres-cama»: Entonces, la propuesta de los pro-homosexuales identifica al primero como el que tiene el rol pasivo en la relación homosexual, y al segundo lo identifican con el rol activo(Fortea, 2015). Sin embargo, el erudito del Nuevo Testamento, Gordon Fee, aclara que la mejor traducción para el primero, malakoi, sería «varón prostituto», indicando a un hombre disponible para una cita con otro hombre, que consiente en tener una relación sexual con él y no admite la tesis de que se refiera a un varón joven (relación de pederastia), ya que de ser así el apóstol Pablo hubiera podido usar el término justo que define tal conducta, y si no lo hace es porque no quería expresar eso,

En muchos casos, los varones jóvenes se vendían como «queridas» para el placer sexual de otros varones mayores que ellos. El problema es que para esos hombres había una palabra técnica, y malakos se usa rara vez para designarlos, si es que se usa. Puesto que esa no es la palabra corriente para ese tipo de conducta homosexual, uno no puede estar seguro de qué es lo que significa en una lista como la presente, donde no hay un contexto mayor que nos ayude. Lo que es seguro es que se refiere a algún tipo de conducta, y no simplemente a una actitud o característica (Fee, 1994, págs. 276,277).

  • Gordon Fee sigue refutando a Boswell, y señala respecto al término «arsenokoitai» que es la primera vez que aparece en la literatura, y que debido a ello algunos son renuentes a identificarlo con la actividad homosexual, sin embargo, el término es una composición de «varón» y «relación sexual»

Lo que no es seguro es si «varón» es sujeto (= «varones que tienen relaciones sexuales»; y por lo tanto una palabra para designar a todo tipo de varones prostitutos) o complemento (= «relación sexual con varones»; por consiguiente, homosexual masculino). A la luz de estas ambigüedades, Boswell ha alegado que no puede asegurarse con certeza que ninguna de esas dos palabras denote la homosexualidad. Sin embargo, su argumento parece ser un caso de «divide y vencerás». Lo que pueda ser cierto acerca de esas palabras individualmente es una cosa. Pero aquí no son individuales; aparece una junto a la otra en una lista de vicios que está muy recargada hacia los pecados sexuales. Aunque no se puede estar seguro, es muy probable que en inglés la NIV se acerque a una comprensión adecuada al traducir la primera como «varón prostituto» y la segunda como «ofensor homosexual», en el entendido de que «varón prostituto» con gran probabilidad denota a un mozo homosexual que consiente. En cuanto a la actitud de Pablo acerca de la homosexualidad en general, basta con remitirse a su propio trasfondo judío que aborrecía tal práctica26 y además a su descripción de esa actividad (Ro. 1:26–27) (Fee, 1994, pág. 278)

  • Hay otros análisis de los términos en cuestión que los desvinculan completamente de una relación de prostitución. «Arsene» siempre referido a varón y «koite» que tan sólo aparece dos veces en el Nuevo Testamento y que significa «cama» usado con connotaciones sexuales: «Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias (koitais), no en contiendas y envidias» (Romanos 13:13). «Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho (koite) sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios» (Hebreos 13:4). Así se verifica que las dos palabras combinadas, «arsenokoite»[22], relacionan al varón y a la «cama» en el sentido sexual y sin connotación alguna de prostitución, invalidando así la tesis pro-homosexual que ve en la prostitución homo-erótica la válvula de oxígeno para desviar la intención y la atención sobre la homosexualidad, de forma que sería el abuso lo que se condena y nunca la relación estable que ellos demandan.

Otros textos a debate

Antiguo Testamento: 1º Samuel: 18:1-4; 2º Samuel 1:26; Ruth 1:16-17; Daniel 1:9

Nuevo Testamento: Mateo 8:5-13; Lucas 7:1-10

Enfoque desde la perspectiva homosexual

Al respecto de los textos de 1º Samuel 18:1-4 y 2º Samuel 1:26, Helminiak, una vez más, nos sorprenderá con lo «retorcido» de una interpretación que identifica la relación de amistad entre David y Jonatán, como la de una conducta propia homosexual:

1 Samuel 18:1-4, hace el recuento de una sorprendente demostración de afecto de parte del príncipe Jonatán hacia el rudo y apuesto muchacho pastor, David, alguien nuevo y bienvenido en la corte… La explosión de la ira del rey Saúl en contra de Jonatán en 1° de Samuel 20:30 es también reveladora: “Tú, hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí, [es decir, David] para confusión tuya y para confusión de la vergüenza de tu madre?” Saúl ridiculiza la relación de Jonatán con David. El hebreo de este pasaje es ambiguo; y siguiendo la traducción del griego de la Septuaginta, podría ser traducido: ¿Acaso no sé yo que tienes un compañero íntimo al hijo de Isaí?  Por lo tanto, las palabras “confusión” y “vergüenza” son términos bíblicos comunes para hablar de sexo, y seguramente, la insinuación aquí es sexual. Por lo tanto, aquí Saúl se está burlando de la relación sexual de Jonatán con David (Helminiak, 2003, pág. 130).

Está claro que a veces los prejuicios hacia la homosexualidad hace perder el sentido crítico y veraz al analizar el texto, incluso en quien asume desde la doctrina católico-romana que la homosexualidad es un pecado, pero que escudriña los textos quizás con ese mismo espíritu de sospecha. Veamos el siguiente texto:

Aunque no hablan directamente de la homosexualidad, sí que me gustaría detenerme en un pasaje concreto. El primero es el de la amistad entre David y Jonatán tal y como aparece en 1 Sa, 18: 3,4. No se dice que fuera una relación homosexual, pero cuando leí este pasaje por primera vez sin ninguna explicación previa, lo que me vino a la mente de forma espontánea era que entre David y Jonatán existía una relación carnal y no meramente de amistad. Como el texto no es claro y sólo sugiere, nunca lo sabremos con seguridad. Pero no pasaría nada si un personaje inspirado por Dios, un instrumento del Altísimo, pudiera haber tenido este tipo de relaciones. Una cosa era el amor que sentía David por Dios y otra ese hecho sexual (Fortea, 2015, pág. 80).

Discrepamos completamente de la aseveración dicha aquí por este sacerdote católico. Pues afirmando que no hay motivos para ver, lo que no hay que ver, y que en todo caso lo mismo que el pecado de adulterio y otros cometidos por el rey David tuvieron consecuencias y muy graves; pues que igualmente la tendría en una conducta y acción homosexual si ésta fuese su situación de pecado, y que como tal también se reflejaría en el texto bíblico. El sacerdote católico, Fortea, especula de igual manera a como lo hacen todos los proponentes de esta opción homosexual. Es siempre esa constante de que: «la mentira que se repite muchas veces, acaba ganando un espacio en la verdad» y termina nublando el entendimiento.

No satisfechos con la especulación acerca de la amistad entre David y Jonatán, la perspectiva de la teología gay llega a ver relaciones de homosexualidad donde nunca las hubo ni nunca fue sospechada. Tal es el caso de la historia de Ruth y de su suegra Noemí; aunque al menos en este pasaje no pueden por más que admitir que es un supuesto meramente especulativo: «En virtud de la escasa información que tenemos acerca de estos dos personajes bíblicos es imposible decir si existió o no una relación de carácter sexual. En la antigüedad las mujeres tenían su propio mundo sumamente distante del de los hombres y dada la dominación que éstos ejercían sobre ellas, no es irrazonable suponer que a menudo encontraban apoyo y afecto entre ellas mismas aun teniendo marido» (CEGLA, s.f.).

Y, finalmente, concluyen en este sorprendente «espíritu de sospecha» especulativo y alienante, en establecer que también la relación del profeta Daniel con su carcelero, el jefe de los eunucos, sería una relación de carácter homosexual, interpretando el texto de Daniel 1:9 «Y puso Dios a Daniel en gracia y buena voluntad con el jefe de los eunucos» como que es la prueba de que Daniel recibió un «devoto afecto» que para los exegetas gays es sospechoso de este tipo de relación.

En cuanto a los textos del Nuevo Testamento, las referencias son dos: Mt 8:5-13 y Lc 7:1-10. Una vez más, ejemplo del abuso y desvergüenza hermenéutica, tratan de ver aquí en la relación entre el centurión romano y su esclavo, una relación homosexual (doulokoites, los que se acuestan con esclavos). Aludiendo además a la autorización divina de Jesús, por cuanto ante este encuentro no sólo no creyó que la homosexualidad ni que la esclavitud fuesen pecado, sino que de alguna manera la alienta, sanando al siervo para que continuasen en su relación.

Refutación Bíblico-Teológica

  • En cuanto al estudio de los versículos de 1º de Samuel, al respecto de la relación y el amor entre David y Jonatán, el término יֶּאֱהָב (ahab), no tiene ningún atisbo de connotación sexual que los exegetas pro-homosexuales quieren otorgarle. Entre sus diferentes acepciones: Gn 24:67 enfatiza el amor de un esposo por su esposa; Gn 25:28 el amor de un padre y una madre por su hijo; 2º de Samuel 12:24 al amor de Dios para con uno de sus siervos; 2º Crónicas 2:11 del amor de Dios por su pueblo; 1º de Reyes 3:3 el amor de un siervo por Dios; 1º Samuel 18:16 el amor que le tenían los de Judá e Israel al rey David; Salmos 119:47 el amor a los mandamientos de Dios; Salmos 109:17 de igual forma hace referencia al amor que tienen los impíos a la maldición.
  • Como tampoco tiene sentido que el relato de 1º Sam 18:4, señalando que Jonatán le entregó el manto y otras ropas, además de sus armas, tuviese implicaciones sexuales. Necesariamente se vislumbra una falsa intencionalidad y una acción de manipulación y eiségesis[23]. El regalo de sus armas implicaba –en todo caso– el reconocimiento por parte de Jonatán de que David era el escogido de Dios como sucesor de la corona. Hecho que, como se ve en el relato, encoleriza más a Saúl al saber que Jonatán, su hijo, había reconocido y elegido a David como sucesor en vez de sí mismo.
  • La interpretación que hacen de que la expresión de David a Jonatán: «… Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres», implica una relación homosexual, es muy atrevida y muestra el desconocimiento que tienen de la poesía hebrea. El texto forma parte de una endecha o canto fúnebre de exaltación a Saúl y Jonatán (no se estaba alabando que hubieran sido asesinados, sino a sus personas, de ahí la intención de que este cántico fuese enseñado a todos los hijos de Judá). No era, pues, un cántico homosexual que se enseña a todas las generaciones que sabían muy bien que la homosexualidad era reprobable y se castigaba con la muerte. La Biblia manifiesta claramente que tanto Jonatán como David procuraron obedecer a Dios en todo (1º Sam 23:16; 1º Re 11:4), y ellos conocían sobradamente lo que la Ley requería en cuanto a este tipo de conductas. Eso al margen de las muchas esposas y concubinas que tenía David, lo que sin duda alguna revela su heterosexualidad, por lo que el amor de David por su amigo Jonatán era únicamente de carácter de amistad (amorem fraternitatis).
  • Los pasajes citados en referencia al siervo del centurión, tienen en común la aplicación del término «entimos», traducido como «quería»: «a quien éste quería mucho»: La teología pro-homosexual quiere ver en este uso de la estima de un hombre por otro hombre, una relación de amor sexual. Pero podemos verificar que el mismo término se usa en Fil 2:29 y se traduce por «estima»; y también en 1ª de Pedro 2:4,6, en referencia a la Escritura y que se traduce por «preciosa» y nunca se le atribuye ningún tipo de connotación sexual, que una vez más es fruto de una intencionalidad perversa y prejuiciada.

Conclusiones

Aunque el planteamiento básico de los exégetas pro-homosexuales es que todo lo relacionado con la homosexualidad, en cuanto a identidad y práctica, no se conocía ni en el Antiguo Testamento, ni tampoco por los hagiógrafos del Nuevo, siendo por ello que la Biblia no tiene nada que ver ni qué decir acerca de la homosexualidad; sin embargo hemos de admitir que este planteamiento es equivocado, porque es contrario al modelo de pareja heterosexual y monogámico que se confirma en la Biblia como la voluntad de Dios en cuanto a la sexualidad humana.

Que el apóstol Pablo no estuviese al corriente de los razonamientos actuales de la ideología de género, no condiciona para nada que el modelo de pareja homosexual esté de acuerdo con la voluntad divina. Como tampoco que el autor del Levítico no haya admitido a parejas homosexuales estables y fundamentadas en una relación sólida y de amor filial.

Respecto de la institución divina del matrimonio (heterosexual y monogámico), John Stott concluye con las siguientes palabras: « […] contamos con un principio de revelación divina que es de aplicación universal. Se aplicaba a las situaciones culturales tanto del Antiguo Cercano Oriente como del mundo grecorromano del siglo I, y es igualmente aplicable a las cuestiones sexuales modernas completamente desconocidas en la antigüedad» (Stott, 1995, pág. 350). Génesis 1:27, dice que «varón y hembra los creó», además con propósitos de multiplicación claramente establecidos, mandamiento que sería imposible de cumplir desde un perfil de la homosexualidad. Por tanto, el propósito primigenio de Dios e inmutable es el matrimonio entre un hombre y una mujer. La ley ratifica y legisla el matrimonio entre un hombre y una mujer, pero no introduce el mandamiento, sino que lo corrobora, dando mandamientos de muerte a los transgresores en el ámbito de la homosexualidad. Jesús ratifica el texto de Génesis y el espíritu de la Ley cuando se refiere a la creación original del hombre como varón y hembra, lo que es un indiscutible argumento ontológico doctrinal que no es cosa de la ley de Moisés, sino de antes de ella y de después de la misma: «Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.» (Mt. 19:4-6). Las epístolas, el cuerpo doctrinal del Nuevo Testamento, no educan a la iglesia en cuanto al matrimonio homosexual. Si este fuera normal y bíblico, tanto Pablo, Pedro, Juan o Santiago hubieran argumentado al respecto la manera en que los cónyuges del mismo sexo debían tratarse. Siempre que los autores de las epístolas se refieren al matrimonio lo hacen en único marco de un hombre y una mujer. Si el matrimonio pudiera darse en otro contexto como el homosexual, los autores sagrados se hubieran pronunciado al respecto, sobre todo Pablo por los contextos gentiles donde ministró.

Estamos de acuerdo con que todo acercamiento hermenéutico al texto bíblico ha de hacerse desde la perspectiva general de toda la Revelación y desde un punto de vista no legalista. La perspectiva del «amor» es completamente relevante ya que apunta mejor al principio de la hermenéutica, alejándola de una interpretación legalista, literalista y dogmática. Sin embargo, afirmamos que tiene limitaciones:

Pero el cristiano bíblico no puede aceptar la premisa básica sobre la que se funda este razonamiento: que el amor es el único absoluto, que aparte de él toda ley moral ha sido abolida, y que todo lo que parezca compatible con el amor es bueno ipso facto, sin ninguna otra consideración. Esto es inaceptable, pues el amor necesita de la ley para ser guiado. Cuando Jesús y los apóstoles destacan el amor a Dios y al prójimo como los dos mandamientos más importantes, no descartan todos los demás. Al contrario, Jesús dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» y Pablo escribió: «el cumplimiento de la ley [y no su abolición] es el amor». (Stott, 1995, pág. 353)

Aquellos manidos tópicos de: «Ama y haz lo que quieras», o el que fuera lema de la Revolución de Mayo del 68: «Haz el amor y no la guerra», no son aceptables ética ni moralmente, ya que todo principio tiene que estar igualmente supeditado a la norma de la Palabra de Dios: «Si una relación sexual no es la correcta, sigue siendo incorrecta, sin importar el grado de amor que involucre a las personas que se relacionan. ¿Qué intenta trasmitir esta sentencia? Que hay otro criterio de evaluación que está por encima del amor: la voluntad de Dios» (Zapata, 2016, pág. 32). Esto es que, una relación es sana si se adecúa a la voluntad de Dios, de lo contrario no lo es.

La oposición que hace la doctrina cristiana contra las prácticas homosexuales, y cuando identifica la homosexualidad como un pecado, no tiene una fundamentación en unos «pocos textos y de compleja interpretación», como la literatura pro-homosexual quiere hacer creer, sino que tomando en cuenta los principios escriturales sobre la sexualidad humana, que desde el primer capítulo del Génesis y a lo largo de toda la Escritura, determinan cuál es la voluntad de Dios para con el hombre.

Lo que se ha pretendido exponer en este documento es poner al descubierto la falsa exégesis (eiségesis[24]) de quiénes pretenden reducir la hermenéutica bíblica de determinados textos de las Santas Escrituras, favoreciendo una nueva interpretación ambigua y sinsentido, ilógica y contraria a la Verdad que las Escrituras nos revelan. El hacer creer que el texto dice lo que no dice, señalando que únicamente se denuncia el aspecto de violencia en la relación homosexual y no la condición de la homosexualidad en sí misma; ante esto afirmamos que la mayoría de los teólogos cristianos no revisionistas responden que éste es un entendimiento defectuoso de los pasajes clave, como el del conjunto de la Escritura. Tradicionalmente se ha distinguido entre las leyes morales y las ceremoniales del Antiguo Testamento. Las leyes ceremoniales, tales como las normas dietéticas, son aspectos del código levítico y pertenecen a los israelitas. Las leyes morales expresadas por ejemplo en «No mataras» (Ex. 20:13) o «No cometerás adulterio» (v. 14), son universalmente aplicables tanto a los judíos como a los gentiles, lo mismo sucede con la denuncia de la homosexualidad. Y su inclusión en los textos del Nuevo Testamento (Ro. 1:26-27, 1 Co 6:9; 1 Ti 1:10) añaden aún más la veracidad de que tal prohibición se extiende más allá de los ritos específicos pertenecientes a Israel.

Por eso, la lectura que se hace del texto bíblico de forma objetiva y sin favoritismos hacia la homosexualidad, es que estos actos son ilícitos y contrarios a la voluntad divina, identificándolos como un pecado que, por su gravedad, es calificado de «abominación».

Confirmamos que, como señala la epístola a Tito, «Todas las cosas son puras para los puros, pero para los corrompidos e incrédulos nada les es puro, pues su mente y su conciencia está corrompida» (Tito 1:15). Sin duda, ésta es la realidad para los que sostienen todo el desvarío de la pretendida falsa hermenéutica que quieren confirmar los teólogos que promueven la homosexualidad. La Biblia sí que ha determinado que las relaciones homosexuales no concuerdan con el plan de Dios ni con su voluntad para el ser humano.

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ANEXOS

Tabla comparativa del enfoque pro-homosexual con la afirmación cristiana:

TABLA COMPARATIVA TEOLÓGICA SOBRE HX
POSICIONAMIENTO PRO-HOMOSEXUAL ACERCAMIENTO CRISTIANO
Sobre Gn. 1 y 2
a. El matrimonio heterosexual monógamo se inserta en la creación inicial de Dios. Pero no es normativo.
b. La razón del matrimonio heterosexual monógamo se relaciona con la temprana necesidad de la extensión demográfica ligada a la procreación de seres humanos. Como tal necesidad es hoy irrelevante, también lo es el modelo del matrimonio heterosexual monogámico.
c. La experiencia de ser “una sola carne” es también posible en el marco de una relación homosexual estable.
Sobre Gn. 1 y 2, Mr. 10.6 a 9, Mt. 19.5 y 6, 1º Co. 6.16b, Ef. 5.31
a. La sexualidad es intrínseca a la persona humana y –para ser vivida en la plenitud del Creador- debe ajustarse al propósito del mismo.
b. Las Escrituras definen –de principio a fin- al matrimonio instituido por Dios en términos de monogamia heterosexual. Tal modelo es normativo.
c. La homosexualidad es una desviación del propósito original de Dios para la sexualidad humana.
d. La experiencia de que una pareja llegue a ser “una sola carne” es sólo posible en el marco del matrimonio heterosexual monogámico
Sobre Gn. 19.1-29
a. El pecado de Sodoma no es la homosexualidad: es la inhospitalidad para con los visitantes y la intromisión en la privacidad de la casa de Lot
b. El pecado de Sodoma es el intento de violación compulsiva a los visitantes
c. Ambos
d. No se condena una vivencia cristiana de amor homosexual estable
Sobre Gn. 19.1-29
a. El pecado de Sodoma tiene que ver –decididamente- con la conducta homosexual grupal y/o socialmente admitida y promovida en esa comunidad.
b. Ése no es el único pecado de Sodoma: la actitud de inhospitalidad para con los visitantes de Lot, el intento de violación hacia los mismos y la intromisión en su casa también lo son.
c. Se condena –entre otros pecados- la práctica homosexual.
Sobre Lv 18.22 y 20.13
a. El pecado a que se alude no es la homosexualidad: es la práctica sexual (homo o hétero) como parte de las costumbres en cultos paganos
b. El pecado a que se alude no es la homosexualidad: es la prostitución idolátrica
c. Lo que presentan estos textos son pautas culturales relativas, totalmente atadas a la cultura de Israel y no pertinentes a la nuestra
d. No se condena una vivencia cristiana de amor homosexual estable
Sobre Lv 18.22 y 20.13
a. Los versículos de Levítico se alinean con otros que condenan la homosexualidad en otros tiempos y culturas. Por lo tanto, tal enseñanza es pertinente a toda época y cultura.
b. El tema central en el que se insertan estos versículos son las relaciones sexuales ilícitas.
c. Se condena –entre otros pecados- la práctica homosexual.
Sobre Ro. 1.26 y 27
a. El pecado denunciado por Pablo es que los heterosexuales cambian su uso natural por un uso antinatural –la homosexualidad-
b. Se condena una vivencia homosexual idolátrica y lasciva
c. La porción de texto en cuestión no representa la propia voz del apóstol Pablo y –por lo tanto- no debe ser leída como si tuviera autoridad bíblica
d. No se condena una vivencia cristiana de amor homosexual estable
Sobre Ro. 1.26 y 27
a. El tema central del pasaje es la rebelión de la criatura humana respecto del destino prefijado por el Creador.
b. Existen conductas anormales. Las mismas se dan cuando se subvierte el orden de lo creado. Por eso, la homosexualidad es algo antinatural.
c. La sexualidad humana debe impulsar hacia la unión heterosexual permanente. Todo otro destino es anormal.
d. Se condena la práctica homosexual.
Sobre 1º Co. 6.9 y 10, 1º Ti. 1.8 a 11
a. El texto reprueba la prostitución entre mayores y otras actividades inmorales
b. Pablo condena la prostitución infantil, o sea, la acción sexual de un varón adulto hacia un varón joven
c. El texto declara que los injustos no heredarán el reino de Dios: sean homo o heterosexuales, borrachos o abstemios. Si son injustos, no acceden al reino
d. El texto condena la homosexualidad. Pero esta voz de Pablo debe revisarse hoy: él era un ser humano falible, históricamente condicionado
e. No se condena una vivencia cristiana de amor homosexual estable
Sobre 1º Co. 6.9 y 10, 1º Ti. 1.8 a 11
a. El tema central de los pasajes es la vinculación entre la justicia del reino de Dios y el estilo de vida de los cristianos.
b. La práctica homosexual contraría el orden moral instituido por Dios.
c. Se condena la participación de dos personas en la concreción de una relación homosexual, ya que la misma es una distorsión de la sexualidad.
d. La homosexualidad es incompatible con el reino de justicia inaugurado en Jesucristo.

NOTAS:

[1] La referencia es a la aplicación dogmática de determinados textos que se presentan como prueba y único argumento para pretender resolver cualquier problema doctrinal y ético, citando textos independientes y aislados, que no atienden a la totalidad del asunto y que sólo se fundamenta en esas mismas citas bíblicas de forma exclusivista y dogmática. Cuando Dios nos ha dado una revelación comprensiva en la totalidad de las Sagradas Escrituras.

[2] Juan 14:6.

[3] Derrick Sherwin Bailey propondría, en 1955, cuestionamientos a la interpretación de los textos bíblicos contrarios a la homosexualidad, aportando una nueva exégesis que favoreciera la teología gay. James Nelson. en 1978, publicaría un Comentario de estos textos con referencias pro-homosexuales. También otros, como Virgina Mollenkot, John Boswell, Norman Pittenger (1976); Troy Perry, fundador del movimiento Compañerismo Mundial de la Comunidad Metropolitana de Iglesias LGTB, desde 1968; Hendryk Hart (1992); Peter Coleman; Paul Capetz; Daniel Helminiak, cuyo texto What the Bible really says about homosexuality, es un referente contemporáneo en la defensa a ultranza de la homosexualidad; entre muchos más…

[4] Implica el análisis histórico gramatical del texto bíblico, de forma que se pueda aclarar diáfanamente ¿qué es lo que Dios ha dicho?

[5] Supone la interpretación del texto actualizado al contexto contemporáneo. Implica la respuesta a la pregunta ¿qué es lo que Dios está diciendo ahora, en nuestro contexto actual?

[6] Lo definen como el argumento gay del silencio. Si Jesús no dijo nada acerca de la homosexualidad, es que eso no era relevante, al contrario de la fornicación y el adulterio… Si Jesús no dijo nada, la iglesia contemporánea tampoco debe decir nada. Jesús sólo se interesó por el amor…

[7]   Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición (1999). (Génesis 18.32–19.11). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[8] Hechos 20:27.

[9] La NVI traduce la frase como: «Sácalos fuera para que podamos tener sexo con ellos».

[10] El Diccionario Hebreo Bíblico Chávez, M., reconoce diferentes acepciones del término yadá:  3045 ידע 1) Saber (Gén. 15:8; 2 Sam. 24:2; Exo. 6:7). 2) Darse cuenta (Gén. 3:9). 3) Reconocer (Gén. 12:11). 4) Entender algo (1 Sam. 20:39). 5) Conocer personas (Gén. 29:5). 6) Experimentar, conocer (Isa. 47:8). 7) Escoger, considerar de manera especial (Gén. 18:19). 8) Informarse (Est. 2:11). 9) Observar, ver (Exo. 2:4). 10) Tener experiencia, ser experimentado (Isa. 53:3). 11) Ser experto en algo (Gén. 25:27; 1 Rey. 9:27; 1 Sam. 16:18). 12) Preocuparse, entenderse (Gén. 39:6). 13) Tener relaciones sexuales (Gén. 4:1). — Perf. יָדַע; Impf. יֵדַע; Impv. דַּע; Inf. דַּעַת; Pref.suf. לְדַעְתּוֹ; Part. יׄדֵעַ; Pas. יָדוּעַ.

[11] “Vicios contra naturaleza”, así lo traduce la Biblia Textual III.— De igual manera lo traducen: la «Biblia de Nácar-Colunga», 1ª edición, BAC 1944; la «Biblia Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española» (BAC); «La Biblia de Nuestro Pueblo» (Editorial Sal Terrae); «La Santa Biblia» de Ediciones Paulinas; «Biblia de Regina» traducida por José Mª Solé (Claretiano), y Luis Alonso Schökel en «Biblia del Peregrino» (Editorial Verbo Divino).— Traduce como “Vicios antinaturales” la «Biblia de América» edición popular (Verbo Divino).— Como “Relaciones contrarias a la naturaleza” la «Biblia Libro del Pueblo de Dios» (Verbo Divino).— “Vicios antinaturales” «La Biblia Edición Popular» (Madrid: PPC).— La «Biblia versión de Bover-Cantera», en la nota de Judas 1:7 dice: “vicio nefando”.— La «Biblia de Navarra» Edición Popular (Pamplona: Eunsa) traduce «uso antinatural de la carne», y dice en la nota a pie de página que “El v. 7 es una condena explícita de la homosexualidad (cf. Romanos 1:24-27; 1 Corintios 6:9; 1 Corintios 1:10)».

[12] Reina-Valera (1960 y 1995), Dios habla hoy, Nueva Versión Internacional; cf. CERVANTES: vicios antinaturales.

[13]  Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición. (1999). (Lv 20.13). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[14] Levítico 19:2b (RV60)

[15] Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición. (1999). (Pr 6.16–19). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[16] Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición. (1999). (Dt 23.17). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[17]  Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición. (1999). (Ro 1.26–27). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[18] En su obra Diálogo sobre las leyes.

[19] Cf. Romanos 1:27-28.

[20]  Santa Biblia: La Biblia Textual, Segunda Edición. (1999). (1 Co 6.8–10). Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

[21] «La palabra griega malakoi (homosexuales) tiene que ver con “hombres y niños que permiten ser abusados sexualmente”. La palabra connota sumisión y pasividad. Por contraste, el término arkenokoitai (sodomitas), señala a hombres que practican la homosexualidad (1 Ti. 1:10). Son agentes activos en su búsqueda». SIMÓN J. KISTEMAKER. 1ª Corintios, Grand Rapids: Libros Desafío, 1998.

La palabra ἀρσενοκοίταις la Reina-Valera (1909, 1960, 1977, 1995) lo traducen como “sodomitas”. También como “sodomitas” lo traducen: La Biblia de Regina; Nácar-Colunga; Biblia de Navarra; Cantera-Iglesias; Francisco Lacueva en Nuevo Testamento Interlineal.- Sin embargo, otras traducciones lo traducen así: como “homosexuales”: Biblia de las Américas; Dios habla hoy; Nueva Versión Internacional; La Palabra; Biblia de Jerusalén revisada y aumentada (2009); La Biblia Herder de Serafín de Ausejo; Biblia de Evaristo Martín Nieto.- Como “Invertidos”: Biblia del Peregrino; Biblia Conferencia Episcopal Española.- Y como “infames”: la Bover-Cantera .

[22] 780 ἀρσενοκοίτης (arsenokoitēs), ου (ou), ὁ (ho): s.masc.; ≡ Strong 733—LN 88.280 hombre homosexual, el que toma el papel masculino en el contacto sexual con otro hombre (1Co 6:9). JAMES SWANSON, Diccionario de Idiomas Bíblicos: Griego. 2º edición. Logos Research Systems, Inc., 2001.

En el Vocabulario Griego del Nuevo Testamento, 2ª edición. Salamanca: Editorial Sígueme, 2001, se dice al respecto:   ἀρσενοκοίτης, arsenokoites = homosexual.

[23] Contrario a lo que supondría una correcta significación del texto (exégesis)

[24] La eiségesis (de εἰς griego «en» y terminando por la exégesis de ἐξηγεῖσθαι «para llevar a cabo») es el proceso de interpretar un texto de tal manera que el intérprete introduce sus propias ideas generalmente de manera subjetiva. Es, pues, una interpretación, específicamente de las Escrituras, que refleja las ideas personales o el punto de vista del intérprete; leer en un texto algo que no se encuentra allí. También se considera eiségesis a la interpretación sobre un tema en particular, en la cual la persona que interpreta bien sea influenciada por su cultura, emociones, ideales o circunstancias, da una definición o idea particular y no necesariamente acertada sobre el tema en cuestión. Pudiendo llegar a generar diversas interpretaciones sobre un mismo tema, así como llegar a conclusiones o ideas sobre temas que no están presentes en la lectura como tal.

Sobre el autor: 

Jesús Caramés, es un gallego de corazón y apasionado por el evangelio y la Verdad de la Biblia; comparte su ministerio junto a su esposa Dámaris, en La Carlota, pueblo de adopción, del que se sienten privilegiados de formar parte. Es Dr. en Teología Honoris Causa por la Universidad del Seminario Bíblico Andino de Perú. Está realizando un doctorado con la Universidad Martin Luther King de Nicaragua y tiene dos Maestrías por el CEIBI y por FIET-SATS (South African Theological), además de varias licenciaturas en Teología. Ha ejercido como director de un centro público y como profesor de ERE, siendo también consejero de educación del Consello Evanxélico de Galicia, paralelamente a su ministerio pastoral en la ciudad de Ferrol. Forma parte del Claustro del Centro de Investigaciones Bíblicas; del Centro Superior de Enseñanza Evangélica de FEREDE y de la Facultad de Teología A.D., de la que ejerce la responsabilidad de Rector, desde el 2006.

 

 

 

 

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