La doctrina une

Por: Osmany Cruz Ferrer

Seguro que ha escuchado alguna vez la frase, lamentable en verdad, “la doctrina divide”. Llevo demasiados años escuchando eso. Se espeta desde rústicos púlpitos rurales y desde sofisticadas plataformas citadinas. En charlas fraternas y en acalorados foros en Internet. Pareciera una verdad absoluta si ello dependiera de la cantidad de veces que se repite, pero no es ni siquiera medio razonable.

La doctrina no divide, nada más alejado de la auténtica verdad. Jesús expresó: “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Esa es la opinión que debe prevalecer desde nuestros podios. Nos debe caracterizar un apego a lo que la Biblia dice y no la repetición de insulsas frases prefabricadas por algún entusiasta comunicador errado.

La doctrina bíblica no divide, pero si define. Eso es algo muy distinto. Podemos tener relación y compañerismo con personas que opinen diferente a nosotros pero ello no nos obliga a prescindir de nuestras convicciones. Tolkien y C.S. Lewis fueron grandes amigos, aun cuando Tolkien era católico y C.S. Lewis anglicano. Tenían grandes diferencias, pero conservaron su amistad hasta la muerte de Lewis en 1963 (Tolkien moriría 10 años después, en 1973). La doctrina no los separó nunca, pero sí los definía en su fe.

Como cristianos hemos de atesorar las verdades que la Biblia enseña. Debemos ser apasionados en nuestra lectura y reflexivos en nuestro estudio. No defender chovinistamente un pensamiento, pero sí tener criterios formados debidamente por una meditación intencional de las Sagradas Escrituras.

La ignorancia es como una máscara para dormir, no importa cuánta luz haya fuera, si la tienes sobre los ojos no verás nada. Pedro, el rudo pescador, discípulo y apóstol, escribió: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento” (2 Pedro 1:5). Pedro daba un orden de prioridades a los cristianos de antes y de ahora. La fe debería ser sucedida por la virtud y ambas serían enriquecidas por el conocimiento.

El Señor mandó a los mismos fariseos a que escudriñaran las Escrituras para que notaran que no era la doctrina la que les hacía enemigos, sino la falta de ella: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). No es la doctrina lo que divide, sino la tradición, la ignorancia y la ausencia del fruto del Espíritu.

Si el error llegara a nuestras congregaciones a través de alguien de afuera o de alguno de sus miembros, no podemos levantar la bandera de la pereza, ni enarbolar la consigna de la indulgencia. Pablo nos exhorta a no ser complacientes con los que anuncian un evangelio diferente al que hemos recibido con tal de tener una falsa armonía: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8).

No podemos contemporizar con la mentira sobre la base de una unidad que soslaya el mensaje de la Biblia. Tal unidad no la produce el Espíritu. Judas nos arenga en su epístola a contender, a luchar, a combatir apasionadamente por la fe recibida y en concreto hace referencia a defendernos del error doctrinal que puede entrar en nuestros predios. “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

Puedo amar a la par que estoy en desacuerdo. Puedo disciplinar a la par que deseo la restauración del ofensor. Puedo contradecir al disputador, aunque ruego para que se arrepienta. Pero no podemos olvidar nuestros credos, no podemos minimizar nuestros fundamentos. Ello ciertamente puede traer malestar e incluso la deserción, pero aún Jesús lidió con ese flagelo espiritual. Sus oídos tuvieron que escuchar de muchos de sus discípulos: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (…) «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:60, 66). No intentemos tener mejores resultados que Cristo, la naturaleza humana no ha mejorado desde entonces. La doctrina no dividió a los seguidores de Jesús, sino que definió a los que verdaderamente lo eran. Encumbremos la verdad, amemos la doctrina porque: “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?” (Salmos 11:3).

Sobre el autor:

Osmany Cruz Ferrer es cubano, ministro de las Asambleas de Dios de España. Bachiller en Teología y Biblia por el Seminario de las Asambleas de Dios (EDISUB). Es Licenciado en Teología y Biblia de la Facultad de Estudios Superiores de las Asambleas de Dios (FATES) y Licenciado en Teología y Biblia con ISUM Internacional de Sprinfield, Asambleas de Dios. Actualmente concluye una Maestría con FIET. Ha sido en Cuba Pastor, Director del Instituto Bíblico de Asambleas de Dios, Vicedirector de la Dirección Nacional de Investigaciones Teológicas, presbítero y miembro del Consejo Ejecutivo del Distrito Occidental en La Isla. Desde 2011, Osmany Cruz reside en España junto a su esposa Leydi y sus hijos Emily, Nathaly, Valery y Dylan. En la actualidad desarrolla su ministerio como misionero, pastor, conferenciante itinerante, escritor y profesor titular en la Facultad de Teología de Asambleas de Dios, donde además, es el Secretario Académico y Vicedecano de comunicaciones.

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