La lectura de la Biblia y el “cariño de Dios”


Por: Ángel Bea.

El pastor y escritor Eugene Peterson escribió: “La lectura de la Biblia debería ser una conversación cariñosa mantenida con Dios”
Cuando leí estas palabras me llamaron la atención y me sentí muy identificado con ellas; y creo que otros muchos también se sentirían muy identificados con esa declaración de Eugene Peterson.
Qué duda cabe que la Biblia se puede leer y estudiar con propósitos diferentes. Entre otros, hay quien la lee y estudia con la finalidad de conocer las doctrinas “correctas”. Así uno puede llegar a tener la seguridad de que está en lo “correcto”, lo “ortodoxo”; y eso es bueno y muy conveniente. Pero llegar a conocer lo que es correcto y ortodoxo, no siempre es garantía de conocer al autor que inspiró las Escrituras. El conocimiento doctrinal es solo una parte de lo que Dios quiere darnos a conocer; y en un sentido es una parte muy pequeña comparada con el conocimiento del Jesús resucitado y glorificado. Pablo dijo que “si aun a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así” (2ªCo.5.16).
Por tanto, conocer al Jesús resucitado y glorificado no es meramente “saber” que Él murió por nosotros para perdón de nuestros pecados, darnos vida eterna, que también el vendrá, etc.; es más bien un conocimiento personal y experimental. Esto quiere decir que, de creer en el hecho real e histórico (necesario para la fe verdadera) pasamos a conocer a aquel que «es amor» (1ªJ.4.8). Amor que motivó la obra redentora realizada por medio de Jesús. Es de ese amor que se derivan todos aquellos aspectos relacionados con nuestra salvación y que recibimos en nuestra relación con el Dios vivo: La compasión, la misericordia, la bondad, el afecto, la ternura, el cariño, etc.
Cierto es que si acaso nos desviamos del camino, vamos a conocer también la amorosa disciplina del que tanto nos ama; porque “Dios al que ama disciplina…” dice la Escritura. (Heb.12.5-10). Pero aún en esa disciplina vamos a descubrir el cariño con el cual Dios nos trata. Estas cosas las vamos descubriendo a lo largo de nuestra vida de relación con Él y de acuerdo a nuestra necesidad; y generalmente, cuando menos lo esperamos. Son experiencias que Dios nos permite pasar y que jalonan el camino de nuestro peregrinar en este mundo ajeno de la vida de Dios,  quedan como señales en el camino de nuestra vida y que refuerzan las verdades (doctrinas) esenciales de nuestra fe haciéndolas reales en nosotros.
Pongamos por ejemplo el caso de un creyente que no sabe lo que es la aceptación, porque fue maltratado tanto psicológica como físicamente, desde temprano en su vida. Luego viene a la fe; lee en Efesios 1.6, donde el apóstol Pablo escribió que “somos aceptados por Dios en el Amado”. El creyente cree esas palabras y las recibe por fe; pero esas palabras, por sí mismas no le dicen mucho, ni le transmiten todo el amor y el “cariño” que Dios le tiene, porque hay un impedimento en su vida a causa del maltrato. Pero un día, ese mismo creyente, está leyendo la Biblia en el libro del profeta Daniel. Ahí lee que el profeta ha sido desarraigado de su pueblo, se encuentra en Babilonia, una tierra extraña y hostil; además está experimentando la oposición de enemigos muy potentes del mundo de la política. El profeta solamente tiene su confianza en Dios. A él le busca en oración y de él recibe respuestas futuras para con su pueblo, que jamás habría soñado. Pero una de las respuestas ¡ni se la esperaba siquiera!
El ser que le aparece, le dice: “Daniel, varón muy amado… Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate…”. Independientemente de todo cuanto se le dice a Daniel, el Ser que se le aparece se dirige a él con estas palabras de aceptación y aprobación en medio de tanta oposición y rechazo: “Varón muy amado… No temas…”. (Dan.10.10.12,19) La historia fue real en y para Daniel y uno puede imaginarse lo que estas palabras significarían para él.
Pero a la vez, el creyente que está leyendo estas palabras, está experimentando lo mismo que el profeta: El “cariño” de Dios que lo envuelve por fuera y lo llena por dentro; y sin saber cómo, ese creyente se encuentra llorando a raudales porque por primera vez está experimentado, de forma directa, lo que es la aceptación amorosa y cariñosa de alguien tan grande y que le ama tanto que dio a su Hijo Jesucristo para morir por él.
De esa manera el lector, que podrías ser tú o yo, somos envueltos por fuera y llenos por dentro del amor “cariñoso” de Dios. Y de ahí en adelante, ese creyente no solo habrá entendido lo que significan las palabras del apóstol Pablo: “Somos aceptados en el Amado” sino que habrá experimentado la sanidad interior del dolor que le produjo tanto maltrato y rechazo.
De esa manera esas palabras ya no serán solamente “palabras” para el lector de las Escrituras, sino que por el Espíritu Santo esas divinas verdades se habrán convertido en una realidad: La realidad del amor “cariñoso” de Dios para con él. A partir de ahí, la lectura de las Escrituras serán para él “una conversación cariñosa con Dios”; y, de alguna manera se le habrá abierto una puerta para poder entender -¡y disfrutar mucho!- textos como este:
“Y la esperanza no avergüenza, porque el amor -¡el cariño!- de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, que nos fue dado” (Ro.5.5).
Así la lectura de las Escrituras ya no será una cosa pesada sino una necesidad de nuestra alma y de nuestro espíritu, tal y como leemos en el Salmo 1, porque, tal y cómo afirmó Jesús: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (J.6.63)

Que Dios bendiga su palabra.

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(NOTA: Nuestra experiencia nunca determinará la veracidad de las Escrituras, sino que estas determinan la veracidad y autenticidad de nuestras experiencias cuando por el Espíritu Santo son producidas.)

Sobre el autor:

Ángel Bea Espinosa nació en Fuensanta de Martos (Jaén) pero se crió en Córdoba. A los 21 años (final de 1966) entregó su vida al Señor Jesucristo, después de experimentar por largo tiempo una gran necesidad espiritual y a pesar de que era bastante religioso.  Después de una experiencia de 15 años de vida de iglesia y ministerio en la misma, fue encomendado al ministerio pastoral en 1982, con el reconocimiento de los pastores de la ciudad de Córdoba (España). Su formación ha sido autodidacta hasta que, en 2004 comenzó estudios a distancia con UNIVERSIDAD ICI Global en España, graduándose en Biblia y Teología en 2010, celebrando la ceremonia de graduación en el CSTAD (Centro Superior de Teología de las Asambleas de Dios de España).
Ángel Bea es pastor presidente de la Iglesia Evangélica Betesda de Córdoba. También es profesor del CSTAD, donde dicta la asignatura de bibliología a los estudiantes de primero. Está casado con Mª. Dolores Jiménez Vargas. Ambos tienen tres hijas y dos hijos.

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