Esfuérzate y sé hombre

Por: Abraham Orellana

¡Sé un hombre! Maravillosas y desafiantes palabras del Rey David en su lecho de muerte a su hijo Salomón. David sabía cuáles son los elementos que constituyen el carácter de un varón conforme al corazón de Dios, de un hombre en el mejor sentido de la Palabra. Por ello, David añade en los posteriores versículos las características de un verdadero hombre. Esto es, andar en los caminos de Dios y en el cumplimiento de sus mandamientos (1º Reyes 2:3-4).

Sin embargo, en la actualidad se ha distorsionado en sobremanera la palabra «hombre». Para algunos es sinónimo del individuo rudo y de apariencia fuerte; para otros, lamentablemente, es sinónimo de mujeriego. Y no resulta extraño encontrar personas —ya sea dentro o fuera de la iglesia— que pronuncien frases como «no hay hombres» o «los hombres son todos iguales». Evidentemente, esto refleja un deseo y un grito interno por la aparición de hombres de verdad. Y no es porque no los haya, sino porque son pocos.

Personalmente, me duele, me afecta, me indigna; ¿Qué ha ocurrido con el género masculino? Parece estar más desorientado que nunca. Mires por donde mires, se observan hombres maltratadores, padres que abandonan a sus hijos, cabezas de familia que no ejercen como tal, maridos que descuidan a sus mujeres, etcétera. Luego, la iglesia no está exenta de hombres así, observamos cristianos (hombres) que no se comprometen con Cristo, sentados en las bancas; y que no dedican el suficiente tiempo a sus hijos y a sus esposas. Luego, se puede visitar cualquier congregación y generalmente se observará que hay más mujeres que hombres; no solo en asistencia, sino en servicio y compromiso. ¿Qué ocurre con los hombres?

Estoy convencido de que esta «carga» por la manifestación de verdaderos hombres no es únicamente mía. Opino que también las féminas desean encontrar varones íntegros, seguros de sí mismo, determinados, con las cosas claras, que trasmitan seguridad. Y estoy seguro que muchos pastores desearían que los hombres de su congregación tuvieran el mismo carácter y osadía que los grandes ejemplos masculinos que encontramos en la Biblia.

¿Qué se puede hacer ante una situación así? ¿Cómo se puede cambiar el panorama? La verdad es que la Escritura no plantea una dificultad a la hora de hacer las cosas. Una vez hemos entendido que Jesús es el que gobierna nuestras vidas —«Ya no vivo yo más Cristo vive en mí» (Gálatas 2:20) — no debe resultar difícil cumplir sus mandamientos, pues Él afirma que sus mandamientos no son gravosos (1ª Juan 5:3). Por tanto, seamos obedientes a sus mandamientos y nos irá bien (Deuteronomio 5:32-33).

Así pues, ¿Cuáles son sus mandamientos para llegar a ser hombres? De una manera breve, observemos que nos dice la Biblia:

Comenzando por los casados dice: «Maridos amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia» (Efesios 5:25). Para amar correctamente observemos también 1ª Corintios 13. Un texto que muestra la excelencia del amor sufriente o agape, de una manera práctica. Por ejemplo, si dice que el verdadero amor no se irrita (1ª Corintios 13:5) significa que no debe dársele lugar a las emociones negativas, sino tener dominio propio (2ª Timoteo 1:7) y seguidamente sufrir y soportar (1ª Corintios 13:7) para no hacer nada indebido (1ª Corintios 13:5).

El siguiente mandamiento para los maridos es: «Maridos amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas» (Colosenses 3:19). No tiene ningún misterio. Nuestras compañeras de viaje no son nuestros colegas, y tampoco debemos tratarles de cualquier modo solo porque tienes un mal día. Si Dios dice que no seas áspero, significa que la trates con dulzura, ternura, delicadeza, siempre tratándola como a vaso frágil (1 Pedro 3:7-9).

El Espíritu Santo está hablando, debemos dejar el egoísmo a un lado y tratar a nuestras mujeres como Dios lo está mandando. No es una opción; no se lleva a cabo cuando te apetece; no se ejecuta cuando «lo sientes», se lleva a cabo siempre. Lo está mandando el Señor.

Ahora bien, en cuanto a los padres, se dice que deben educar a los hijos e instruirles en el camino del Señor (Deuteronomio 6:6-7); tratándoles con firmeza sin necesidad de desalentarlos (Colosenses 3:21). Amonestarlos en el temor del Señor sin provocarles (Efesios 6:4). Consolarles y amarles (1ª Tesalonicenses 2:11). Asimismo, en Proverbios encontramos los consejos de un padre hacia su hijo. Y recuerde, que no son consejos lo que nos aporta la Escritura, sino una vara recta que nos muestra el camino, y que si deseamos ser hombres conforme a la Palabra de Dios, debemos seguirlo.

Finalmente, en cuanto a servicio al Señor, recordemos que 1ª Timoteo 3 expone el carácter que debe tener todo hombre de cara al servicio dentro de la Iglesia. Evidentemente, la idea no es decir: «Eso es para aquellos que quieren ser diáconos u obispos» ¡No! Está enseñando el carácter de un verdadero cristiano; es decir, de auténticos seguidores de Jesús:

El hombre debe ser irreprensible (1ª Timoteo 3:2), es decir, que no se le pueda «cazar en nada». Asimismo, debe ser prudente y decoroso (1ª Timoteo 3:2). Por tanto, no debe descuidar su aseo personal, ni vestir de cualquier forma. El hombre es un individuo serio y presentable, educado, que no habla liviandades, que sabe callarse, que no habla mal de otros, que controla su vocabulario incluso cuando está con amigos viendo el fútbol.

Además, afirma que el cristiano debe ser honesto —debe reconocer sus fallos, sus limitaciones, tener un correcto concepto de sí mismo— y no codicioso de ganancias deshonestas (1ª Timoteo 3:8). Su prioridad no debe residir en los bienes materiales y en su comodidad, pues ya Jesús afirmó que «la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee» (Lucas 12:15).

Hombres, actuemos como hombres. Examinémonos nuestros caminos, evaluémonos y arrepintámonos. Basta de pereza, basta de descuidar a la mujer, basta de no jugar con los hijos, basta de deshonrar al Señor. Sigamos el consejo del Rey de Israel: «Esfuérzate y sé hombre» (1º Reyes 2:2).

Sobre el autor: 

Abraham Orellana es estudiante de Cuarto Año de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de España. Es miembro de la Iglesia en Elche, donde sirve al Señor.

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