El papel de la iglesia en España

Por: Osmany Cruz Ferrer

La iglesia es un organismo vivo, una entidad espiritual pujante capaz de socavar a las mismas puertas del infierno. Ella está formada por los millones de seres humanos en todo el Orbe que han reconocido a Jesús como Señor y Salvador. Personas que viven en consecuencia con su experiencia de reconciliación con Dios y regeneración por medio del Espíritu Santo. Esto es la iglesia presente. Está también la iglesia durmiente, aquella formada por los millones de cristianos que duermen en Cristo y están en espera de la resurrección de los muertos para recibir un cuerpo glorificado. Los párrafos siguientes versarán sobre la iglesia presente, sobre su rol contemporáneo y su responsabilidad histórica. Una responsabilidad que es universal, pero aplicable en forma, nacional, regional, incluso étnica, ya que la iglesia ministra allí donde se encuentra.

En España, así como en cualquier otra nación, los principios aplicables del evangelio son los mismos. Aunque se entiende que cada país supone retos distintos en la aplicación de esos principios inmutables. No es lo mismo cumplir la gran comisión en Finlandia, donde hay libertad religiosa, que en un país donde la fe es perseguida al coste de la vida. La aplicación del principio supone retos distintos, menores o mayores, según el caso. En España nos toca vivir nuestra identidad como iglesia tal cual lo describe la Biblia, pero en ese proceso de obediencia hay retos distintos a la de otras naciones. En ocasiones existen retos diferentes entre una comunidad autónoma y otra. Así de complejizada está la sociedad en las que nos ha tocado vivir y ministrar.

  1. Su papel jurídico.

“Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32).

Como iglesia de Jesucristo, nuestro cometido es fundamental, y nuestra tarea tiene un alcance eternal. Nos corresponde, por tanto, vivir de acuerdo a la trascendentalidad de nuestro llamamiento. La iglesia desempeña una tarea exclusiva en muchos aspectos. O sea, una misión que solo ella puede realizar. Tal es el caso de su papel jurídico, por ejemplo. Todo creyente en Jesucristo, renacido de Dios, es un testigo de la obra salvífica de Cristo al mundo. Solo un salvado por la fe puede testimoniar al mundo de la eficacia redentora de Cristo.

La Gran Comisión dada por Cristo a sus seguidores supone una responsabilidad de carácter judicial. No se puede huir de ese encargo sin sufrir pérdida (1 Corintios 9:16). La iglesia ha de desechar el temor, la timidez y colocar en orden correcto sus prioridades.  Puerta por puerta, en la calle, entre los amigos y vecinos, “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2). Somos testigos, hemos comprobado la eficacia de la muerte, resurrección y exaltación de Cristo. No podemos enmudecer ante el deber de hablar del evangelio. La pasividad, el ostracismo, la conformidad y el miedo son nuestros mayores adversarios.

  1. Su papel testimonial.

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11,12).

Ajustarnos al modelo de Cristo, imitar su ejemplo sacro, su vida toda, esa es la más honda necesidad de un creyente y su más noble privilegio. Somos diferentes, no mejores, pero si diferentes. Hemos sido comprados, ya no nos pertenecemos: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). Si la iglesia en España falla en imitar a Cristo, entonces falla en todo.

Nuestra vida es un mensaje a voces. Lo que somos se trasluce en lo que decimos y hacemos. Evitar la mundanalidad, las actitudes carnales, las pasiones pecaminosas, esa es la gran Hidra con la que titánicamente pelear. Que al vernos, las personas puedan sacar la misma conclusión a la que llegaron después de evaluar a Pedro y a Juan cuando “se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13).

  1. Su papel filantrópico.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).

La obra social, como se le ha llamado al servicio de misericordia y generosidad de la iglesia, es un cometido importante de la iglesia de todos los tiempos. Jesús se ocupó de los más necesitados aunque sabía que los pobres siempre iban a estar con nosotros (Juan 12:8). La iglesia no puede acabar con la pobreza, pero puede darles “buenas nuevas a los pobres”. Dádivas que entregadas en amor y misericordia trasluzcan el mensaje del profundo amor de Dios por el mundo. El que hace llover sobre malos y buenos nos exige que con desprendimiento auténtico cuidemos de los demás, creyentes o no. La iglesia primigenia se distinguió por tener “favor con todo el pueblo” (Hechos 2:47). La iglesia española ha de tener las mismas aspiraciones.

  1. Su papel generacional.

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:1,2)

El discipulado como fórmula indisoluble para la continuidad de la iglesia tiene que ser llevado a los púlpitos y a la práctica. La evidencia de la eficacia en el discipulado se constata cuando otros toman el encargo de continuar la obra de Dios. Un cristianismo de comodidad, reticente al compromiso, huidizo al sufrimiento y desprovisto de un ropaje servidor, es el final a corto plazo, de una congregación que ha perdido su propósito en algún trecho del camino. Las iglesias como comunidades de fe tienen que ser eficientes en pasar el encargo de la obra misiológica a la siguiente generación. Solo así será posible la evangelización de España. Entiéndase llevar el evangelio a cada pueblo español y dar así la oportunidad de creer en Cristo a cada individuo que forma parte de esta bella nación.

Conclusiones.

Estos cuatro aspectos son solo la punta del iceberg. La iglesia tiene muchos otros insignes roles que desempeñar: su función doctrinaria, su responsabilidad cívica, su carácter profético (exhortar, consolar y edificar), así como otras múltiples ocupaciones deben tener el total interés de la iglesia, “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).  Basten estas, por el momento, para despertar en nosotros la reflexión más honda, y la acción en todo aquello que es nuestro cometido y nuestro privilegio.

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Imagen de S. Hermann & F. Richter en Pixabay

Sobre el autor:

Osmany Cruz Ferrer es cubano, ministro de las Asambleas de Dios de España. Bachiller en Teología y Biblia por el Seminario de las Asambleas de Dios (EDISUB). Es Licenciado en Teología y Biblia de la Facultad de Estudios Superiores de las Asambleas de Dios (FATES) y Licenciado en Teología y Biblia con ISUM Internacional de Sprinfield, Asambleas de Dios. Actualmente concluye una Maestría con FIET. Ha sido en Cuba Pastor, Director del Instituto Bíblico de Asambleas de Dios, Vicedirector de la Dirección Nacional de Investigaciones Teológicas, presbítero y miembro del Consejo Ejecutivo del Distrito Occidental en La Isla. Desde 2011, Osmany Cruz reside en España junto a su esposa Leydi y sus hijos Emily, Nathaly, Valery y Dylan. En la actualidad desarrolla su ministerio como misionero, pastor, conferenciante itinerante, escritor y profesor titular en la Facultad de Teología de Asambleas de Dios, donde además, es el Secretario Académico y Vicedecano de comunicaciones.

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